28.7.05

Bajo la lluvia, sin cantar. Fábulas sin animales

Hubo un tiempo en que estuve convencido que la lluvia ejercía un efecto negativo en el común de las personas que habitan las grandes ciudades. Creí que la lluvia los volvía más malos, más mezquinos, en una palabra: peores. Creí en verdad que la lluvia hacía florecer lo peor de esas bestias sin alma con las que me suelo cruzar en mi cotidiano derrotero.
Pero me equivoqué. Me equivoqué y lo admito.
La lluvia me vuelve mejor a mí, eso es todo.

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