25.11.10

Celos

Debían ser las tres y media de la mañana cuando comenzó a sonar el timbre. Di un salto en la cama, del susto, porque en mi precaria guarida no suena casi nunca el teléfono, mucho menos el timbre. Tenía que ser algún salamín con ganas de tocar timbres y salir corriendo. Alguien a quien de seguro se le había roto un joystick y había salido a hacer una broma que atrasaba mil años.
Pero no, era mi amigo, mi amigo H. Se lo escuchaba agitado y alterado en indefinibles proporciones, en el borde mismo de algo que no podía ser bueno. Me dijo que le abriera, rápido. Así que le bajé a abrir.
Le serví un whisky. Transpiraba a pesar del frío. Parpadeaba mucho. Se tiraba del pelo con insistencia, y dejaba la mano ahí, agarrándose un mechón de pelo del costado de la cabeza o de la nuca, como si se hubiera olvidado del pelo y de la mano.
–Bueno, ¿me vas a decir qué pasa?
Y me lo dijo. Primero pasó al baño, lo escuché vomitar, pero no lo escuché soltar la cadena, mal presagio. Salió un poco más compuesto, la cara lavada. Vi que tenía algunas manchas, salpicones color ocre sobre su blanca remera. H., que siempre fue flaco, parecía todavía más flaco, más pálido, translúcido.
Acababa de matar a un tipo. No sabía el nombre, del tipo. Pero igual lo había matado. El tipo, al parecer, se cogía a su novia, a la novia de H. Los había seguido, había esperado que el tipo dejara a su novia, la novia de H., V., en su casa, había esperado que se despidieran con un beso, y lo había seguido hasta el auto.
No le dijo nada, lo apuñaló con un picahielos que llevaba en el auto, varias veces. Por la espalda. En los riñones, primero, en la nuca, después. El tipo había exhalado como si se desinflara, y cayó muerto. La calle estaba oscura, no había nadie.
–Lo tengo abajo, en el baúl del auto. Me tenés que ayudar, Juan.
Ahí fuimos. La idea que brotó era ir a la costanera, a algún punto de la costanera, y tirar el cuerpo al río. Mala, la idea, tirando a pésima, pero la idea anterior era subir al tipo, meterlo en mi bañera, y comprar algún solvente, cal viva, no sé. H. hablaba confuso, se le trababa la lengua, por el whisky, la adrenalina, y los nervios. Daba la impresión de estar empastillado, también.
La idea de traer al muerto a mi bañera, hacía que cualquier otra idea pareciera muchísimo más potable.
Me tomé un par de whiskys y bajamos. Tuve que manejar yo, H. había entrado en una soporífera fase, balbuceaba incoherencias, lloraba un poco.
Llegamos. Paré el auto pasando aeroparque, no mucho, me pareció que por ahí estaba todo tranquilo, apagué las luces. No había nadie, bastante frío, todavía madrugada. La maniobra consistía en bajar del auto, abrir el baúl, fumar un cigarrillo. Entonces teníamos que agarrar el cuerpo entre los dos, como si fuera una enrollada alfombra, y tirarlo al río. Había que caminar unos veinte pasos, quizás treinta. Esa era la parte donde estábamos expuestos. Era preciso moverse rápido.
–Envolvé el cuerpo con esa frazada –me dijo H. Parecía más compuesto, incluso animado–. Tiramos a este hijo de puta, y te llevo a tu casa. Voy a volver a lo de V., la voy a matar también. Hija de puta, hacerme esto a mí.
–¿Te volviste loco? –Le di una trompada en el hombro, fuerte, se le voló el cigarrillo de la mano. Pensé por un instante en preguntarle si sabía algo sobre la profundidad del río en esa parte y los movimientos de la marea, pero qué podía saber H. sobre el tema, si ni siquiera le gustaba comer pescado–. Si zafamos de esta ya es un milagro. ¿Y vos querés seguir? ¿Qué te pasa? ¿Tanto quilombo por una mina?
–Pero es una hija de puta. ¡Nos estábamos por ir a vivir juntos!
–Mirá, si vas a seguir con eso, te dejo acá. Me voy caminando. ¿Para qué carajo me viniste a buscar? Vamos a terminar todos en cana.
–Tenés razón, tenés razón –Sacudió la cabeza, se sonó los mocos tapándose las fosas nasales de a una, vaciando la nariz sobre el indiferente asfalto–. Vos sos un amigo. Terminemos con esto y me voy a dormir. No doy más.
–Dale –dije–, preparate. Cuando largue el semáforo, contamos hasta diez, vemos que no pasen muchos autos y lo tiramos.
Lo único que faltaba era que matara también a V. Una buena piba, y bonita, además. Cogía conmigo de vez en cuando.

13 comentarios:

Sandra Montelpare dijo...

excelente. el cierre, de luxe!! Chapeau.

Alelí dijo...

buenísimo!

la crudeza del relato me atrapó.

La lectora dijo...

Lo que aprendí es que subir a un auto donde haya un picahielos, puede resultar peligroso.
¡Saludos!

Yoni Bigud dijo...

Y pensar que uno pasa por la vida sometido al posible desborde amoroso de cualquier H.

Si hay algo que no quiero ser, es protagonista de una tragedia ajena. Víctima de un delirio -encima- de amor.

Por eso cojo muy poco. Y casi siempre dentro de casa.

Un saludo.

Mar dijo...

Perdón pero...usted tiene amigos que llevan habitualmente picahielos en la guantera del auto?
Y yo que pensé que los mios eran raros.
Y usted que pensó que mis amigos eran raros.

ahh, la altura del rio de la plata a esa distancia del aeroparque 4.75 metros con declive en picada hasta 6,25. No es buena zona para tirar al fiambre que gestionó H porque es zona de dragado y por la sudestada les va a quedar el regalito en la mitad de CUBA y eso queda feo, vio.

sergio dijo...

Yo que usted le iría a pegar una ultima movida a la novia de H. con mucho cuidado, obviamente.
Por que según yo, que es lo mismo que nada. Pero, según yo, un asesino es lo mismo que un suicida. No avisa, va y lo hace.

J. Hundred dijo...

*sandra montelpare! quizás resulte algo extemporáneo de mi parte, pero a mí me gusta que le guste. and u can leave your hat on.

*alelí! a pesar de ser prácticamente un anacoreta, un eremita, el otro día me pegué una vuelta por su blog. era de madrugada, me disfracé del hombre araña, quizás por eso no me reconoció. esperaba encontrar, le confieso, una onda ‘sex & the city of burzaco’, alguna burrada infectada de infatuadas imbecilidades y lugares comunes de esas que abundan y agobian y provocan un piadoso eructo con reminiscencias de salame o salchichón primavera. para mi sorpresa, había unos bellos poemas, exquisitos, de una ternura que me dieron ganas de no estar enchastrado por mi tan tremenda incapacidad expresiva. lo que le quería decir, entonces, es que me gustaron mucho, sus poemas, y dejaron mis acérrimos prejuicios hechos un temeroso cuzquito, escondido debajo de algún cuarteado sillón. acepte si puede mis sin duda irrelevantes felicitaciones.

*la lectora! ya es usted lo suficientemente grandecita. debiera entonces intuir, no digo saber, que cuando suba a un auto de algún desconocido, haya o no picahielos, la intención del conductor, la más de las veces, consiste en intentar clavarle algo.

*yoni bigud! estimado, entre usted y yo, total esto prácticamente no lo lee nadie, el otro día me sucedió la dicha de quedar, por algo que podríamos denominar un generoso regalo de la siempre esquiva suerte, frente a una mujer desnuda, y tuve que pensar en aquellas láminas del cuerpo humano de la escuela primaria, para recordar dónde quedaba cada cosa. espero eso le conceda un atisbo de mi situación socio-afectiva. soy, para resumir, un repugnante ser, aunque eso no me impida tener tremendo talento, desde ya toda la onda. un saludo.

*mar! trato de describirle la guantera del auto de un amigo. tiene, for example, un picahielos, un cd de bandana, doscientos gramos de queso de máquina, un corpiño fucsia, y quizás medio gramo de cocaína de la mala mala. no fui puesto sobre la tierra para juzgar, aunque sea una de las cosas que mejor me salen.

*sergio! que nos vaya bien a todos.

La lectora dijo...

juajuajuajuajua: estaré atenta entonces a cualquier tipo de objeto clavable.

Mr. Kint dijo...

Se puede tener amigos egoístas, ambiciosos, degenerados, aburridos embusteros, incluso hasta un cierto grado de deslealtad se puede esperar dado somos tan solos hombres, que todos tenemos un precio.
Pero celosos no. Uno no puede andar mirarle el culo a la novia sin pensar que puede terminar flotando en el río tras una lobotomía.

Saludos

Nota; yo sé que usted es un ermitaño, que no acostumbra a dar vueltas por ahí, al menos sin ponerse unas gafas de sol estilo "isabelita" o una careta, pero bue, en mi humilde espacio se ha publicado una entrada que al escribirla sospeché y al releerla confirmé que tiene un inevitable influjo suyo. Le pido perdón. Tómelo como un pésimo homenaje.

J. Hundred dijo...

*la lectora!

*mr. verbal kint! respecto a su homenaje, me parece oportuno, quizás atinado, decirle que mis palabras, no me atrevería a decir ‘literatura’, se encuentran ubicadas entre william faulkner y belén francese. lo que le quiero decir, lo que le estoy diciendo, es que en el generoso y ancho mar de la escritura, sigue habiendo espacio para todos.

Jazmin dijo...

Lo peligroso de matar o meter los cuernos es que se pueda hacer costumbre.



Excelente el relato. Se pudo oler la desesperación de H.
Clap Clap

J. Hundred dijo...

*jazmin! acepte usted esta lumbálgica reverencia, y bonita nariz.

MiCoCoLeMbA dijo...

genio! el cierre fue lo más!! si tuviera galera me la estaría quitando en una sublime reverencia!