26.2.08

Como en aquella película

Ella me dijo que me odiaba. Que jamás me había querido. Que estar conmigo le había resultado una experiencia tremendamente traumática, desagradable. Que yo la había hecho infeliz. Y claro, porqué no, que me había dado los mejores años de su vida. Que yo era, y seguía siendo, malo. Egoísta. Una bestia sin alma. Frío. Hermético. A veces, triste.
Siguió hablando por un rato largo, enumerando un catálogo de barbaridades, todas las cuales me representaban a mí, como persona.
Golpeaba con su pequeño puño, rítmicamente, sobre la mesa. Se alisaba con desesperación, con una mano, su fantástico cabello. Los ojos se le humedecieron de lágrimas. Una vez agotada de tanto quejarse, lanzó un lastimero aullido, como un animal herido, como sólo un animal se animaría a lidiar con el dolor, como quien no concibe, no consigue entender la composición intrínseca de la mala suerte.
Después hizo silencio, y me preguntó si yo quería decir algo.
Cada desayuno compartido, cada cópula, cada abrazo, cada brindis, cada sonrisa, se habían transformado en esto. Como aquella película donde se colocaba una fruta arriba de una mesa, y se la fotografiaba, una y otra vez, hasta que se transformaba en algo diferente, en una cosa podrida.
Llamé al mozo, pedí la cuenta.

4 comentarios:

Roedor dijo...

Too much.

Tango dijo...

Creo que en algún momento voy a tener que pasar por lo mismo.

J. Hundred dijo...

*roedor! lo dice por la cuenta? y sí, es increíble lo que subieron los precios, lo que vale un café.
*bromoluz! es como la muerte de un ser querido. no importa que uno crea que entiende lo que va a suceder, que haya visto indicios unívocos, que uno haya, en su recóndito interior, razonado la situación, no importa que uno haya practicado el estrambótico malabarismo de las posibilidades. cuando pasa, uno se da cuenta que hay sucesos para las cuales no es posible prepararse.

Mr. Kint dijo...

"Qué grande ha sido nuestro amor, y sin embargo, ay, mirá lo que quedó"

Saludos