20.8.12

Reinventarse

         Cuando a Mónica el doctor le dijo que, viendo los estudios, las microcalcificaciones, lo mejor iba a ser operarla de un pecho, bueno, Mónica se derrumbó. No hubo nada de metáfora, literalidad pura. Estaba escuchando al doctor que le hablaba con su mejor cara de circunspecto, cuando sintió un leve adormecimiento en un pie, como si le hubieran anestesiado la parte inferior del cuerpo. Le pareció que se deslizaba de la silla,   apenitas, su cintura se despegaba del respaldo. Y después se puso todo negro y no sintió más nada.
         Se despertó acostada en la camilla del consultorio, le habían quitado los zapatos, le dieron un caramelo de eucalipto y un vaso de agua. El médico la ayudó a sentarse, le preguntó si ya estaba bien.
         Mónica, al tiempo que recuperaba la conciencia de su cuerpo, recuperó como un rayo la conciencia de la noticia. Y lloró. Tuvo un acceso de llanto mientras el médico le sostenía una mano con algo que el médico debía pensar era parecido a la ternura, pero en realidad era como si hubiera levantado un pejerrey, muerto, del fango.
         Mónica pensó que algo había terminado. Su cuerpo siempre había sido su mejor aliado, y había llegado la hora de la despedida. Recordó que todos habían querido bailar con ella, siempre, desde la secundaria. Ella, con los labios pintados de un rojo furia y sus remeritas apretadas y los chicos que hacían tremendos esfuerzos para que la vista no se les fuera hacia abajo. Ella, con su jean ajustado y una camisa apenas entreabierta, volviendo loco a todo el mundo en cualquier oficina. Jefes que le habían jurado que dejarían a sus esposas y a sus hijos por ella, Gabriel mirándola mientras ella se quitaba el corpiño, negando con la cabeza, sin poder creer lo que veía, lo buena que estaba.
         Nunca más. Se iba ella, o lo mejor de ella. Pero no era tonta, la vida le había enseñado. Siempre había querido retomar sus estudios, recibirse de abogada. Estudiar teatro, también, no, teatro no, mejor fotografía. Ya había tenido suficiente con los hombres, podía tomarse un recreo, una pausa. Reinventarse, eso. Juntar los pedazos, seguir. Superar el espanto.
         –Quizás no entendió bien –dijo el doctor–. Es normal, el susto. En ningún momento dije nada referido a una mastectomía.
         Con una sonrisa, el doctor le explicó que la medicina había avanzado mucho en los últimos años. La intervención le dejaría a Mónica, como mucho, una cicatriz de un centímetro de largo justo sobre la base de su teta derecha. Se podía hacer plástica y en tres meses sería algo menos que un rasguño. ¿Quimioterapia? No, nada de eso, la gente veía demasiadas series de hospitales. Nada de nada.
         –Bueno, doctor. Me gustaría operarme lo antes posible –Mónica pensó que estaban en Septiembre, y Martín la había invitado a Punta del Este la última semana de Enero. Algo gordo, Martín, y le gustaba demasiado el fútbol. Pero tenía un regio departamento sobre La Mansa, y un bmw descapotable, un Z4. Iría a la playa con una bikini imposible, sintiendo el viento en la cara, comería mejillones a la provenzal sin sacarse los lentes de sol mientras la gente trataría de adivinar si era una vedette, si la habían visto en algún programa de televisión. Iba a ser bien divertido.

5 comentarios:

Juan Sebastián Olivieri dijo...

¡Una pintura impecable!

A.Torrante dijo...

No es que me hiciera ilusiones de poder algún día voltearme una mina así, pero gracias a su entrada no me queda otra que resignarme o irme de putas lo cual casi casi, vendría a ser la misma cosa, pero con la resignación me ahorro unos buenos mangos.

Angel dijo...

Excelente retrato.
Soprende lo que hace un buen susto

Dany dijo...

Nadie se reinventa en las vísperas.
Excelente y tan real lo de la ternura y el pejerrey muerto.
Abrazo.

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! quizás un óleo, quizás un fresco.

*a. torrante! que nos vaya bien a todos.

*angel!

*dany! supongo que para poder ejercer la medicina, como deformación profesional, se impone no sentir. ahora que lo pienso, para poder ejercer cualquier profesión, es menester no sentir. 1abrazo.