30.4.20

Pez en el agua


Algún que otro viernes a la nochecita, o puede ser también los domingos, de tarde, digamos que del 21 de marzo al 21 de septiembre. Temporada ‘otoño-invierno’, así la podríamos denominar. Si hace frío, si llueve, mejor. Si hace frío y llueve, mucho mejor.
Voy a la sala de espera de algún sanatorio, de algún hospital. O voy a una casa de velatorios. Y me siento. Hago un gesto sin saludar a nadie en particular, y me quedo sentado un rato. Ponele veinte minutos, media hora.
Me rasco un poco la barba, o quizás reprimo un sollozo. Digo ‘no puede ser’, o ‘qué macana’. No hablo con nadie, veo pasar médicos y familiares. Como un caramelo, me paro y salgo a fumar un cigarrillo.
Por lo general, termino hablando con alguna mujer que se me acerca. Arreglo para ir a tomar un café, consigo un número de teléfono.
Así como te digo que jamás he podido divertirme en una fiesta, he conseguido mujeres de la forma que he mencionado. Mujeres interesantes, con ganas de coger principalmente, con sus problemas, extraviadas en el desarbolante naufragio de eso que podríamos denominar sus vidas. En medio del dolor me siento cómodo, sintonizo lo más bien. Se ve que es mi elemento.

8 comentarios:

José A. García dijo...

Cuando hay ganas el resto del contexto no resulta importante.

Saludos,

J.

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! los mecanismos de supervivencia son autónomos, por decir algo. lo saludo.

Frodo dijo...

Vi ese programa de Cazadores de mitos, en el que se pone a prueba si un tiburón puede oler sangre humana a cientos de metros de distancia y esto le provoque un ataque instantáneo, o no.
Pero yo tendría mis reservas, ya que usaron al tiburón limón, una especie poco agresiva en comparación con el tiburón tigre o el tiburón blanco, tal cual lo demostró Spielberg.

Abrazos

J. Hundred dijo...

*frodo! estimado, le comento una pequeña historia, intento no aburrirlo. en una oportunidad, un maestro zen y su discípulo debían emprender un viaje a través de las montañas para llegar a un pueblo vecino. marchaban entonces en silencio, maestro y discípulo. un viaje de unos cinco días. en determinado momento, el maestro se detuvo a descansar y a beber agua, y el discípulo finalmente decidió preguntarle.
-maestro –dijo–. qué es el zen?
el maestro lo miró y le dijo:
–oyes? –y levantó un índice– puedes oír el arroyo que baja desde lo alto de la montaña?
–sí –dijo el discípulo.
–bueno –dijo el maestro–. entra al zen desde ahí.
siguieron su marcha, maestro y discípulo, a través de peligrosos senderos, cruzando arroyos, durmiendo bajo un cielo sin estrellas, en fin.
faltaba menos de un día para llegar al pueblo, y el maestro se detuvo sobre una roca a descansar.
el discípulo pensó que era quizás una de sus últimas oportunidades.
–maestro –dijo–. el otro día yo le pregunté qué es el zen, y usted me preguntó si yo podía oir el arroyo que bajaba de la montaña. y yo respondí que sí. y usted me dijo que entrara al zen desde ahí.
el maestro terminaba de comer con los dedos un puñado de arroz de su cuenco.
–maestro –siguió el discípulo–. qué hubiera respondido si yo le hubiera dicho que no podía escuchar el arroyo?
–bueno –dijo el maestro–. hubiera respondido entra al zen desde ahí.

lo que le quiero decir, querido frodo, es que nada tiene que ver con nada, y todo tiene que ver con todo, y no existe manifestación sin polaridad, y a veces lo pequeño también es bello. lo que le quiero decir es que se puede entrar al zen desde cualquier lado. lo saludo.

Diego dijo...

Qué bien verlo escribir así, Hundred. Lo felicito y le dejo mis cuarentenados respetos. Abrazo a la distancia.

J. Hundred dijo...

*diego! il vero diego? qué dice, estimado. cómo lo trata la vida, por decirlo de algún modo. si hay alguien leyendo esto, vayan a leer a diego de una vez, hagan algo útil! dije que este año no iba a abrazar a nadie, pero voy a hacer una excepción con usted.

Diego dijo...

Hundred, el viejo y entrañable Hundred. Agradezco la excepción a la regla. Sabe usted del respeto que le guardo. Espero, si nos deja la vida, alguna vez, poder compartir algo. Un disgusto o un recuerdo, quizás. Saludos.

J. Hundred dijo...

*diego! un disgusto o un recuerdo está muy bien. lo saludo.