30.5.16

Cómo comportarse en un negocio


Cuando entrás a un negocio, a cualquier negocio, dos de cada tres veces y puede ser todavía más, el vendedor no te quiere atender. Es algo patológico, aunque yo solía tomarlo como personal, pero no es personal. Se trata simplemente que el vendedor quería ser otra cosa, cualquier otra cosa. Pero está ahí, en ese negocio, que a veces está adentro de un shopping, unas doce horitas por día. Y el vendedor, que quería ser otra cosa, te odia por eso.
Entonces, la forma que tiene el vendedor de expresar su odio a la humanidad toda es ignorarte. Vos entrás, y el vendedor sigue hablando con el otro vendedor, o habla por teléfono como si estuviera arreglando para cenar con Daniela Urzi, o mira la computadora, la pantalla de una computadora que atrasa treinta y siete años y tiene un monitor de fósforo naranja. Mira la compu, el vendedor, y no a vos, no te saluda ni sonríe, no te dice ‘hola’, mira la compu como si estuviera jugando al poker con el gordo Ronaldo, como si estuviera twitteándose con Lady Gaga, como si su vida no pudiera parar de ser interesante.
Y antes me ofendía, me ponía mal. Tosía o decía algo. Pero no hace falta eso, no.
El antídoto, la forma, es bien sencilla. Lo único que tenés que hacer es ponerte a tocar algo. Algo de la mercadería que hay en el local. Olvidate del vendedor, olvidate si entra más gente. Si estás en una casa de ropa descolgá un saco que te quede, a vos, tres talles más chico, y empezá a meter un brazo, quizás incluso sin sacarte tu propio saco. O sacás un pantalón de un perchero y empezás a meter un pie con zapato y todo. Si es una fiambrería podés levantar un pedazo de queso fontina que fue prolijamente ubicado sobre el mostrador, lo levantás con ambas manos y apoyás la nariz encima o le metés un dedo para ver la consistencia, o agarrás una mortadela de cinco kilos cortada al medio, te la pasás por la frente y suspirás. Si es una librería agarrá un libro, cualquier libro, lo abrís al máximo, como si quisieras partirlo en dos, y te ponés a leer, así de pie. Das vuelta una página, leés un par de líneas, pensás, das vuelta otra página con descuido, la doblás, la arrugás.
En cualquier caso, el vendedor se va a fastidiar mucho.
‘¿Sí?’, te va a decir, o ‘Señor’, o ‘¿Qué desea?’.
–Nada –respondés–. Quería saber si existo.
Y te vas.

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tengo que decir que es real, que tiene mucho sentido. Lo he notado no sólo en los shoppings.
He notado el poco entusiasmo para vender algo. Mientras hay que corrarse para que no caiga encima la mercadería que están bajado de las estanterías.
También está algo opuesto. El empeño en demostrar que la ropa, varios números por debajo, queda bien. Para demostrar que el calculo a ojo de talle fue correcto.
O tal vez sea que odia estar ahí.

Saludos.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! entiendo que el poco entusiasmo por vender, dentro del occidente capitalista, es falta grave. 1saludo.