Subió
en el ascensor, piso 33. El ascensor subió como si fuera al mismísimo cielo,
como si el ascensor fuera el Transbordador Columbia. Escuchó un ínfimo zumbido,
nueve segundos, once quizás.
Se
abrieron las puertas. Avanzó. Una alfombra turquesa donde le desaparecían los
pies, como caminar sobre treinta centímetros de agua, en el Caribe. Eso fue lo
que pensó.
La
secretaria hablaba por teléfono, para eso fueron puestas las secretarias sobre
el planeta tierra. Y para chupar pitos, también, para arrodillarse sobre
fantásticas alfombras de color turquesa y beber esperma de tipos que manejan
corporaciones desde algún piso 33. Conocía chicas que trabajaban doce horas por
día de cajeras en supermercados, y después encima tenían que coger con él. Cada
uno elige la soga con la que se ahorca.
Le
hizo un gesto con la mano, la secretaria. Que pasara directamente.
Empujó
las puertas de la madera más oscura que jamás hubiera visto. Pesadas, muy
pesadas, y casi negras. Olían, las puertas de madera, a madera, a árbol, a naturaleza
mezclada con desinfectante, a dinero.
Entró.
–En
Sarmiento al cuatro mil doscientos está el hotel Camaro –le dijo el hombre, y
recién entonces giró, muy despacio, su silla. Le había hablado de espaldas,
mirando el ventanal, el río, detrás de un escritorio que debía tener unos tres
metros de lado. Un escritorio donde se podría haber jugado un partido al ping
pong mientras alguien, el que estuviera detrás del escritorio, seguiría con lo
suyo sin mayores inconvenientes. Demasiado robusto, quizás, el hombre, en el
límite con la gordura, más de cincuenta años, todo en él exudaba solvencia. Camisa
recién planchada con sólo un botón desabrochado, una pulsera de oro en la misma
mano del reloj, impecable afeitado, cabello muy corto y abundante, algunas
canas, gel–. Ahí arriba de la mesa tenés el maletín.
Miró
el maletín, estaba cerrado.
–Vas
al hotel Camaro, y en recepción pedís por el Mono –siguió, tomó un sorbo de su
café–. Te van a decir el número de la habitación.
Hizo
una teatral pausa, él no dijo nada. El hombre encendió un cigarrillo y miró su
reloj, o quizás el orden de las acciones fue al revés. Fumaba Winston.
–Te
van a decir la habitación 318 –dijo–. Pero vos vas a la 319. El Mono sabe que
lo están buscando. Si tocás la 318, el Mono te va a matar, desde la 319.
¿Entendés?
–Sí
–dijo. Porque se entendía lo que el hombre había dicho, lo que el hombre estaba
diciendo.
–Entrás,
y le decís al Mono que te mando yo. Y le das el maletín. Son los ochenta y
cinco mil dólares que pidió. No los va a contar, no tiene tiempo para eso. El
vuelo de él a Panamá sale a las tres de la tarde. Cómo hace para salir con la
plata es un problema de él. ¡Es problema de él!
–Sí
–dijo.
–Lo
que te tiene que dar él, en una bolsita, es un dedo. El dedo que le cortó a ese
hijo de puta que se acostaba con mi mujer. Forro –se paró, pitó con energía,
con interés–. Cuando escuchamos las grabaciones, a ella le gustaba que él la
pajeara, con el dedo. Parece que el tipo es músico, toca el contrabajo. Tiene
un callo, bien duro, amarillo, en el dedo mayor de la mano derecha. El tipo la
pajeaba, a mi mujer, con ese dedo. Mi mujer se pegaba unas descomunales
acabadas. Así que le pagué al Mono para que le corte el dedo a ese infeliz. Ya
no va a poder pajear a mi mujer. Tampoco creo que pueda volver a tocar el
contrabajo. Se va a tener que pasar la vida haciendo otra cosa. Vendiendo
cubanitos, yo qué sé.
Se
rió, pero seguía enojado. Levantó los hombros, como quien acaba de hacer una
travesura, y se rió otra vez.
–A
mí no me jode nadie. Soy Walter Pirozzi, y tenés que saber que no te podés
coger a mi mujer. A propósito, por qué no subió Beto. ¿Sigue resfriado?
–Señor
–tosió, apenas–. No sé. Yo soy de sistemas. Me dijeron que tiene algún
problemita con el mouse.
–Ah,
sí –apagó el cigarrillo, fue hasta un sillón y se puso a revisar papeles–. Es
la máquina que tenés allá. Para mí que tiene un virus.
13 comentarios:
JAJAJAJAJAJAJ geniaaaaaaaaaaal!
mencantó
¿85000 verdes por un dedito de morondanga? Que alguien regule ese mercado, por favor...
Impresionante! Y coincido con Rob K, un dedo, más que una luca argenta no vale, pero si Pirozzi anda generoso, por favor dígale que a su mujer yo la hago acabar con el meñique izquierdo.
Qué bueno, Hundred!
De lo mas trillado y aburrido que lei de ud.
Don Cien.
Creo que la entropía ha hecho efecto en usted, es claro. Sin embargo, ningún ser vivo se puede jactar de ser ajeno a este proceso que pasa, que nos pasa. Si usted está mal, yo estaré peor, quiero decir.
Por cierto, siempre es un gusto leerlo.
Gracias por sorprender.
*zeithgeist! siento que estoy dejando la piel del prepucio en cada post. así que por fin, nena. por fin.
*rob k! que nos vaya bien a todos.
*a. torrante! pirozzi dignifica.
*viejex! caramba, viejex. usted por lo general viene con la ímproba tarea de recordarme que soy un pelotudo. quiero decir, lo desconozco.
*angel! lamento disentir con usted, pero no, no creo. hay gente por ahí que suele decir cosas como ‘estoy en mi mejor momento’, pero yo siempre estoy en mi peor momento, estoy en mi peor momento prácticamente todo el tiempo, desde siempre, desde que puedo recordar.
*diego! leo sus palabras y recuerdo una película que me gustó, titulada ‘entropía, birra, faso’. me pegué una vuelta por su sitio, calculo que es cuestión de días antes que usted se transforme en uno de los tipos más leídos de la web, con todo lo que eso implica. acepte mis respetos.
Usted tal vez no lo piense, no lo crea, no lo sienta así empero le digo que sus palabras son de aliento, con ganas de dar ánimos.
Tal vez no, quizás me quiso ofender, menospreciar, embargarme en la más inhóspitas lagunas de la mediocridad, con todo lo que eso implica.
Igual, pienso que es una palmada en la espalda, un 'Vamos, nene' que me hace falta.
Gracias, che, gracias.
Solo puedo decir que lo mejor que puede pasarle es estar en su peor momento, no veo forma más optimista de vivir.
Despreciaría que me dijera que es este su mejor momento le sugeriría entonces suicidarse para quedar asi inmortalizado o, de forma menos drástica (quizas), dejar de escribir.
Lo útimo que le falta son babosos lectores que lo halagen sin razón, a mi saber no hay mejor forma de expresion y respeto que la franqueza.
Qué devaluados están los gángsters por estos días como para manejar estos asuntos desde un piso treinta y algo. Un buen Tony Soprano sabe que para manejar la calle hay que ponerse al nivel de ella, o incluso debajo, en un sótano del puterío; ah, y el gordo nunca llamaría un técnico de sistema, si el mouse falla descarga su ira y hace mierda la PC completa; después charla con su psicóloga en una de las más memorables escenas que nos ha dado la TV.
Saludos
*diego!
*angel!
*mr. kint! no tengo más que darle la razón. cuando yo sea secretario de educación, ‘los soprano’ será una materia obligatoria en las escuelas primarias. también se practicará robo de vehículos, uso de armas de fuego, consumo de estupefacientes, y secuestros en todas sus modalidades. es importante que los niños adquieran el herramental que les permitirá salir adelante, desarrollarse, ser alguien en la vida. un saludo.
Las descripciones a su estilo son fantásticas. Puede que esté en su peor momento....conservelo. Un abrazo.
*dany! es como escuché decir, a un monocorde delpo, respecto del señor federer. dijo ‘vos tenés que estar en tu mejor día, y él tiene que estar en su peor día, y entonces tenés alguna chance’. lo que quiero decir es que, incluso en mis días más bajos, sigo siendo buenísimo. 1abrazo.
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