Existen determinadas veredas donde caminamos juntos, por las que no puedo volver a caminar. Lugares donde me pareció que la felicidad era posible, que había un rayo de sol, una fruta, algo para mí. Una lluvia que me pudiera lavar los sueños rotos, una sonrisa, un beso, unas ganas de seguir.
Ahora gritan las bocinas como lobos que comprenden, un segundo después (la comprensión tiene ese agridulce delay), que han quedado atrapados, que va a costar volver a mover esa pata. Ahora todo huele a pilas sulfatadas. Ahora todo parece transcurrir dentro de esos viejos televisores donde las cosas ni siquiera lograban ser blancas o negras, y había que conformarse con las diferentes gamas de gris.
Ahora gritan las bocinas como lobos que comprenden, un segundo después (la comprensión tiene ese agridulce delay), que han quedado atrapados, que va a costar volver a mover esa pata. Ahora todo huele a pilas sulfatadas. Ahora todo parece transcurrir dentro de esos viejos televisores donde las cosas ni siquiera lograban ser blancas o negras, y había que conformarse con las diferentes gamas de gris.
7 comentarios:
Ay...! sí... tal cual.
Me tocaste el corazón.
Los últimos dos años no he cesado de meter la pata.
ay...
uyyy que lindo.
te conoci por esa revista de blogs...o algo asi.
y siempre te leo. este post me lo guardo eh!
*lara! presiento que usted me ha entendido perfectamente.
*anónimo! no creo.
*hb! ay.
*melisa! linda usted. me hizo acordar a un tema dulce si los hay, para escuchar con el estado de ánimo apropiado.
http://www.youtube.com/watch?v=oih5nPUCGCo
Todo siempre se comprende un segundo después. Incluso este pueril comentario que no alcanza, oh ineficacia!, a plasmar inequívocamente mi irrenunciable admiración por sus escritos, querido Juan.
Abrazo!
*geoffrey firmin! yo le agradezco que pierda su tiempo así, conmigo.
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