De pequeño, cuando veía a alguien hablando solo por la calle, me generaba un profundo temor. Esos sujetos que gesticulan, que mueven los brazos, que niegan con la cabeza de manera enfática, que lanzan al cielo una risita nerviosa o un ‘¡no!’ contundente y definitivo, eran un inapelable sinónimo de la locura.
No había más que caminar unas pocas cuadras para verlos, exclamando, enojados, respondiendo al aire, diciendo ‘¡Ni se te ocurra!’, o ‘Me parece bien’, o ‘Así son las cosas’.
Tendrían que pasar muchos años para que pudiera comprender el fenómeno perfectamente. Soy el interlocutor más lúcido que jamás he tenido. ¿Con quién querés que hable?
No había más que caminar unas pocas cuadras para verlos, exclamando, enojados, respondiendo al aire, diciendo ‘¡Ni se te ocurra!’, o ‘Me parece bien’, o ‘Así son las cosas’.
Tendrían que pasar muchos años para que pudiera comprender el fenómeno perfectamente. Soy el interlocutor más lúcido que jamás he tenido. ¿Con quién querés que hable?
2 comentarios:
Con mi sombra
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