30.3.20

Lección de vida podríamos decir


Los domingos empecé a ir a tomar café a una heladería. Una heladería que además de helados vendía café, claro. No es que me gustara mucho, ni el local ni el café que hacían, pero el lugar me quedaba cómodo. Caminaba un poco y después tomaba un café, miraba cómo mi vida se iba a la mismísima mierda semana tras semana sin que tuviera la menor idea de cómo revertir lo que me parecía ser un inexorable proceso. Hacía tiempo hasta el mediodía, pasaba a saludar a mi hermana.
Tomaba mi café, leía una revista, miraba por la ventana. A veces la vida no es gran cosa, quizás no te avisaron.
Noté algo. Más allá de los matrimonios hartos de tener que soportarse un larguísimo domingo, o una parejita de maricas demasiado afectados fingiendo que lo que les sucedía era la cosa más entretenida del mundo pero mirando en todas direcciones para confirmar que sí, que era verdad, que eran observados. Entraba al local una mujer. De unos treinta años, quizás. Hacía todo en cámara lenta, tenía una dificultad para moverse, todo su lado derecho, brazo y pierna. Bien vestida, usaba un gorro en la cabeza, esos gorros que popularizara el ‘Capitán Piluso’. Llegaba, la mujer, caminando, lento, muy lento. Se sentaba y tomaba un café con leche con el que apenas lograba maniobrar. Luego, pasado un rato, se iba.
Parecía como si hubiera tenido una apoplejía, un ataque. Pero no. Me contó una moza que la mujer vivía a la vuelta del local. Una chica de una familia bien, había tenido un accidente practicando equitación cuando era casi una nena. Se había caído del caballo y había tenido una tremenda lesión en la espalda. Su vida a partir de entonces había tenido un drástico vuelco, dejándola con una severa invalidez.
Todos los domingos, despacio, muy despacio, llegaba la mujer, daba su vuelta manzana, luchaba por tomar un café con leche. Siempre sola, ni un familiar ni un perro, nada.
Sucedió que un domingo llegué al bar más tarde. Se me había ocurrido lavar el auto. Cuando estaba estacionando la vi. La mujer, avanzando como podía, un tremendo esfuerzo a cada paso, casi pegada a la pared. Se bamboleaba, parecía a punto de caer pero no se caía. Luchaba por avanzar, el ejercicio de la voluntad por seguir como fuera.
Me acerqué, ni lo pensé.
–Hola –dije–. Te veo todos los domingos en la heladería. ¿Precisás ayuda?
Me miró, levantó la vista y sentí que me miraba desde muy lejos, desde alguna otra parte.
–Puede ser –dijo, se detuvo–. Vivo a media cuadra. Vamos a mi departamento y me chupás la concha. Después me cogés. Me podés hacer lo que quieras. Te pago.
–Eh, no –pensé que había entendido mal, pero había entendido bien–. Yo quise decir.
–Me preguntaste si necesitaba ayuda –sonrió, apenas–. Lo que necesito es coger, sentir que soy objeto de deseo para un hombre. La verdad, eso me vendría bárbaro. ¿Qué pensaste, que te iba a pedir que me ayudes a cruzar la calle?

5 comentarios:

Alberto Arenas dijo...

Buenas tardes Hundred. Es curioso como las necesidades de cada uno representan un universo en si mismo. Lo que para algunos es cotidiano, para otros puede ser el objetivo más lejano e inexplicablemente difícil de concretar. La vida, a veces, tiene el contundente e irremediable capricho de ensañarse con algunos de nosotros. Lo extraño, lo misterioso si prefiere, es que estaba seguro que usted iba a acceder a su pedido sin mayor dificultad.
Lo saludo pues, con intriga.

Bob Harris dijo...

El contrato social dice que ante una amabilidad tal como preguntar “necesitas algo?” se debe responder con igual amabilidad diciendo “nada” y en el peor de los casos se hará algún pedido que no incomode demasiado.
Si estamos tan hechos bosta que se nota que nos vamos a pasar por las bolas el contrato social, con una respuesta sin filtro, muy pocos se atreverán a preguntarnos si necesitamos algo.
Aquellos que se atrevan a preguntar, muestran así cuanto se interesan en la persona, no necesariamente por cariño, también hay quien querrá corroborar que estás hecho mierda.

Yo soy muy respetuoso de los contratos, pero si me atreviera a la ilegalidad, a muchos solo les respondería que se vayan a la mierda.

Todos tenemos necesidades, pero se dará cuenta que en los tiempos que corren su relato está muy bien, pero si la necesidad fuera que "me chupe bien la pija", ardería Troya.

Como siempre, muy bueno lo suyo
Abrazo

Frodo dijo...

Usted es el Negro Enrique, y le acaba de dejar redondita, la metáfora al mejor Diego de todos los tiempos. El de hoy.

Lo abrazo.

J. Hundred dijo...

*alberto arenas! estimado, deduzco de sus palabras que mi descripción de la mujer no fue del todo certera, ya nos iluminaba foucault con aquello de ‘las palabras y las cosas’. lo que quiero decir es que me pareció que la podía romper. respecto al ensañamiento de la vida, debo citar al superior fontanarrosa, sea éste mi precario homenaje, cuando dijo ‘Dios aprieta pero no ahorca ni cae en el sadismo’. ahora, si se fija bien, si presta atención, la historia, luego de mi inicial sorpresa, en ningún momento dice que no haya sucedido el pecado de la fornicación. lo saludo, picarón.

*bob harris! respecto al contrato social, el señor perón juan domingo dijo aquello de ‘donde hay una necesidad nace un derecho’. y argentina dejó de existir como por arte de magia. debe haber algún tema conceptual en todo eso. lo saludo.

*frodo! para hablar de fútbol y seguir con el país. porque la gente vibra en otro plano (una delicada manera de decir que son víctimas de un severo retardo). el único momento en que sentí que la argentina tenía alguna posibilidad, la única causa incluso superior a la guerra de malvinas con su tan tremendo y ensordecedor desencanto (y hacia allá nos dirigimos again). qué estaba diciendo? ah, sí. el único momento en que argentina fue un país, por lo que dura un pedo en una fábrica de ventiladores, es cuando maradona en media pierna le da el pase al cani y el cani le hace el gol a brasil. pero no, no es eso lo que estoy diciendo. el gol forma parte de la magia del fútbol. lo importante es que el cani vuelve, va volviendo de dejar a brasil afuera del mundial, y mientras vuelve se acomoda el pelo dentro de ese piolín que usaba en la cabeza. y se ríe. y mientras el cani se ríe todos creímos que ser argentino era posible y era genial porque es la sonrisa más linda que uno haya visto, la alegría más pura que se pueda encontrar de este lado, parafraseo a borges: sólo del otro lado del ocaso, verás los arquetipos y esplendores. después se apagó la luz para siempre y no existimos más. lo saludo y le agrego el correspondiente material bibliográfico.

https://www.youtube.com/watch?v=ea1j94MLDBc

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Toda una lección de vida. Sin dudas.