24.11.13

Asado con familia


         Fui a visitar a mi prima Milena. Tengo una prima que se llama Milena, desde chicos, desde siempre. Y aunque nos vemos poco y nada por diversas circunstancias de la vida, nos queremos. Es la prima a la que más quiero.
         Siempre la admiré, a Milena. Porque de chiquita ella quería ser bailarina clásica, y alguna vez la vi ensayar en puntas de pie, con el cabello tirante recogido y el cuerpo tan pulido, tan perfecto. Después se cansó del baile y estudió yoga muchos años. Fue instructora, daba clases por todo el país, cuando nos veíamos me enseñaba alguna postura para mi dolor de espalda. O para mi crónica tristeza.
         Se casó, Milena, tuvo dos hijos, vivió casi diez años en Londres. Se divorció, ahora vive con su nueva pareja en Vicente López. Pinta, pero no pinta un jarrón o una naranja por hobby. Pinta de verdad, expone sus acuarelas, las vende.
         Me dijo que me quería ver, me dijo que hacía mucho que no nos veíamos, me dijo que fuera a visitarla. El sábado al mediodía. Ian, su nueva pareja, haría un asado. Ella me dijo que quería conocer a mi novia, que fuera con Romina.
         En fin. Fuimos. Vicente López, una regia casa, la hija de Milena, Sofía, que ya debía tener quince años, estudiando para el colegio, el menor, Guillermo, no estaba porque se había quedado a dormir en la casa de un amigo y tenía partido de fútbol.
         Ian le debía llevar a Milena unos doce o quince años, bohemio, canchero, macanudo. Una casa bárbara con un jardín para tirarse a dormir la siesta. Árboles, sí, cinco o siete árboles de cien años, un álamo, un fresno.
         Estábamos en otoño pero no hacía demasiado frío. Ian insistió en mostrarme la cava de piedra, construida bajo la tierra, como si fuera un refugio atómico. Subimos con varios vinos. Ian insitía en que probáramos un Syrah australiano. Riquísimo. Romina se entendió al toque con Milena, la ayudaba a preparar las ensaladas.
         –¿Y éste cómo se llama? –pregunté, palmeando a un Collie atorrante, cariñoso, con pinta de no bañarse muy seguido.
         –Vito –me dijo Milena desde la cocina–. Le falta hablar, solamente. Es el mejor perro que tuve en mi vida. No sabés cómo cuida a los chicos.
         Trajeron unos platitos con salame y queso cortado en cubitos. Ian me sirvió un whisky de apertura. Era francés, de Bretaña,  editaba una revista de arte que marcaba tendencia en Europa. Fanático del asado y de los paisajes que podía recorrer en bicicleta, estaba encantado con la Argentina.
         Quería chequear mis mails. No hacía falta, pero estaba esperando que me  mandaran una presentación, corregida, para una charla que debía dar el lunes, y el teléfono me andaba para el culo. Soy consultor, me gano la vida hablando, digo un par de boludeces, hago reír a la gente mientras les explico qué hacer con su dinero, finanzas, no es una mala vida.
         Le pregunté a Milena si me dejaba consultar mis mails en cualquier computadora. Sólo un minuto.
         –Subí al cuarto de Sofía –me dijo Milena–. Tiene dos computadoras, además de su ipad,  y su iphone. En serio, no le molesta. Andá y pedile una de las netbooks.
         Subí, con el vaso de whisky en la mano. La puerta del cuarto de Sofía estaba entreabierta. Golpeé, dije ‘permiso’.
         Nada, silencio. Se debía estar bañando, se oía el ruido de una ducha, proveniente del baño situado a mitad del pasillo.
         Había pósters, un osito de peluche sentado entre los almohadones de la cama, lo clásico. Me senté frente a la computadora.
         Fue un error, fue un error, no debí hacerlo, lo sé, lo admito. Toqué el teclado, ahí estaba, en la pantalla, el cielo celeste de fondo, las nubecitas, los íconos. Pensé, es un segundo, chequeo el mail y me quedo tranquilo. Clickeé para abrir el explorador, miro si recibí el mail y bajo a limpiarme un tubo de vino con la picada. Pero el navegador tardó en abrir. Quizás la conexión era lenta, no lo sé.
         Debí levantarme e irme, no anda, listo. Pero di un sorbo al whisky, y abrí, al azar, una carpeta ubicada en el ángulo inferior izquierdo de la computadora. En la carpeta decía, debajo, ‘Vito’.
         Hice doble clic al voleo, eran cientos de fotos. Se abrió una foto. Al principio no entendí bien, pero después sí, después entendí perfectamente. Una foto del Collie, de Vito, sentado, con la pija parada, muy parada, casi púrpura. Las manos de la nena, de Sofía, una mano sosteniendo la pija, la otra los huevos. El perro miraba a la cámara algo aturdido, con la lengua afuera. La nena, en bombacha y corpiño, también miraba a la cámara. Con lascivia. Sonreía.
         Abrí otra foto, la de al lado. Ahora Vito estaba de pie (de pie, para los perros, es en cuatro patas), y Sofía, a su lado, en cuatro patas también. Muy agachada, como si estuviera buscando algo debajo de la cama. Pero no, estaba metiéndose el pito de Vito en la boca. La nena hacía casi una contorsión para mirar a la cámara, desde abajo, con el pito del perro en la boca. El perro parecía despreocupado, tranquilo.
         Abrí una más, una foto más. Sofía acostada de espaldas sobre la alfombra de color celeste, las piernas abiertas. Sí, claro, con Vito encima. La toma debió exigirle algunos ajustes, pero estaba bien lograda. Se veía, claramente, la penetración. La chica tenía puestas unas botas cortas que le quedaban muy grandes, se agarraba, con ambas manos, los tacos en punta, las piernas bien arriba.
         Cerré las fotos, cerré la carpeta, y bajé. En el pasillo todavía se escuchaba la ducha. Volví al jardín, me senté, terminé mi whisky de un trago. Ian  acomodaba el carbón con el atizador, para que el fuego diera más de lleno en las tiras de asado.
         –Tomá, probá esto –me pasó un tenedor con un pedacito de salchicha parrillera–. Decime si ya está bien.
         Me pareció que Vito me miraba. A mí, no la comida.

9 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Qué sé yo... cada uno con su librito. Todo es respetable. A Sofía le pintó eso. También le pudo haber dado por bajar cada viernes a la cava de piedra para introducirse en la vagina, por turnos, los más exquisitos Cabernet Sauvignon, las mejores cosechas, los vinos más añejos. O no sé, hacer una suerte de gangbang con un Malbec mendocino por allí y un Ribera del Duero donde no brilla el sol, succionando a un tiempo el gollete de un Chianti Superiore.

Digo, en tren de imaginar. Pero bueno... no me haga mucho caso, soy un tipo bastante chato. Solo quería predicar un poco de tolerancia.

Le dejo un admirado saludo.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! le cuento algo, intento ser breve. tengo un amigo, abogado, millonario, nos conocemos de toda la vida. hace poco, su hija adolescente aprovechó que él, mi amigo, y su esposa, se quedaban en capital. aprovechó, le decía, para hacer una fiesta, con amigos, en una casa que mi amigo tiene en un prestigioso country de pilar. hasta ahí estamos.
la fiesta era un sábado a la noche. mi amigo decide pasar, por la casa, el domingo después de almorzar. control de daños, así se dice.
ya en la garita le advierten, a mi amigo, que la noche anterior fue un descontrol. música a todo volumen, gente desnuda en la pileta, denuncias varias de vecinos. debo aclarar que mi amigo es temido y respetado por su condición, abogado, penalista, causas bravas, pulenta.
sigo. llega a la casa, a su casa. lo clásico, gente drogada en distintas habitaciones, rotura de vajilla y muebles, vómitos, sangre en el piso, preservativos usados sobre el césped. había habido, la noche anterior, consumo de marihuana y cocaína, escenas de sodomía. un vecino, amigo de mi amigo, le pasa alguna suerte de reporte de algunas de las barbaridades ocurridas. habían intentado ahogar a un chico en la pileta. habían usado el equipo de video para filmarse, varios, cogiendo, en una suerte de miniorgía. le destrozaron un bmw 320i flamante (de mi amigo) contra un árbol, en fin.
mi amigo hace una breve inspección ocular, y me cuenta, me dice: habían usado dos botellas de mi johnnie walker etiqueta azul para hacer ‘whiscola’. eso sí que no pude tolerarlo, todo tiene un límite.
lo saludo con afecto.

neurotisartre dijo...

ja! dejemos de reproducirnos, por favor

J. Hundred dijo...

*neurotisartre! entre la nada y la nada, la náusea. 1saludo.

Dany dijo...

Mire ud.....yo a los quince era un boludo bárbaro. Ni miraba a las perras. Abrazo!

Bob Harris dijo...

No dejo de pensar en aquello de: gustos son gustos dijo una vieja y… lo que seguía eran excentricidades como “le puso azulejos al gallinero” o “se perdió un palo en el culo”, o sea cosas de dudoso buen gusto, pero que en todos los casos solo afectaban a la famosa vieja.
Me inquieta, por no decir preocupa, la opinión del perro!
Como siempre muy bueno lo suyo!
Abrazos

J. Hundred dijo...

*dany! a los quince años, según recuerdo, me masturbaba entre dos y tres veces al día. algunos pensaban que yo era un onanista, un pajero. nada de eso, estaba haciendo literatura. lo abrazo.

*bob harris! los animales tienen esa genialidad de no hablar. esa muda desesperación. ahora, si vito me quería decir ‘no doy más, loco, me están secando como un ficus’, o ‘no sabés lo bien que coge esta pendeja’, eso no lo sé. lo abrazo con respeto, si la contradicción es admisible.

Mr. Kint dijo...

Mire, a mí casi me agarra un síncope cuando leí "Ian me sirvió un whisky de apertura. Era francés, de Bretaña,..." pensé por unos segundos que el whisky era francés, me sentí realmente perdido, estuve mal. Dos párrafos después me recuperé. Y con su posterior comentario tuve sentimientos encontrados, qué sé yo. "El walker blu leibel no se mancha" decía mi Tata (sí, etiqueta azul lo traducía bien pero al nombre propio siempre se le escapaba la LK), son cosas que te marcan. Un abrazo grande para usted.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! este año, durante unos meses, estuve tomando whisky americano, y para mi sorpresa camina muy bien. ahora, no puedo dejar de mencionarle, con el respeto y el cariño que le tengo, que su comentario está imbuido de irrelevancia y mala fe en curiosas proporciones. como muestra de mi magnanimidad, lo abrazo.