10.8.12

Víctima de una maldición

         La historia la escuché contar. Bah, la vi en un video, por youtube, estaba buscando otra cosa, un tipo que hablaba sobre otra cosa, no importa qué cosa. Lo que importa es que la historia no se me ocurrió a mí, aunque puede que le agregue un par de variantes, ya que estoy acá. Ya que vine.
         Hay un tipo, un hombre, un señor. Caminando por un bosque, paseando. De pronto, escucha un susurro, muy extraño, casi un susurro.
         –Can you help me? –La historia la escuché en inglés, pero no importa, ahí te lo arreglo.
         –¿Puede usted ayudarme? –Escuchó el hombre, el susurro. Piensa,  el hombre, que debe ser, justamente, lo que escucha, un pensamiento perdido en algún recóndito pliegue de su mente.
         –Ayuda –otra vez el susurro, la voz–. ¿Me ayuda?
         Se detiene, el hombre. No está loco, no. Y tampoco hay nadie alrededor, apenas la vegetación que le permite pasear fuera de su habitual y urbano contexto.
         Va bordeando un lago, es una bella mañana, algo fría. Mira hacia abajo, y ve un sapo.
         Como si se tratara de una broma, el hombre se arrodilla, y dice:
         –Perdón, sé que no estoy loco, y sé que no es posible, pero ¿usted me habló?
         –Sí –dice el sapo, que lo mira fijo–. Fui yo. Soy víctima de una maldición. En realidad no soy un sapo, soy una princesa. Flaca, morocha, buenas tetas, generosas pero no excesivas. Culito redondo, muy firme. Tiro de la goma, no sabés cómo tiro de la goma, con pericia no exenta de entusiasmo, con método sin caer en la monotonía. Sé cocinar, también. Milanesas con puré, pastel de papas. Risotto.
         El hombre se rasca la cabeza.
         –Lo que preciso es que me des un beso –continúa el sapo–, y volveré a ser la fantástica princesa que acabo de describirte, toda para vos. A tu disposición.
         El hombre sonríe, no puede creer su suerte. Toma el sapo, y lo coloca en la palma de su mano. Vuelve a ponerse de pie, le duele un poco una rodilla. Hace el movimiento para guardar al sapo en un bolsillo de su abrigo.
         –Ey –dice el sapo–. Te olvidaste de darme el beso.
         –Mirá –dice el hombre–, yo no soy un galán, desde ya, y me vine grande. He tenido algunas mujeres en mi vida. De hecho hasta estuve casado unos años, viví en pareja. Me parece mucho más interesante tener un sapo que habla.
         El hombre guarda el sapo en un bolsillo. El hombre sigue caminando.

11 comentarios:

A.Torrante dijo...

Siempre que leo un cuento sobre sapos no puedo evitar recordar frases tipo: "el que le apuesta al dólar..." "el que depositó dólares" No sé si esa será nuestra maldición.
Con respecto al personaje, tener un sapo que habla viendo el nivel de conversación potencial, voy por el pete.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

La edad sólo puede ser acompañada de la sabiduría, sino es al pedo.

J. Hundred dijo...

*a. torrante! alguna vez escuché decir, respecto al tema knockin’ on heaven’s door y la versión dylan, aquello de ‘el tema que todos cantan, pero que nadie canta, como él lo canta’. en el caso de los cuentos de princesas y sapos, no me queda más remedio que recordarle, bueno, que son los cuentos que todos cuentan, pero que nadie los cuenta, como yo los cuento.

*juan sebastián olivieri! se lo digo en francés: satamuant.

A.Torrante dijo...

Disculpando tan burda comparación pero a su vez expresando mi total acuerdo con usted, creo que Hugh Grant dijo algo parecido sobre Divina Brown cuando le preguntaron sobre su "asuntito". Calculo que Camila Parker debería tener la misma capacidad. En fin, son ingleses, lo cual por lo general los torna inexplicables.

Mr. Kint dijo...

Me hice recordar el chiste que algún vez escuché en voz del Negro Álvarez.
Dice que una señora ya entrada en años, desconsolada en la recta final de su solitaria existencia le pide a santos, hadas, chamanes y curas brasileros que transformen su desganado gato que se lame sobre el sillón en un hombre. Sus deseo parece ser escuchado y en cuestión de segundos el rechoncho felino adquiere la forma de un campeón olímpico de natación, un Brad Pitt de aquellos.
El tipo se acerca, la toma con necesaria fuerza de la cintura, la mira fijo a los ojos y le dice al oído "hoy sí que te vas a arrepentir de haberme castrado, vieja culiada"

Mr. Kint dijo...

"me hizo recordar" aprovecho a enmendar el error y mandarle el abrazo de siempre.

Caia dijo...

Mas vale sapo en mano que mujer hablando? Bue, bolsillo.
Estos días me acordé de ud, mándeme un subte lleno que compro, eso de caminar 50 cuadras por día me tiene más que harta!!

J. Hundred dijo...

*a. torrante!

*mr. kint! debo confesarle, que en mi derrotero laboral, tuve que lidiar con cordobeses, con gente oriunda de la provincia de córdoba. me parecieron malos, repugnantes seres, verdaderas basuras humanas, fiel reflejo de todo lo malo del ser nacional. a punto estuve de dejar de consumir fernet, como muestra de repudio a esa absurda provincia. pero. más luego, al conocer gente de salta, de corrientes, gente de la patagonia, desde ya los porteños, percibí que era exactamente igual, acontecía lo mismo. quiero decir, algo muy malo, como si de una infección se tratara, sucede cuando sos argentino. lo mío no es un juicio de valor, yo soy parte del problema.. ah, y el chiste no es gran cosa (tampoco lo que yo escribo, quiero decir, estamos a mano).

*mr. kint! no hay nada que enmendar. un abrazo.

*caia! respecto al subte que no anda (y que venía lleno), docosa. primero, no tiene por qué usted saberlo, pero en el libro ‘el que tiene sed’, del superior abelardo castillo, hay un momento, una escena. en la escena, y usted disculpe si lo que describo, la cita, no es exacta, pero no es que ha pasado mucha agua bajo el puente, he pasado, yo mismo, bajo el puente, con todo el impacto que tal situación ha tenido en mi potencia expresiva. entonces, el personaje, esteban espósito, habla con ‘el hombre de los cabellos de plata’. y el hombre de los cabellos de plata le cuenta cuál es el secreto de la vida. siempre se puede estar peor, vale la pena vivir sólo por eso, le dice.
algo más, bola extra, cuando camino por la ciudad como un imbécil, como un poseso, tratando de llegar a lugares que no me interesan, para tener reuniones con gente que no me importa, luego de caminar, no sé, veinte cuadras o más, surge en mí una certeza. sé que cuando vuelva a mi domicilio y me observe las ingles, por qué no los huevos (si me disculpa el tecnicismo), descubriré ese color tan particular, tan característico, que tenían esos simpáticos animalitos de vidrio que se vendían como recuerdo y servían para saber si el clima iba a estar nublado o lluvioso, allá por necochea, quizás en san clemente. la palabra exacta, sería ‘tornasol’. la saludo con afecto.

lobamarina dijo...

yo no entendía por qué le tenía miedo a los sapos "no hacen nada" "te tienen más miedo ellos a vos que vos a ellos", decían mis padres.
y no papá, pasa que el sapo habla. y no llama.

Dany dijo...

Si, el pastel de papas y la tirada de goma no ameritan el resto cuando ya se ha sentido el fracaso...
He vuelto por acá....voy a ir leyendo los que me faltan....

Abrazo!

J. Hundred dijo...

*lobamarina! pareciera entonces que usted no le tiene miedo a los sapos. a lo que usted le tiene miedo, situación de lo más normal por cierto, es a quedarse sola.

*dany! ajá! así que usted desaparece un mes y vuelve ahora así como así, lo más campante, como si yo fuera una antigua novia medio feucha a la que igual se le puede hacer una visita sin dar demasiadas explicaciones. me informan mis esbirros que su ausencia se debe a que usted, por decirlo de algún modo, fue papá. quiero decir, tuvo un hijo. o sea que acá la gente se va por cualquier pavadita, y a mí nadie, ni su señora, ni mucho menos usted, me llaman para consultarme a ver si yo estoy de acuerdo con que tengan un hijo, tampoco me preguntan qué nombre ponerle al chico, o adónde hay que mandarlo a estudiar cuando sea grande. me aíslan, como siempre, un destrato absoluto, no se bancan la desmesura de mi talento, como me sucedía de chiquito, desde siempre. qué tiene miedo? que su hijo se siente un día y le diga ‘mirá, viejo, la verdad que escribe mejor hundred?’ o sea que a mí me dejan acá, escribiendo las dos o tres boludeces de costumbre, como un perro sarnoso, mientras ustedes se van por la vida, y encima son felices? no sé, no me parece.
hasta creo que vi una foto, no, no su ridícula foto en culo, una foto del bebé. es probable que no lo vuelva a decir nunca, pero quiero que sepa que lo respeto y lo admiro. 1abrazo.