22.2.08

Pesca sin mosca

En medio de una conversación, cualquier conversación, con un interlocutor, un interlocutor cualquiera, suelo, de pronto, de improviso, de manera absolutamente extemporánea y porqué no fuera de contexto, decir la frase ‘yo ya fracasé’.
Se genera, entonces, un incómodo silencio, una pausa repleta de estupor y confusión, y la expresión del interlocutor adquiere una pesadumbre, una hondura, tan inesperada como preocupante.
De inmediato, el interlocutor intenta una explicación vigorizante, rebatir el concepto, ensayar una defensa de mi situación ante el universo, que en absoluto le fue solicitada.
El interlocutor de pronto debate y lucha como un pez que comprende una milésima de segundo tarde que ha mordido un anzuelo, que su vida jamás volverá a ser lo que era antes, y siente el metálico dulzor del fastidio.
Yo sigo con la conversación, con la charla, o tomo mi bebida, o miro por la ventana, pero el interlocutor ya no está allí presente, necesita ponerse de pie, caminar, partir sin rumbo fijo, como si su existencia hubiera adquirido de pronto un inconcebible peso.
Y la frase se va y lo acompaña, como un virus servicial, obligándolo a dudar de todo, de sus más íntimas convicciones, para siempre.

2 comentarios:

La condesa sangrienta dijo...

Y logra un triunfo en función del fracaso...ajá.

J. Hundred dijo...

*es altamente probable, condesa, que usted no me entienda.