25.10.10

Somos tu fracaso

–¡Eh, Hundred!
–¡Hey!
–¡Despertate, che! ¡Despertate!
Me despierto. Abro un ojo, primero. El otro, después. Estoy abrazando una almohada. Estoy abrazando una almohada como si estuviera en medio de un naufragio y la almohada fuera lo único capaz de mantenerme a flote, de evitar que me hunda. Metáforas en oferta. Ni sangre, ni mucho menos dinero, no me pidas eso. Pero metáforas sí, metáforas tengo.
–No entiendo –digo–. ¿Ustedes quiénes son? ¿Qué son todos estos cachivaches? ¿Cómo entraron acá?
–Somos tus sueños rotos –dice una chica, algo mayor, pero vestida con delantal. Morocha, dos colitas, sonrisa como un atardecer en la playa.
–Somos tu fracaso –dice un pibe que tiene un tablero de ajedrez bajo el brazo.
–Somos todo lo que no te salió, somos todo lo que te salió mal –Dice un señor de remilgado aspecto, ceñudo, circunspecto, enjuto tal vez. Me recuerda a un profesor, un profesor que tuve, aunque no consigo recordar la materia, lo que enseñaba.
–No entiendo –me incorporo un poco, aplasto la almohada contra la pared, y quedo, por decirlo de alguna forma, por que de alguna forma hay que decirlo, sentado en la cama–. ¿Qué quieren?
–Yo ya fracasé –prosigo, trago, necesitaría un vaso de agua. Miro por las rendijas de la persiana, deben ser las dos de la mañana. Hay una hora en la que la ciudad se queda muy quieta, un par de horas donde la furia se calma y el pavimento consigue descansar–. Fracasé en todos los rubros del horóscopo. ¿Qué más quieren?
–No queremos nada –hay un piano, es increíble pero entre la gente y los libros y las pelotas de fútbol y las botellas de whisky y un par de chicas pintándose las uñas de un horrible rosa pálido, hay un piano. La voz sale del piano, lo cual es todavía más increíble, el piano me habla–. Tenías que fracasar, no había manera. No tenés talento, eso es todo, ni sos demasiado querible. Tampoco creés en el esfuerzo. ¿Qué esperabas?
–Nada, no espero nada. ¿Por qué no se van? Quiero seguir durmiendo.
–Te queríamos decir que no nos gusta cómo nos contás –me habla un pibe con el pelo largo y camisa abierta, un amigo de la época de Gesell, cuando íbamos a bailar–. Nos contás como si la culpa fuera nuestra, como si tu fracaso, en definitiva, fuera algo muy por encima de tu fracaso. Como si tu fracaso fuera épico, algo que valga la pena destacar.
–Nos hacés quedar mal –dice un perro atorrante, bigotudo, que renguea un poco. Me muestra los dientes.
–Pero es lo único que me distrae un poco –gesticulo, me indigno–. Me salió todo para el culo, por lo menos lo puedo contar.
–No –veo a una prima que niega con la cabeza, y enciende un cigarrillo. Un Parliament.
–Lo contás mal –dice un libro, un libro de Anthony Burgess, un libro que habla y las hojas se mueven como un fuelle.
–Lo contás remal –dice una chica, en bombacha y corpiño, se tapa la boca con una mano, para reír. El pelo le cae sobre la frente, recuerdo su nombre, se llama Elina, es la mujer más hermosa que yo haya visto jamás.
–¿Entonces qué hago?
–Mejor no cuentes nada –dice una voz desde la tercera fila, un pibe, alguien del montón, está en malla, se acomoda unas antiparras mientras me habla–. No jodas más.
–Bueno. –Digo. Me acuesto, me tapo, la cabeza también. Quizás pueda volver a dormir un par de horas, antes que suene el despertador, antes de ir a trabajar.

14 comentarios:

Jazmin dijo...

Qué tupé.

Algo habrán hecho.
Ellos, todos ellos para contribuir al fracaso. Ahora, a llorar al campito.

Mil debo tener a cuestas. Fracasos, metidas de pata, cosas que no fueron. Pero hay un par en el que cada día soy mejor.

Y para mí, ya está. Lo demás, es cotillón.



No le dé bola a los fantasmas de lo que no fue, que a mí me da placer leer sus acideces. Si es que se puede pedir...

Yoni Bigud dijo...

No es así, tan simple. No se deje atropellar por unos espectros amparados en la madrugada. Se abusan de que la lucidez, poca o mucha, tarda unos minutos desde la primera apertura de ojos.

Habría que discutir seriamente la propiedad de esos fracasos. Si son libres, si son suyos. Si tienen el derecho soberano de ser relatados según la percepción que tienen de sí mismos. O si usted, como amo y señor, puede apelar a algunas licencias poéticas al dar su testimonio.

Soy partidario de la segunda teoría, y entiendo que habría que dirimirlo en el fuero que corresponda.

Le dejo mi tarjeta.

Un saludo.

Alelí dijo...

Siempre vienen a la madrugada a gritafurriar sus derechos o responsabilidades. Ponga trampa para ratas y ya!

libérese de esos chupasangre!

Anónimo dijo...

Que bajón ser vos

Tats. dijo...

Cuando se recapitulan los fracasos, las historias que contar se multiplican. Tener historias que contar hace lo interesante de vivir. Hay formas y formas de abordar las cosas, y de tropezar y de fracasar, todas ellas nos permiten crecer como personas. Me sentí muy identificada con las metáforas y creer en el esfuerzo. Quizás nos tenemos que forzar a creer en el esfuerzo?.
Hay que cerrar capítulos y escribir nuevas historias bien o mal, como acotó Jazmin, lo demás es cotillón.

Anónimo dijo...

Yo no creo en el esfuerzo. Es algo que le metieron en la cabeza a nuestros viejos, a los viejos de nuestros viejos, y a los viejos de los viejos de nuestros viejos. Así sucesivamente.
No te hace mejor o peor persona eso. Lo que pasa es que a la mayoría le gusta complicarse y en realidad, da igual.


Genial el blog, pasaré luego seguramente.
Hasta después.

Damaduende dijo...

Que hinchapelotas... Los fracasos siempre vienen a romper en el peor de los momentos. Cuando uno esta cansado y sólo quiere dormir...
Lamento que los suyos ni siquiera alienten sus propias sombras. Los míos disfrutan muchísimo ser ácidas anécdotas, terribles ejemplos y dolorosos - y embarazosos - recuerdos.

Damaduende dijo...

Y me olvidé de tildar el cosito... Ve, si lo mío empieza así, imagine la cantidad de fracasos que traigo a cuestas... :)

Anónimo dijo...

Entonces seguí contando, yo seguiré esperando en esa esquina. Quizás algún día, en tus sueños, en los míos, o en la realidad, o quizás nunca, coincidamos. Un beso, Juan.

J. Hundred dijo...

*jazmin! había un libro, un gran libro de truman capote, con un título mejor todavía. el título era ‘plegarias atendidas’. lo que le quiero decir, lo que le estoy diciendo, es que puede pedir.

*yoni bigud! la idea del fragmento, es que se te aparece el fracaso, tu fracaso, en medio de la noche, para encararte, por que al fracaso le parece que lo contás mal. si no fuera por que la idea es mía, diría que es absolutamente genial. un saludo.

*alelí! a veces uno anhela la aparición de alguna chupahapi, y sólo aparecen chupasangres. mientras tanto, usted nos obsequia el verbo ‘gritafurriar’.

*

*sussan surrender! lo de tener que forzarse a creer en el esfuerzo está bien original. pintó cotillón, dijo el poeta.

*ro! dije alguna vez, mientras descubro que no me molesta en absoluto ser autorreferencial:
no creo en el esfuerzo, y desde ya no tengo talento. no me queda más remedio que recostarme en la suerte. por dios bendito y la virgen que llora fernet, hasta después.

*guada gn! mis fracasos vienen y me piden un peso para la birra. soy así, no vale la pena luchar contra eso.

*guada gn! ‘tildar el cosito’ quizás sea un buen nombre para un local bailable, o una marca de prendas de vestir.

*caia! dale.

Mr. Kint dijo...

Brillante.
A mí a temprana edad me empezaron a tocar la puerta los fracasos aunque a plena luz del día; yo les habría, les ofrecía un mate, no les prestaba demasiada atención pero los trataba con hospitalidad, después de todo eran una parte de mi, justamente todo lo que no había podido ser; dejaba que descarguen su bronca, creía que por ser joven estaba exento del alcance de esos espectros. Pero jodido fue el día en que dejaron de venir, en que ya ni se molestaron para decir lo que decían, renunciaron a que pudiese hacer algo medianamente digno con ellos. Y ahí sí cagué.
Usted al menos tiene una indudable merito, quizás por eso es se le amotinan así, en un acto de rebelión, o de incuestionable presencia por qué no.
Tal vez usted el único éxito que tenga sea un cuaderno, de tapa naranja y algo deteriorado por el uso, donde justamente pueda haber hecho del fracaso algo realmente bello.
Genial hoy.

Saludos.

J. Hundred dijo...

*mr verbal kint! no deja de ser curioso. sólo uno sabe lo que lo han atormentado, lastimado y aturdido los propios fracasos. ahora, si los fracasos se fueran, uno diría ‘eh, loco, aunque sea pasen cada tanto a saludar, no me dejen solo. por favor, no se vayan’. un saludo.

Mr. Kint dijo...

Tiene usted razón.
Me leo y me doy verguenza: "les abría", no "les habría", eso es otra cosa, porque me dijo alguien una vez la h no es muda, tan sólo es callada.
Saludos

La lectora dijo...

Como aquella película de Woody Allen, en que los amigos le dicen que pare de escribir historias sobre ellos. Pero aquí es peor, porque son los sueños... ¿cómo te sacás de encima un sueño?