En mis lecturas sobre el zen, en mi desconcertante búsqueda del sentido de las cosas, he podido descubrir la importancia que se asigna al estado de zazen, el estar sentado, la meditación como un estado de ‘no-mente’, el dedicarse a respirar y nada más que respirar, ser un observador que no se mueve ni piensa, limitarse a ser, a estar presente.
Es en este sentido que me veo obligado a repasar mi derrotero laboral de estos últimos años. Cómo podía yo saber que cada oficina en la que estuve era un templo tibetano repleto de monjes, de budas, de sabios.
Es en este sentido que me veo obligado a repasar mi derrotero laboral de estos últimos años. Cómo podía yo saber que cada oficina en la que estuve era un templo tibetano repleto de monjes, de budas, de sabios.
7 comentarios:
Siempre hay lugar para uno más en un subte. Y acá estoy metida no sé donde, en un subte desconocido pero que me gusta leer.
La sabiduría llega a cada rincón de este mundo...
Una ruidosa, más fea que la mierda y malvada señora con cara rencorosa (no conocen a nadie así ¿verdad?) entra en una tienda con sus dos hijos.
Les grita, insulta, regaña, estruja y tironea sin parar.
El encargado de la recepción se dirige amablemente a ella y le dice:
- ¡Buenos días señora, bienvenida a nuestra tienda! Tiene usted dos hermosos hijos, ¿son gemelos?
La señora deja un momento de gritar y con una mirada torva entre agria y burlona responde al encargado:
- Por supuesto que no. El mayor tiene 9 años y el otro 7. ¿De dónde diablos saca usted que podrían ser gemelos? Es usted ciego o estúpido?.
Responde el encargado:
- No señora, no soy ciego, ni estúpido... simplemente no puedo creer que a Ud. se la hayan cogido dos veces!
Moraleja: uno nunca sabe.
No quieres a ninguno/a? Tan aburridos son?
Me parece que lo dice por la poca contracción al trabajo como lo entendemos en el hemisferio occidental.
Por lo demás, el zen es la mar de divertido, che, nunca te podés aburrir en un lugar donde nada pasa porque tampoco estás conciente de que nada pasa. Por lo cual, no tenés oportunidad de percibir el concepto "aburrimiento", ¿verdat?
Los orientales para llegar al karma, suelen abolir el deseo. Una vez abolido el deseo, nada es divertido, ni aburrido, ni nada.
*anónima. claro que hay lugar para usted. permítame entonces transmitirle las advertencias de rigor. debe usted cuidar sus efectos personales, y manifestarse a viva voz en caso de percibir alguna conducta impropia, un eructo en el rostro, un manoseo de nalgas, las delicias que implica cualquier viaje.
*morochia. sí. aunque usted no lo crea.
*anónimo/a. es cierto que uno nunca sabe. creo que está bien, que es justo. si uno supiera por anticipado lo que va a suceder, cómo se desarrollarán las cosas, hacia dónde conduce el sendero elegido, se vería tentado a pegarse un tiro en las repelotas con una capacidad de premonición escalofriante.
*bromoluz. existe un ratio, el ratio Hundred de toxicidad neuronal, para ser más exacto. el ratio, la fómula, es el operador matemático que le detallo a continuación: cantidad de boludos / centímetro cúbico de aire. este ratio, y mi comentario es descriptivo, no me quejo, siempre es muy elevado por los caminos que en mi errático devenir me veo obligado a transitar. le digo más, a veces hay tantos boludos que cuesta trabajo respirar.
*roedor. usted elige para definir el zen, en una curiosa asociación libre, conceptos que alguna vez transmitiera en este país el cantautor Leo Dan (ni comprometido, ni casado, ni nada). sin embargo, la persona citada, tal vez no fuera apreciada debidamente por los analistas de la época. me permito sugerir la escucha del tema ‘cómo poder saber si te amo’, en la versión cantada por Leonardo Favio. he llorado la primera vez que lo escuché, y volvería a hacerlo sin ninguna dificultad.
*geoffrey firmin. yo he tratado de elevarme con todas mis fuerzas, lo confieso. y los vericuetos de lo hindú, el karma, la reencarnación, son caminos irrenunciables que uno debe transitar en dicha búsqueda. sin embargo, y permítame la confesión, cada vez que alguien habla de abolir el deseo, a mí me entran unas ganas de coger tremendas.
*anécdota / bonus track. No hace mucho, salí con una señorita. Demasiado joven, demasiado estudiante de filosofía, el cabello demasiado sucio, pálida, sandalias, bombachas prácticamente sin elástico, demasiado inconsciente de su belleza. Eligió ir a tomar una cerveza a la placita de Serrano, y yo dije que por supuesto, que claro, que sí. Dado el calor, estábamos tomando cerveza en una mesa sobre la vereda, mientras yo pensaba ‘esto es demasiado bueno, esto no puede ser verdad’, y la chica se reía de manera más que promisoria y su sonrisa era como un sol en un atardecer en la playa, y yo pensé que los dioses me estaban dando alguna propina, algún vuelto, y que el mundo podía ser a veces un lugar maravilloso.
De pronto, surgieron de la nada, 5 o 7 muchachos con las carácterísticas cabezas rapadas, túnicas naranjas, y el clásico baile funambulesco, movimientos epileptoides mezcla de murga y borrachera pero sin convulsiones. Golpeaban panderetas, hacían sonar campanitas, reían como sólo alguien que sabe algo sobre el karma, sobre el zen, sobre el nirvana, podría hacerlo. Todo esto ocurría al sonsonete de un ‘hare krishna, hare hare…’ ininterrumpido, que seguía y volvía a empezar, y los pelados de túnica naranja reían y saltaban como cervatillos en un bosque de ensueño, mientras algunos intentaban vender unos libritos, sin dejar de cantar.
Uno de los muchachos, jovencito, algo inexperto tal vez, de lentes redondos y brazos delgados como escarbadientes, intentó hacer una pirueta extra, un giro completo mirando al cielo, riendo, y un extremo de su túnica vino a dar contra mi mesa, y la botella de cerveza se tambaleó y salpicó de cerveza a la chica que me acompañaba antes de caer definitivamente al suelo y hacerse añicos contra las baldosas, y los maníes volaron por el aire, y un par de perros de la zona vinieron inmediatamente a ver, hasta que les tocara reencarnar, si se podían morfar algo, y dos chicas de otra mesa gritaron del susto porque un perro las había rozado, y la moza se fastidió, y mi acompañante pareció por un momento alejarse de su filosófico y armónico mundo y yo presentí que la salida se estaba alejando del puerto deseado. Y me puse mal.
Me acerqué al muchacho de túnica, inicié un bailoteo torpe, yo también, y le pasé un brazo por los hombros en un abrazo kármico, fraternal.
Logré que mis labios estuvieran entonces bien cerca de su oído.
–Si no desaparecés ahora, si no te evaporás ya, te voy a partir un chakra a pijazos –le dije.
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