7.3.17

El club de las corredoras


Bajé a la calle, era temprano. Era domingo también, pero yo, después de tantos años de oficina, quedé programado para despertarme temprano. Tuve unos años donde estuve muy triste y no dormía, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Volvés a tu casa, sabés que se va a hacer de noche y que no vas a poder dormir. Entrás a la cama sabiendo que vas a perder, que no vas a encontrar el botón de apagado porque no depende de la voluntad. Es tremendo, es jodido.
​Decidí ir a caminar un poco por Palermo para cortar el día. Bajé por Pampa hasta Alcorta y me metí para dar la vuelta al lago. La idea erar caminar, dar una vuelta al lago y después ir a desayunar a un lugar lindo.
​Empecé a dar la vuelta. Debí darme cuenta porque había algunas vallas, y una ambulancia, y gente con pecheras fosforescentes. Tardé un poco porque venía distraído, pensando en mis cosas y tratando, justamente, de no pensar. Ni en mis cosas ni en ninguna otra cosa. Lleva tiempo darse cuenta que con no pensar la vida se acomoda. Si no pensás tenés el 87% de la vida resuelta.
​Empezaron a venir, las primeras. Una maratón, una maratón de mujeres exclusivamente. Venían, de frente, dos mujeres, tres, corriendo como si les hubieran metido un matafuegos en el culo y corrieran con la secreta intención de correr lo suficientemente rápido para poder quedar, supongo, adelante, adelante de los matafuegos. Y quizás de ese modo poder quitarse, el matafuegos, los matafuegos, de los respectivos culos, aunque fuera parcialmente.
​Salí del asfalto, me puse a un costado, sobre el pasto, junto a un árbol. Y empezó a llegar el pelotón. Mujeres, mujeres altas y bajas, mujeres gordas y flacas, todas con remeras rosas y algún número estampado, el ‘chuic chuic’ de las zapatillas.
​Hacía frío, había un poco de viento y me quedé mirando, adelante, a lo lejos, a la nada misma hecha de rosa. Dos, tres, cinco mil mujeres que no paraban de correr, agitadas, sudorosas.
​Y entonces olí. Levanté la nariz como el mismísimo Doctor Lecter en aquella entrañable escena donde Jodie Foster lo va a visitar por primera vez y él la huele a través de los pequeños agujeros que tiene el vidrio de su celda. La huele y es un momento genial, tan único y tan perfecto, donde el señor Hopkins es sólo nariz. Nos muestra en esa escena el señor Hopkins, al oler, todo lo que hay que saber sobre el oficio de actuar.
​Olí, decía. El olor golpeó mi mente y me llevó de la mano a ese recuerdo. Percepción sin conceptualización.
​Olía a conchas tristes. Lo explico.
​Hacía algún tiempo yo había salido con una chica, y la chica que parecía no venir tan mal en la vida, en determinado momento se deprimió. Y la depresión, su depresión, lo recuerdo perfectamente, se podía oler.
​En la concha.
​No era un tema de higiene personal ni de hábitos en la alimentación. La depresión, el proceso depresivo en el cuerpo de la chica, hacía que su concha oliera así.
​Cuando dejé de salir con esa chica, al poco tiempo me olvidé del tema por completo. Podríamos decir, en un rapto de originalidad, que la vida continúa.
​Y ése era el olor que venía ahora en la mañana de domingo, en el aire, multiplicado por dos, por tres, por cinco mil.
​El olor a concha tan particular y único, tan característico, que genera en la mujer la depresión.
Ahí me quedé, parado junto al árbol, viendo a las chicas que pasaban y pasaban corriendo hacia un esforzado lugar en el que descubrirían que seguían siendo ellas mismas. No había adónde ir.

11 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tal vez no pretendían huir, sino practicaban el no pensar. ¿O se puede pensar en algo mientras se corre, exigiendo más al cuerpo?

Dany dijo...

Maravillosa descripción, Juan. Un placer. Abrazo

Jorge Aureliano dijo...

Recién hoy me di cuenta (por un comentario) que usted publica cada 7 días. Yo, como buen boludo que soy, entraba todos los días a fijarme si había algo nuevo.
Conociendo el tema de las conchas tristes. Hay que estar atento y alejarse de ellas. Es contagioso.
Lo saludo desde Tucumán.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! yo le diría que no pierda el foco del escrito. o sea, básicamente, el olor a concha. lo saludo.

*dany! lo esencial es invisible a los ojos, dicen que dijo saint exupery. o sea, otra vez, el olor a concha. lo abrazo.

*jorge aureliano! en una época escribía cada tres días. ahora cada seis o siete días. el resultado, el producido, lo generado y por qué no lo recibido, mucho me temo que no ha variado en todos estos años. lo saludo desde la nada misma.

Frodo dijo...

Bonita descripción, ¡y yo con este resfrío!
Con el título nos quiere hacer creer que se trata de un relato serio, ¡y vaya que lo es!

Abrazo!

WOLF dijo...

Leyendo sus palabras tan ciertas, me dan ganas de comentarle algo que me pasa desde la adolescencia: puedo oler cuando una mujer está ovulando...
Ojo, no hablo de menstruación, es un período anterior a eso. Es cuando la mujer (su organismo) está fértil y dispuesta a ser preñada.
Claro que al principio, cuando tomé conciencia de éste "don", no entendía que era lo que percibía. Entendía que olía algo, pero no sabía que era. Los años y las experiencias me develaron la incógnita.
Haciendo un sabio uso de ese don mi vida ha sido más que placentera en lo que a encuentros sexuales se refiere.
Lo saludo cordialmente

J. Hundred dijo...

*frodo! si hay algo serio en este mundo, algo que merece consideración y respeto, es el olor a concha. lo abrazo.

*wolf! podríamos decir que usted es una suerte de psíquico, por no decir un olfateador de conchas profesional, que queda feo. lo abrazo.

nilda dijo...

no se si es bienvenido un comentario a este blog por parte de una señora. Que sería yo. Frodo , un amigo de mi blog, me preguntó opinion sobre este texto a raiz de mi cuento publicado en una revista virtual http://www.polvo.com.ar/2017/03/cuento-nilda-allegri/
No se si uds. saben que uno de las peores pesadillas de las señoras es tener olor !ahi!. asi que este relato entraria a ser del genero de terror. tipo lovecraft.
Otro lector de mi blog, el señor Demiurgo, pone el acento en una linea (lateral coincido y poco importante) sobre el pensar. En Casa Tomada dice Cortazar "se puede ser feliz sin pensar". Debería leerlo, si no lo ha hecho, por la coincidencia.
Cordial saludo

J. Hundred dijo...

*nilda! me sorprende un poco usted, la verdad. yo estaba convencido que el cuento 'casa tomada' pertenecía al -notable, quizás algo en exceso vehemente- autor uruguayo krasouski, ariel. la saludo.

Anónimo dijo...

al final ud. es como el Sr. Demiurgo.
Yo hablo de conchas y ud. agarra para la autoria falaz de textos apocrifos. En fin.

J. Hundred dijo...

*anónimo! quedamos así.