30.11.15

Lo oscuro


Nunca pensé que me iba a ser posible vivir en pareja, hasta que la conocí a Tamara.
Empezamos a vernos, salimos un tiempo, íbamos a cenar, cogíamos, lo normal. Hicimos unas vacaciones juntos, una semanita en Villa la Angostura. Prueba difícil si las hay, por lo menos para mí. Cada vez que me había ido de vacaciones con una chica, volví y me peleé. Un triste descubrimiento, sentir, no tengo otra manera de decirlo, que no iba a poder estar con esa mujer por mucho más tiempo. El solo hecho de imaginar la prolongación en el tiempo de esa situación me hacía doler el estómago. Era saberlo, saberlo no, sentirlo. Volver y pelearse, qué se le va a hacer.
Pero con Tamara no, nada de eso. Una mujer inteligente, con buen humor, sin ganas de romper mucho las pelotas, capaz de hacer silencio, sin necesidad de tener prendida las veinticuatro horas la radio de la mente. Buen pelo, fuerte, cogía bien.
Salió naturalmente, nos fuimos a vivir juntos. Alquilé un departamento en una calle tranquila, por Saavedra. Llevamos nuestras cosas, ella trajo a su perro, un simpático Schnauzer que se llamaba Freddie.
Ella daba clases en la facultad, yo iba a trabajar. Hacíamos planes, más vacaciones, un auto, un hijo, lo normal.
Teníamos una rutina, un chiste privado, no sé cómo surgió. Cuando yo volvía del trabajo, ella estaba en casa. Y los primeros tres minutos nos puteábamos. Era una joda, podía empezar ella, o yo.
–¿Qué hiciste para la cena? –me sacaba el saco, yo– ¿Otra vez ravioles? Se ve que te estuviste rascando la concha todo el día.
O.
–¡Qué es esa mancha de rouge! –me decía, se agarraba el pelo, o se arrodillaba con una mano en el pecho, como si le estuviera por dar un ataque– ¡Yo cuidando a tu hijo, y vos con otra mina!
Y así, cualquier cosa. Dos minutos, tres. A veces nos salía muy de telenovela, a veces parecía genuino, los reclamos, las quejas, eran los clásicos. Eran nuestros tres minutos de acting de las cosas que le suelen pasar a las parejas, a otras parejas. Y al ratito seguíamos con nuestra vida normal, nos cagábamos de risa.
El método era perfecto, por cierto. Como si pusiéramos todo lo malo, lo oscuro, lo tremendo, dentro de esa cápsula de tres minutos. Como tirar la mugre ahí
Pero un día llegué a casa, y justo ella estaba hablando por teléfono con la hermana.
–Hola, pichona –dije.
–Hola, Juan –me dijo ella.
Hacía mucho calor, entré a bañarme. Cuando salí, ella ya había colgado. Me contó que su hermana la había llamado para contarle que la habían echado del trabajo. Me preguntó cómo me había ido, si iba a querer comer el viernes a la noche en la casa de Gustavo, quería preparar un asado, le habían traído un lechoncito de Madariaga.
Comimos, vimos un poco de televisión, cogimos, dormimos.
Pero algo había cambiado. Habíamos olvidado putearnos, mandarnos a la mierda por cualquier cosa, recriminarnos algo, decirnos lo miserables que se habían vuelto nuestras vidas.
Y eso empezó a germinar, en lo profundo, a oscuras, eso que crece y se desarrolla y hace que todo se vaya a la mismísima mierda. Ajeno a nuestra voluntad, las fuerzas de la naturaleza.

5 comentarios:

Alelí dijo...

Sólo quiere quien sabe odiar.

Pero eso también se agota.

J. Hundred dijo...

*alelí! yo suelo decir ‘somos seres de luz’. y luego voy agregando ‘de guita y luz’, o ‘de grasa y luz’, o ‘de whisky y luz’, según me parezca que es lo que precisa la ocasión. le mando un beso en la frente.

Viejex dijo...

Iba recreando la rutina de las puteadas del cuento mientras leía y me pareció una genialidad. Un exorcismo contra lo oscuro, un exorcismo poco durable. Iba a decir un exorcismo berreta, pero sería injusto. Lo oscuro es implacable, apenas si podemos contenerlo un poco. Cualquier paliativo es bueno y este en particular me pareció de una originalidad encomiable. Los de La Renga decían, palabras más, palabra menos, que la muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja.
Saludos!

J. Hundred dijo...

*viejex! lo oscuro es implacable, lo dijo usted. y me viene a la memoria el título del último libro de onetti: cuando ya no importe. lo abrazo, somos gorilas en la niebla.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Parecía que habían encontrado la forma de evitar la rutina, con una pasión intensa, con odio fingido y deseo auténtico. Pero el "Hola, pichona" fue el principio de la monotonia.
Salvo que inventen otro pretextos para acusaciones falsas.