7.12.16

18, 33, 8


Fui al casino de Pinamar. Estaba de vaciones, en Pinamar, la segunda de febrero, no tenía un pomo para hacer.
Entré, debían ser las once de la noche, viernes. Alrededor del casino, alrededor del juego, aunque alrededor es una manera de decir. Me refiero a estar en contacto, a estar, por decirlo de algún modo, adentro. En contacto con el juego está todo lo malo de este mundo. Las ganas de salvarse, las ganas de hacerse rico sin saber hacer nada de nada y sin saber muy bien para qué querés ser rico. Para tener más de algo, más de todo lo que ni siquiera serías capaz de entender.
Las caras embotadas por el anhelo y el alcohol, la maldad, las prostitutas olisqueando el dinero como si fueran famélicos roedores. Alguien que grita desde alguna mesa porque los hados lo han favorecido, alguien insulta casi en silencio, alguien fuma un cigarrillo como si lo comiera.
​Me acerqué a una mesa. Un señor en camisa de mangas cortas, gruesos lentes, semicalvo.
​–Disculpe –le dije–. Quería avisarle que ahora va a salir el 18.
​Se apartó un poco, el hombre, de mí. Tardó en entender lo que le había dicho. Negó con la cabeza, apenas, jugó varias fichas, semiplenos y cuadros, todo a la primera docena.
​–¡Colorado el 18! –Dijo el croupier.
​Me fui a otra mesa. Tomé un whisky ordinario en la barra.
​Volví a la mesa. El hombre seguía ahí. La mesa estaba llena de gente.
​Me acerqué como si lo conociera. Le apreté apenas un brazo.
​–Ahora va a salir el 33, después el 8.
​El hombre volvió a jugar todo dentro de la primera docena. Salió el 33. Entonces jugó unas cuatro fichas de chance a ‘mayores’. Salió el 8.
​Me fui a sentar a un pequeño bar cerca del hall. La gente iba y venía de las cajas. Pasó una linda morocha de aindiados rasgos con una minifalda de cuero a punto de reventar, acompañando a un señor mayor.
​–Oiga –frente a mí, el hombre de la mesa, transpiraba–. Volvió a acertar.
​–Sí –dije.
​–Los dos plenos –dijo.
​–Sí –dije.
​–Usted tiene algo, un don –dijo el hombre–. Puede ver el futuro, los número que van a salir. ¿Por qué no juega? Se haría rico.
​–Le explico –suspiré–. Puedo darle un consejo a alguien que me parece que está mucho peor que yo. Alguien que de algún modo desprecio y me parece repugnante desde ya. Si es para mí no me sale.

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Me gustó esa imagen de las prostitutas olisqueando el dinero, es un caso en que me gustarían las ratas. Y le suma interés a lo de jugar.
Me resulta verosimil lo de poder anticipar un número ganador para otro y para si mismo.
Bien contado

Agustin dijo...

Me hace acordar a una pelicula,una escena en particular. En donde decian "Es facil filosofar, si es otro el que está hecho mierda"

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! ilari lari lari é. o o ó (maría da graca meneghel, también conocida como ‘xuxa’, contemporánea).

*agustin! consejos vendo y para mí no tengo, decía mi padre. 1saludo.