27.1.09

Un grano

Tengo un grano. Un grano en la ingle. Un grano del tamaño de una nuez con cáscara. Es tan grande el grano, que a cada paso que doy al caminar, el grano roza por un instante la cara interior de la otra pierna, y es como si me echaran un chorro de agua hirviendo que me hace de inmediato dar un pequeño salto hacia delante, separando un poco las piernas, lo que ante los ojos del ocasional y fortuito transeúnte me hace parecer un tremendo pelotudo. Mucho más de lo habitual.
Así que voy a un sanatorio, a un hospital, a la guardia, y pido hacer una consulta a un médico clínico.
Me atiende una chica joven.
–Sí, dígame qué problema tiene –me pregunta, se sienta, apoya el estetoscopio sobre el pequeño escritorio de metal.
–Tengo un grano –digo–. Un grano grande que me molesta mucho.
–¿Dónde está localizado?
–En la ingle.
–A ver, bájese los pantalones, quédese de pie, muéstreme.
Eso hago. Mis calzoncillos están desteñidos y con el elástico algo flojo. Ella se arrodilla, y toma una lupa. Nunca es bueno que alguien tome una lupa y la acerque a los genitales propios, quiero decir tuyos, o sea, míos. Predispone mal.
–¿Qué es, doctora?
–Es un grano –me dice.
–¿Y por qué sale?
–No lo sé, pueden ser muchas cosas.
–¿Y qué hago?
–Nada, esperar que madure, o que se reabsorba. Le voy a dar un talco, y una solución para que se haga unos baños.
–¿Y qué más? ¿Cuándo se va a ir?
–No sé.
Es un movimiento rápido, impensado, preciso. Tomo un clip que hay sobre el escritorio, lo abro, y pincho el grano, con energía. El dolor es demasiado fuerte para admitir una descripción. La doctora cruza una mano sobre el pecho y retrocede un paso. Sale un chorro, un chorro verde y espeso y humeante, capaz de partir un azulejo, como si se lanzara contra la pared, con máxima potencia, el contenido de una taza de café con leche, de un café con leche verde y repulsivo, como si se apretara un pomo de dentífrico con toda la fuerza disponible.
Siento que mis rodillas ceden por un momento, vencidas por el dolor. Me aferro al biombo y logro conservar la vertical.
–¡Aaah! Ya está, doctora, ya está. Era el odio acumulado, doctora, el odio a tantos pero tantos pelotudos como usted, que jamás pudieron contestarme nada.

4 comentarios:

Alelí dijo...

Que es gráfico, es gráfico!
El problema es que algunos ostentan saber, se jactan que lo "tienen" entonces no pueden simplemente decir "no lo sé", a cambio dicen "pueden ser muchas cosas" que es igual a "no tengo la más puta idea". Pero, no, no se lo permiten!
Uy! veo que tengo varios granitos por ahí también.
Salutte!

Anónimo dijo...

"El dolor es demasiado fuerte para admitir una descripción" Perdón, ¿me presta esa frase, si no es mucha molestia?
Describe de una manera tan elegante y parsimoniosa el dolor, que me vendría bien más de una vez, sobre todo en guardias de hospital, y otros lares que no tiene sentido describir en este ámbito.
Gracias

Mar

J. Hundred dijo...

*alelí! como dice el refrán: Dios los cría y ellos se juntan y les salen granitos.

*mar! disponga usted de la frase libremente. aunque me permito recordarle que yo estoy salvando al mundo, también.

Marga dijo...

Ya me diste contestación para el médico, que tengo cita esta tarde y se que me va a responder. Pero no creo que tenga el valor de pincharme el grano, lo dejo para valientes, jejeje.

Un saludo.

Marga.