20.2.12

Cae un rayo

Estamos metidos en el mar. Bah, no, no estamos metidos en el mar, pero estuvimos. Acabamos de salir, y estamos en la orilla, tratando de secarnos. Se puso feo el día. Llueve. Se supone que cuando llueve el mar no está tan frío, pero no sé si es verdad. No hay gran cosa para hacer, más que fumar con las patitas metidas en el mar. Tampoco hay demasiada gente, por suerte. En parte porque estamos en Marzo, en parte por la lluvia. La gente recoge sus cosas y busca reparo. La gente se va.
Pero a nosotros no nos importa la lluvia, ya estamos mojados. Vinimos con Mariano escapando de la ciudad, de la vida de oficina, del subterráneo y la gente que está enojada para siempre y te salpica con su enojo. Mariano tenía que traer a su hermana que venía a quedarse unos días en lo de una amiga que había puesto una rotisería en la costa. Me preguntó si los quería acompañar. Una semana para no hacer nada, para comer a la noche en la única parrilla decente de Mar Azul o Las Gaviotas o como corneta se llame este lugar.
Necesito dormir, hace como diez años que no duermo más de cinco horas por noche. Hace todavía más años que el whisky perdió su poder de cachiporra, de piedrazo para hacerme descansar, pasó a ser como lavarse los dientes, parte de una funcional rutina. Nos vinimos grandes, todos, y no nos salió prácticamente nada de lo que queríamos. Estamos tristes, no queremos que nos rompan mucho las pelotas, aprendimos a conformarnos con lo que hay.
Estamos fumando, mirando a ver si hay algún culo decente aunque estemos fuera de temporada, alguna veterana que todavía quiera sentir una brisa por debajo de la línea del Ecuador. Mariano me dijo que la única condición era que no intentara nada con su hermana, porque sabe que yo soy perfectamente capaz de cogerme un pato de madera, y la hermana de Mariano tiene un leve retardo, algo de nacimiento. Eso iba a hacer que la hermana de Mariano se mostrara mejor predispuesta hacia mi persona, o que tuviera algunas dificultades para resistir mis avances. En cualquier caso, Mariano me dijo que con que nosotros fuéramos amigos desde la secundaria ya era suficiente desgracia para su familia, que por favor dejara a su hermana en paz. Llueve pero no demasiado fuerte, un perro de playa me mira, se queda al lado mío esperando algo que no sé qué es, pero que no es una caricia. Alguien camina con una sombrilla amarilla al hombro, alguien le grita a sus hijos que junten las cosas, alguien busca una ojota como si fuera el objeto más importante del mundo, como si encontrar esa ojota justificara su paso por el planeta tierra, un nene llora y su mamá también tiene ganas de llorar.
Cae un rayo. Es como en las películas, más o menos como en las películas. Como si el cielo fuera papel de alfajor y alguien le hubiera hecho un desgarrón. Siguió el trueno, ensordecedor, el perro se asustó y corrió en dirección a los médanos.
Cayó a mi derecha, a unos veinte o treinta metros, justo miré. Cayó en la cabeza de un gordo con gorrita tipo Piluso, un gordo que esperaba algo, cualquier cosa, de pie, hablando por teléfono celular.
–¡Uy! –Gritó Mariano– ¡Mirá!
Nos acercamos. Miré a ver si alguien gritaba, si algún familiar se acercaba o movía los brazos o se quedaba mudo de espanto, pero no. Ya no quedaba casi nadie en la playa, y los que quedaban no miraban, se iban y nada más. Quizás el gordo había decidido esperar en la playa un rato más, solo, mientras su señora y los chicos se volvían al departamento a merendar.
Cada tanto, a veces, uno descubre la increíble fuerza de la naturaleza. De lo que debió haber sido un hombre de unos noventa kilos no quedaba nada. Había sido achicharrado por completo, por ciento ochenta y tres mil quinientos veinticuatro voltios. Quedaba una especie de rama chamuscada, torcida, del tamaño de un bastón, sobre un charquito como si alguien hubiera volcado un licuado de frutas sobre la arena húmeda. La gorra se había desintegrado por completo, salía un humito, a un par de metros había sobre la arena unos lentes de sol que debieron volar con el impacto de la descarga.
–Desapareció –dijo Mariano, pisando con cuidado por si la arena se hundía–. No quedó nada.
–Es tremendo –dije, tiré la colilla del cigarrillo–. Lo fulminó.
Cuando pasa algo así las palabras dejan de tener su precaria utilidad. No sabía si creer en la suerte o en el destino. Estábamos a veinte metros, nos podía haber caído, el rayo, a nosotros. Tiene que existir un orden superior que justifique estas cosas. Nosotros vemos una pequeña parte del collage del universo desde nuestra efímera subjetividad, pero lo que sucedió debía tener alguna explicación en alguna otra parte. Quizás el hombre tenía una enfermedad terminal y a través del rayo le había sido quitado el sufrimiento, quizás era un torturador o un violador de niños y fue castigado. Quizás todavía quedaban un par de cosas buenas esperándonos en alguna parte, algo para hacer con nuestras vidas, y el rayo nos esquivó, decidió no pegarnos. Estas cosas no tienen explicación, uno no debe buscarles explicación, pero te dejan pensando.
–¿Qué hacemos? –dijo Mariano. Llovía más fuerte, y el cielo se había puesto de un gris muy oscuro, casi negro–. Deberíamos ir a una comisaría, y contar lo que vimos.
–No sé –dije. Moví los tobillos muy despacio, bajo el agua, tanteando con los pies–. Fijate si encontramos la billetera. Un reloj, una pulsera de oro, algo que nos sirva, guita. No sé, algo.

13 comentarios:

A.Torrante dijo...

Se entiende claramente el porqué el whisky ya no tiene capacidad de cachiporrazo, aunque es curioso, los que beben mucho suelen hacerlo para entumecer la mente y así evitar los pensamientos que lo atormentan.

Andrés Quincoses dijo...

Quizás un orden superior prefirió condenarlos a ustedes a seguir sufriendo su rutina o a usted particularente a retorzar un rato con la hermana retrasada de su amigo para después sí, poder castigarlo.
Guárdese, por si acaso.

Un solemne saludo

tecontaretodo dijo...

QUÉ BUENO.

Le agradezco que en su post se haya salvado el perro de playa, capaz que era el "Abuelo" de mi post y si le pasaba algo me muero.

Ahora lo dejo que me voy a tomar un tequila, anoche dormí para la mierda...

Anónimo dijo...

Con buenísimo me quedo corta, gracias por la literatura!
Abrazo

J. Hundred dijo...

*a. torrante! que nos vaya bien a todos.

*andrés quincoses! usted parece sugerir, como al pasar, que incluso un orden superior, de existir, no podría resistir la tentación de perjudicarme. un saludo para usted.

*tecontaretodo! la verdad que fui a leer su post y me gustó. quizás no me vio porque fui disfrazado (como cualquier estrella de rock, tengo que protegerme de mis fans). y no, creo que tequila no, usted necesita, quizás, algo de capacitación en la materia.

*anónimo! alguna vez, un amigo que ya no es más mi amigo, me dijo ‘hasta un perro de la calle necesita que cada tanto le acaricien la cabecita’. una delicadeza de su parte.

yaz! dijo...

sisi,yo creo lo mismo,si sucedio por algo fue,tampoco hay que hacer una historia muy larga por ello,si se murio,se murio,solo queda ver que dejo.
mis mas sinceros saludos.

Dany dijo...

Lo mato el celular. Eso atrajo al rayo.....que orden superior ni milagro!!
Sus descripciones costumbristas son una de las cosas que más me gustan de sus relatos. Abrazo!

Anónimo dijo...

Esa marca registrada que tienen los finales de sus historias, tan J. Hundred. Brindo por ello.
Saludos, don.

J. Hundred dijo...

*dany! a ver, cómo se lo digo sin herir sus sentimientos. son quizás demasiados los motivos por los cuales lo que escribo es genial. pero está muy bien, es de lo más normal, que usted elija lo que le resulte más cómodo. un abrazo.

*lucy in the sky! sacame una 4x4 en pelotas! perdón, quise decir brindemos. le mando un beso en la frente.

Dany dijo...

No, no me hiere. La comodidad a cierta edad ( la mia) hace estragos. Igual, sobre gustos.....
Abrazo!

Mr. Kint dijo...

Es como usted dice: verdad que vemos apenas unos trazos de este gigantesco lienzo. Pero se sabe, la energía, ya sea desde sus más sutiles formas hasta sus más estruendosas irrupciones, cuenta con esa sublime condición para transformarse y volverse, en este caso hacia al único allí que esperaba algo; puede que usted hace mucho que haya dejado de esperar algo, que el elemento, o sea usted, no haya contado con las condiciones termodinámicas necesarias para atraer cualquier tipo de energía.
Ah, otra cosa, no hay gran pérdida con la desaparición del gordo. Un ser barrenando sobre su blackberry en la playa en pleno marzo ya está casi muerto. Se lo digo yo, que partiendo de vacaciones mañana subiré al charter playero llevando en una mano el bolso con las paletas playeras y la sunga y en la otra el portatraje y notebook, para así quedarme laburando allá donde hago escala de regreso en el vecino país del orden y el progreso. Imagíneselo, la mismísima imagen de la infelicidad.
Saludos y abrazo; y me guardo el placer de saber que lo puedo leer a la vuelta.

Bonus track. El único que recuerdo haber sido fulminado por un rayo fue al Gato Sessa atajando para Gimnasia; un penal que poco pudo hacer ante el potente remate del Rayo Menseguez. Igual quedó tocado el gato, aunque creo que ya venía tocado de antes: http://www.youtube.com/watch?v=d5_U-oaKPVs

J. Hundred dijo...

*dany!

*mr. kint! su comentario brilla, quizás refulge de idoneidad. algunas cosas para mencionar. el elemento, o sea yo, si bien se ha nirvanizado casi por completo y prácticamente ha dejado de esperar, todavía atrae, aún así, algo de energía. la energía de los boludos, for example. respecto a sus vacaciones, he propuesto al honorable senado de la nación modificar, en algo, la bandera argentina. la misma debiera tener, sobre el sol, una curita. una curita que cruza, al sol, en diagonal. sobre la curita, puede leerse la inscripción ‘caos y retroceso’. para finalizar, el ejemplo que usted nos acerca, aquella notable imbecilidad del señor ‘gato’ sessa, nos muestra que a veces, el exceso de personalidad, puede ser tan perjudicial como su ausencia.
aprovecho para mencionar las palabras de aquel ícono del periodismo argentino, el señor bernardo neustadt: no me dejen solo.
ahora sí, un abrazo para usted.

tecontaretodo dijo...

Oia! ¿Pasó de visita? Gracias, discuple que no lo reconocí, lo esperaba con la careta del Hombre Araña... igual, no tema porque mi espacio no es Acoyte y Rivadavia precisamente.
Ahora, no le va a decir usted a quien toma, qué debe tomar! No me saque mi botella, mi botella NO!!