24.11.16

No sos mi tipo


Entré al bar y la vi. La verdad que había salido de aquel absurdo cumpleaños, pero tenía que pasar a saludar, compañeros de trabajo. Estuve un par de horas, hice los dos o tres chistes que se esperaban de mí. Había empanadas catamarqueñas, chiquitas y de una feroz contundencia, y vino tinto de calidad módica. No hace falta aclarar que me manché la camisa con el primer mordisco de la primer empanada. Mordí y sentí como si me atravesaran el pecho con una aguja de tejer. El picante me quemó como un ácido, mientras deglutía sentí el chorro, el salpicón. Más fastidiado que de costumbre, soporté las bromas de rigor. A las dos horas hice como si me sonara el teléfono celular, puse cara de serio, hablé con nadie sobre un tema que me hizo salir al balcón y tirarme un poco del pelo. Me excusé, saludé al homenajeado, a su señora. Nos vemos el lunes, gracias por venir, felicidades, qué loco todo, claro, master, capo, sí.
Bajé a la calle y decidí caminar un poco antes de meterme en un taxi. Las doce de la noche de otro absurdo viernes, frío. Prendí un cigarrillo, caminé.
Vi el barcito cuando caminaba para Cabildo y me metí. Camuflado de bar irlandés, pero podía ser tan irlandés como coreano. Quería tomar un whisky, sacarme la mufa antes de ir a dormir.
Entré, iba a sentarme en una mesita cualquiera y la vi. En la punta de la barra, tomando un mojito o un daiquiri, esos tragos que les gustan a las chicas. Jugaba con el vaso, distraída y aburrida en indefinibles proporciones. El local estaba muy oscuro y la música muy fuerte. De fondo sonaba Radiohead, ‘karma police’.
Fui a la barra y me senté a una butaca de distancia. Pedí un whisky, irlandés, sí, por qué no, la promo, dos por uno.
–Sevime los dos, entonces, en uno –Dije–. Hielo, bueno, uno solo.
La chica era preciosa. Flaquita, muy flaquita, huesuda, remera sin corpiño porque no era necesario. Flequillito stone, morocha, algo desaliñada, jean muy gastado, fantásticos tobillos.
Le hablé. No soy de encarar en los bares, menos ahora que me vine grande. Nunca fui un galán. Pero la chica me hacía acordar a esas mozas de Villa Gesell que se reían de todo, fumaban porro frente al mar y no tenían problemas en coger en cualquier parte y se quedaban dormidas con el cabello sobre mi pecho y yo sentía que la vida no era tan mala, que había algo bueno en el mundo para mí también. Dijo Bukowski y cuando lo leí no lo entendí: juventud, hija de puta, dónde te has ido. Perdón, Bukowski.
Le dije que estaba bárbara, o le pregunté si la podía invitar con un trago. Le pregunté si esperaba a alguien. Le dije que quería conversar un rato. Le dije que estaba bárbara, otra vez.
–No –negó con la cabeza, sonrió apenas–. No sos mi tipo.
–Pero qué carajo importa si soy o no soy tu tipo –tragué mi whisky, pagué–. Si apareciera en este instante el hombre de tu vida, lo que vos estarías dispuesta a jurar que es el hombre de tu vida, lo odiarías en seis meses máximo. Lo interesante es que practiques superar la repugnancia que te genero, que aún así me tires de la goma por ejemplo, y lo superes, y continúes mañana con tu insípida existencia. Te estoy dando la oportunidad para que ejercites la tolerancia a la frustración de tu inexorable fracaso, dejar que te vayas amigando con todo lo horrible de este mundo. Lo mío es ayudar.

8 comentarios:

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Cuando llegamos a esta edad en que aprendemos que no hace falta nada más que decirle que está bárbara, ellas nos dicen que no somos su tipo.

Cuando ellas llegan a la edad en que entienden que lo mejor que hay para hacer es vivir la oportunidad con el mayor entusiasmo, entonces ya no son preciosas, ni flaquitas, ni huesudas, ni usan remera sin corpiño. Tampoco tienen fantásticos tobillos.

Paradoja del transcurso.

Cuando en el futuro los pasares se alinearen, entonces la felicidad tan buscada sucederá con frecuencia. No estaremos nosotros, otros disfrutarán.


Pero, qué tanto. Nosotros, hoy, gozamos este escrito íntimo y sublime, fruto de la retórica del tiempo y de tu genialidad. Gracias Juan.

WOLF dijo...

Aplaudo de pié a ambos Juanes... El del escrito y el del comentario. Gracias a ambos

Tamara dijo...

Juan Hundred brillante, juan sebastian olivieri....si es como escribe, usted podría ser mi tipo

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! dice usted ‘paradoja del transcurso’. nos ponemos todos de pie, hacemos silencio. muchas gracias.

*wolf! gracias.

*alma! gracias. tinting! señor olivieri, señor olivieri, presentarse por favor en puerta de embarque..

Anónimo dijo...

"El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez", dijo alguna vez Bioy Casares. Deje a esa chica en paz. Busque otra, hay.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lo del telefono es una estrategia brillante. No es poco mérito saber salir con un buen pretexto de un lugar en que no se deseas estar.

Lo de No sos mi tipo es una frase demoledora. ¿Es buena la estrategia que desplegada frente a ese frase? De eso quien sabría responder es el escritor mencionado en comentario anterior. Bioy Casares.

Dany dijo...

La mujer que me hizo más feliz hubiera encajado perfectamente en el "no sos mi tipo" dicho por mi. Afortunadamente por una vez en la vida, dejé de decir boludeces y fui a los hechos. Abrazo Juan.

J. Hundred dijo...

*anónimo! se subestima la estupidez, no hay dudas, punto para bioy. y que nos vaya bien a todos.

*el demiurgo de hurlingham! no hay estrategia para el rechazo, estimado. táctica es sobre el terreno.

*dany! amooor amooor, que te pintas de cualquier colooor.. qué buen tema para agarrarse a trompadas en algún boliche. lo abrazo.