La escena de la película que deseo mencionar es, más o menos, así. Están los buenos, los policías, los detectives, entre los cuales está Tommy Lee Jones (TLJ). En la escena, en la calle, uno de los malos, un ladrón, un asesino, no sé, logra agarrar al compañero de TLJ. El compañero, desde ya, es más jovencito, más novato, muy inexperto. El ladrón ha tomado al novato, y se cubre con él, lo ha tomado del cuello, y lo apunta, a la cabeza, con un arma. Le dice a TLJ que suelte su arma, por que si no, está claro, matará a su compañero.
La situación, vista hasta el hartazgo en el cine americano, tanto en películas como en series de televisión, es de lo más clásica. La música ayuda, espolvorea una dramática tensión.
TLJ, que está con el arma en la mano, simplemente tira. Mata al ladrón, claro, pero en la maniobra, el tiro, le roza la oreja a su compañero, le ha tocado la oreja, ya que el compañero, sentado sobre el asfalto, asustado todavía, sangra.
TLJ ayuda a su compañero a incorporarse, y se produce el siguiente diálogo.
Compañero: ¡Estás loco! Creo que voy a quedar sordo de por vida.
TLJ: Escuchá, me escuchás.
El compañero asiente, todavía dolorido, ya de pie. TLJ se aproxima, casi con ternura, al oído lastimado.
TLJ: Yo no pacto.
No importa la película, la película es mala, ni siquiera recuerdo el nombre. Aunque la escena es muy buena. TLJ es un gran actor.
Me tomé el trabajo de contarte la escena como pude, a los trompicones, por lo siguiente.
Habrá un momento, un momento como cualquier otro de tu vida, donde creas que podés negociar con tus tetas, con una tirada de goma. Creerás que esa es la llave, el interruptor que te permite doblegar la voluntad de un hombre. Creerás que, alabada sea tu suerte, fuiste munida con el perfecto kit de herramientas para comerciar, para obtener lo que quieras.
También habrá un momento, en cualquier trabajo, en cualquier oficina del planeta tierra, donde me quieras obligar a hacer algo absurdo, afeitarme o hacer la vertical o cantar una canción en la cena de fin de año abrazando un semicírculo de patéticos boludos, por que si no, si no accedo, entonces no hay aumento o peor aún, quizás me echen.
Y otro momento, otro momento más, donde un médico jovencito y prematuramente calvo, flaco como un alambre y con piorrea, deje el estetoscopio sobre el metálico escritorio y te diga que no, que no podés tomar vino nunca más, que tal vez, sólo tal vez puedas comer pizza una vez por mes, dos porciones. Por que si no, bueno, si no vendrá lo peor.
Quizás acceda, claro, me entregue mansamente, sin excusas, tampoco soy Tommy Lee Jones. Quizás tenga que mendigar sólo para ver cómo te bajás el jean otra vez, quizás haga un trencito en la fiesta de fin de año para poder cobrar, quizás coma un yogur a la mañana y una pechuga de pollo para la cena, sin piel, por el miedo a morir, a desaparecer, a no estar más.
O quizás no.
La situación, vista hasta el hartazgo en el cine americano, tanto en películas como en series de televisión, es de lo más clásica. La música ayuda, espolvorea una dramática tensión.
TLJ, que está con el arma en la mano, simplemente tira. Mata al ladrón, claro, pero en la maniobra, el tiro, le roza la oreja a su compañero, le ha tocado la oreja, ya que el compañero, sentado sobre el asfalto, asustado todavía, sangra.
TLJ ayuda a su compañero a incorporarse, y se produce el siguiente diálogo.
Compañero: ¡Estás loco! Creo que voy a quedar sordo de por vida.
TLJ: Escuchá, me escuchás.
El compañero asiente, todavía dolorido, ya de pie. TLJ se aproxima, casi con ternura, al oído lastimado.
TLJ: Yo no pacto.
No importa la película, la película es mala, ni siquiera recuerdo el nombre. Aunque la escena es muy buena. TLJ es un gran actor.
Me tomé el trabajo de contarte la escena como pude, a los trompicones, por lo siguiente.
Habrá un momento, un momento como cualquier otro de tu vida, donde creas que podés negociar con tus tetas, con una tirada de goma. Creerás que esa es la llave, el interruptor que te permite doblegar la voluntad de un hombre. Creerás que, alabada sea tu suerte, fuiste munida con el perfecto kit de herramientas para comerciar, para obtener lo que quieras.
También habrá un momento, en cualquier trabajo, en cualquier oficina del planeta tierra, donde me quieras obligar a hacer algo absurdo, afeitarme o hacer la vertical o cantar una canción en la cena de fin de año abrazando un semicírculo de patéticos boludos, por que si no, si no accedo, entonces no hay aumento o peor aún, quizás me echen.
Y otro momento, otro momento más, donde un médico jovencito y prematuramente calvo, flaco como un alambre y con piorrea, deje el estetoscopio sobre el metálico escritorio y te diga que no, que no podés tomar vino nunca más, que tal vez, sólo tal vez puedas comer pizza una vez por mes, dos porciones. Por que si no, bueno, si no vendrá lo peor.
Quizás acceda, claro, me entregue mansamente, sin excusas, tampoco soy Tommy Lee Jones. Quizás tenga que mendigar sólo para ver cómo te bajás el jean otra vez, quizás haga un trencito en la fiesta de fin de año para poder cobrar, quizás coma un yogur a la mañana y una pechuga de pollo para la cena, sin piel, por el miedo a morir, a desaparecer, a no estar más.
O quizás no.
7 comentarios:
me gusta la posibilidad de...podés considerarte libre (hagas lo que hagas).
Tengo claro que voy a morir con la décima porción de muzzarella a medio masticar. Y no voy a hacerlo abrazado a ningún pelotudo en ninguna fiesta de fin de año. En ese sentido soy irreductible. Lo sé, y mi círculo más íntimo también lo sabe.
Pero soy sensible al soborno carnal, no puedo negarlo.
Podríamos decir, entonces, que casi no pacto. Soy casi como TLJ. Y bueno... la perfección no es para cualquiera.
Un saludo.
*alelí! me gusta que le guste.
*yoni bigud! existe un libro de nietzche que se titula ‘humano, demasiado humano’. respecto a ese libro no es relevante lo que tengo para decirle, respecto a nietzche, debo mencionar que no es un esforzado carrilero del club atético lanús. un saludo.
El policía serio, honesto, íntegro, puede que no pacte, al fin y al cabo es un personaje, es fantasía, es jolibud. Sin embargo, el que sí pacta de seguro es TLJ, digamos, la carne escondida tras el personaje; y cierra el trato por más que siempre le ofrezcan otra vez el mismo papel del impoluto brazo de la ley, el incorruptible hombre que no busca fama ni recompensa, tan sólo cumplir con honradez y virtuosismo su trabajo.
Entonces, claro, me pregunto, si aquel que se oculta en el personaje, la pulpa de humanidad tras JH, si ese ser es capaz no esbozar una sonrisa comprometida tras el mal chiste del pelado gerente de legales, o bajarle de hondazo la arrogancia al pendejito de delantal blanco que lo regaña como si fuese un niño, o resistirse con hidalguía la prepotencia con que la jovencita de pechitos firmes cree poder llevarse el mundo por delante gracias a su excelsa destreza en la tirada de piola, de esas que dejan a cualquier hombre con los ojos blancos como el maestro Po, bueno, me pregunto, vaya a saber por qué, la proporción de ocasiones en la que pacta y en las que no.
*mr. verbal kint! crueldad y certeza en indefinibles proporciones de su parte. la pulpa, los restos, los impresentables despojos que se ocultan detrás de jh, no han tenido mayores inconvenientes en decirle a un gerente comercial que se lo ve más delgado, o que le queda muy bien ese saquito beige, me he detenido a llorar frente al escaparate de una veterinaria contemplando un pequeño pomerania dormido luego que un doctorcito de percudido delantal me dijera que tengo el colesterol de un cetáceo, y he dado literalmente lástima sólo para que una precaria secretaria me permita seguir apoyándola un poquito contra una fotocopiadora.
para resumir entonces, yo no pacto. lo mío se asemeja bastante a la mendicidad.
Soy cobarde y mediocre. Unas cuantas veces terminé pactando. Por suerte otras no.
*lamaga! me enseña usted que existen combinaciones de cobardía y mediocridad de lo más atractivas. gracias.
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