Cuando escucho gente hablar en otro idioma, me sorprendo. Veo a las personas intercambiar sonidos y señales, sonreír, mover las manos, hacer pausas, mientras yo no consigo comprender nada en absoluto. La patria es el idioma, y no entenderlo equivale a ser un marciano.
Lo mismo me ocurre, la mayoría de las veces, con el idioma que practico. Eso también es extraño.
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