24.9.13

Medianoche en Paris. Mediodía en Villa Crespo


         Vuelvo al barrio. Al barrio donde nací, donde pasé, entre tantas cosas, la vida, hasta casi entrada la edad adulta.
         Tengo que hacer un trámite, legalizar unas fotocopias, alguna imbecilidad de ese tenor. Me dicen que el escribano no llegó, que está demorado, que se quedó atrapado en un ascensor. Así que digo que bajo a tomar un café.
         El 97% de la vida es esperar, sólo esperar. El resto del tiempo es para lavarse los dientes, pagar el gas, comer un par de empanadas de carne cuando pediste de jamón y queso, tomar un vaso de agua con gas cuando pediste sin gas, y viceversa, y viceversa todas las veces que sea necesario, las cosas que te mantienen andando.
         Entro a un bar, me siento, pido un café.
         Y entonces pasa. Sucede.
         Entra gente, un par de personas. Un pibe que fue conmigo a la primaria, jugaba muy bien al fútbol, seguro. Usa un bastón, arrastra una pierna. Balbucea con dificultad para hacer su pedido, tiene espasmódicos movimientos, se le escapa un gutural gemido. Ha tenido algo, un ataque, no sé.
         Entra una pareja. La mujer es la chica que nadaba en el club, la mujer más linda que yo haya visto en mi vida, verla en malla me daba material para masturbarme con diaria regularidad unas dos o tres semanas, en doble turno. Ahora es un inmundo bofe. Se ha echado unos treinta kilos encima, grita, a su marido, se queja, del clima, de la inseguridad, de lo caro que está todo. Tiene los  dientes muy manchados, usa un viejo pulóver que alguna vez debió ser bordó. Mastica con la boca abierta, las miguitas salpican en todas direcciones.
         Por la calle pasa un hombre, alguna vez fue mi vecino. Solía usar una boina a cuadros, y me hacía preguntas porque una vez me había visto en el ascensor con un libro de ajedrez. Ahora pide plata, en la calle, cuando corta el semáforo. Ofrece estampitas, y unas calcomanías, también. Usa un pantalón de franela gris, donde luce, con dolorosa claridad, un manchón de orina.
         Y así podría seguir.
         No, claro, entiendo tu forma de razonar. Te acordaste de ‘Midnight in Paris’, de Woody Allen. La idea, tantas veces utilizada en ciencia ficción. Te parás en una esquina, a determinada hora, y volvés al pasado.
         Pero no, lo que te acabo de contar puede tener algún punto de contacto, pero no es lo mismo. Acá no volvés al pasado. Acá te parás en una esquina y el pasado viene hacia el presente, con la única intención de recordarte que la vida nos pasó por encima. A todos.

3 comentarios:

Juan Sebastián Olivieri dijo...

...tener ahora la certeza para lo que ya no puede ser, es una paradoja por lo menos escalofriante.

Dany dijo...

En alguno casos hay que tener huevos para volver al barrio de crianza. A veces hasta los viejos olores se pudrieron.
Los escribanos nos pueden cagar la vida......

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! las certezas por la negativa suelen ser tan descarnadas como escalofriantes. las certezas por la positiva sólo corresponden a imbéciles sin alma.

*dany! yo hace tiempo que no quiero volver a ninguna parte. y, para ser sincero con usted, tampoco tengo hacia dónde ir. situación particular por cierto, tampoco en exceso desagradable.