6.6.16

Boomerang


La historia es, más o menos, siempre más o menos, así.
Iba a visitar a mi madre los domingos. Mi madre había enviudado, lo que equivalía a decir que mi padre había muerto. Los domingos pasaba a verla, a mi madre, a almorzar por decirlo de algún modo, porque mi madre jamás había cocinado en toda su vida. No le interesaba cocinar, mucho menos comer, pero tenía otras virtudes.
El asunto es que a la vuelta de la casa de mi madre había un mendigo. No, ya sé, en todos lados hay mendigos, pero quizás porque era domingo, quizás porque me acordaba de mi padre, me entraban ganas de hacer algo bien, de disculparme con él de algún modo por mi estúpida vida, no sé. Le daba, al mendigo, dinero. Domingo a domingo. Me saludaba el hombre, parecía contento de verme como si fuera un perro que no puede creer la suerte que tiene y salta de contento, hablábamos un par de palabras. Me contó una catarata más o menos inconexa de tragedias que lo habían llevado hasta ahí, me contó la muerte de su hija, me contó que tenía sida, me contó que lo había atropellado un auto.
Yo le llevaba alfajores o bizcochitos, ropa de abrigo para el invierno, y hasta le conseguí unos medicamentos para el asma que le habían recetado y no podía comprar. Yo ni siquiera le contaba a nadie lo que hacía, no sacaba chapa de buen tipo. Me hacía bien ayudarlo, a mí.
Iba los domingos, cerca del mediodía, le daba comida y algo de dinero, ropa, hablábamos un rato. Y me iba. Nada más. Sentía que justificaba mi domingo y quizás mi precario paso por la tierra. Mi vida.
Mi madre vive cerca del jardín botánico, olvidé mencionar eso.
El asunto fue que tenía que hacer un depósito en una cuenta bancaria para que no me la cerraran, y yo estaba justo cerca de Santa Fe y Scalabrini Ortiz porque había ido a retirar unos análisis de sangre. Suelo estar por el centro, de lunes a viernes, así es mi vida, esa es mi rutina.
Se me ocurrió hacer el depósito en la sucursal del banco que estaba ahí nomás, sobre Santa Fe.
Falta poco, sigo.
Entré al banco, poca gente, una pequeña fila. Y no va que entran a robar. Como en las películas. Se queda uno en la puerta, tres adentro. Sacan pistolas y una escopeta de caño recortado, gritan.
–¡Al suelo, al suelo todos, no es con ustedes, no sean boludos!
Una señora se desmayó del susto. Le habían dado un culatazo al guardia de seguridad, quedó sentado, apoyado contra la pared, chorreando sangre sobre la desteñida alfombra.
Agarraron al gerente de la sucursal y lo zamarrearon un poco para que abriera la puerta del tesoro. Sabían que era el día de pago de jubilaciones y no sé qué más. Había guita.
Entonces levanto la cabeza y lo veo. Uno de los ladrones era el mendigo. El mendigo al que venía viendo hacía casi un año, todos los domingos. El mendigo al que le había comprado remedios, el mendigo que me había abrazado llorando mientras me mostraba una foto de su pequeña hija muerta.
Me reconoció al toque, como si se encontrara con un compañero del colegio. Sonrió apenas, me hizo un gesto abriendo los brazos, como diciendo ‘qué querés que haga, es la vida’. Y asintió, también, bajó por un instante la vista sin dejar de sonreír, parecía darme una indicación. Como si me dijera ‘chito, no digas nada, vos quedate piola’.
Entonces miró a uno de sus compañeros y le dijo:
–Ese forro me conoce, matalo.

6 comentarios:

Tramos dijo...

El camuflaje de la mentira es tan impresionante como cuando descubres la verdad.
Bravo¡


Un abrazo,


TRamos

Anónimo dijo...

Leí por ahí: esperar que la vida te trate bien porque sos buena persona es como esperar que un tigre no te ataque porque sos vegetariano.
Cada cosa en su lugar. El secreto está en saber cuál es cuál.

J. Hundred dijo...

*tramos! tantísimas veces entramos al mundo, a cualquier mundo, con la precaria noción de blanco y negro. para más tarde o más temprano ir descubriendo, cómo decirlo, gamas de gris. 1abrazo.

*anónimo! hay un proverbio sufí que dice ‘confía en Dios, pero amarra tu camello’. no, ya sé, no tiene un pomo que ver. pero la frase que usted menciona es tan buena que me dio no sé qué quedarme tan atrás. 1saludo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es lo que se dice un giro argumental. El mendigo resultó ser un asaltante y tal vez haya fingido serlo para vigilar algo.
Evidentemente es un relato de ficción, salvo que seas un fantasma escribiendo un blog.
Saludos.

LaLa dijo...

Es el boomerang que te pega de culata en la cara, genial!! Beso Juan!

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! usted dice que es un giro argumental, yo diría que es una genialidad. pero como dijo el filósofo del derecho, el señor fernando burlando: son situaciones. 1saludo.

*lala! hacía tanto tiempo que no me entendían que ya me había olvidado cómo es, qué se siente. la abrazo.