18.7.16

La pasamos bien juntos


Habíamos dejado de salir hacía más de dos meses. Me llamó, me pidió que pasara a verla. Tenía un regio departamentito por Núñez, Mariana, en una calle tranquila. Cómodo y moderno, le gustaba la decoración. Contrafrente abierto, daba a los jardines de una torre. Con cochera.
Era viernes, eran las ocho de la noche.
–Hola –dije. Me hizo pasar.
–Hola, Juan –Estaba en camisón, aunque no era, técnicamente, un camisón. Un remerón largo de algodón que se le pegaba al cuerpo y le marcaba el elástico de la bombacha. No tenía corpiño y no lo necesitaba. Unas deliciosas tetitas pequeñas y firmes.
–Hola, Mariana –dije, decidí sentarme en el sillón–. Me llamaste, no sé. Nosotros, bueno…
–¡Me dijiste que te podía llamar cuando quiera! –Estalló, Mariana. Estaba ojerosa, moqueaba– ¡Me dijiste que te podía llamar si necesitaba algo!
–Sí –dije, me senté–. Sí.
–¡Ya sé que no salimos más, ya lo sé! –se sonó los mocos, fue a la cocina– ¡Me dijiste que te podía llamar! –Vino de la cocina, volvió con un vaso de agua. Para ella.
–Ya te dije que sí. Acá estoy.
–Necesito que me ayudes, Juan –Se sacó el pelo, su fantástico y desordenado pelo, de la cara–. Para eso te llamé.
No dije nada, no había nada para decir. Suspiré. Hubiera pagado por un whisky, pero si me tomaba un whisky me iban a venir las ganas de coger. Y no debía cogerla, ya no.
–Me voy a matar, Juan.
–Bueno –dije. Ya no estaba para ciertas boludeces, adolescentes efervescencias en una mina grande–. Te felicito.
–No entendés –se paró, abrió un cajón, sacó un .38 corto, pesado, contundente. Por un momento pareció que me apuntaba pero no. Lo apoyó junto a ella, en el sillón donde estaba sentada–. Necesito que me ayudes.
–¿Qué? –no podía quitar la vista del arma, como si se tratara de un animalito que pudiera treparse y atacar en cualquier momento– ¿A qué?
–Sí, que me ayudes. A matarme.
–Eso –siguió–. Me quiero matar, no quiero vivir más. Y vos tenés la culpa, así que prefiero que estés presente. Y más aún, que me mates vos.
–Sabés que no voy a hacer eso.
–¡Vos me dijiste que me ibas a ayudar con lo que necesite! –levantó el arma, se apuntó, de abajo hacia arriba, apoyando el caño del revólver debajo del mentón. Después cambió de posición, le resultaba más cómodo para seguir hablando, apuntarse a la sien.
–No –dije. No sabía qué decir. Le colgaba un hilo de baba. Se notaba que estaba empastillada. Traté de pensar. ¿Cuál era el teléfono de emergencias? ¿911? ¿107? ¿314? ¿Llamar al portero del edificio, a un familiar? ¿Y qué le digo a la policía? ¿Qué me invitó a cenar y se terminó pegando un balazo? Infinitos quilombos como nubes tapando el cielo, todo mal.
–Sí, Juan –se compuso un poco, Mariana, pero seguía con la pistola en la sien–. Te quise mucho, la pasamos bien juntos, y me rompiste el corazón. Quiero que estés así, enfrente mío, mientras me pego un tiro. Quiero irme viendo tu cara, hace como una semana que no duermo. Estoy tan cansada, Juan. Pero ya está todo decidido, ya estás acá.
Pensé en decir no, pero era un no muy genérico, un no que representaba tantos nos, todo lo que no me había salido durante tantos años. Si trataba de saltar y quitarle el arma podía ser peor. Se llegaba a pegar un tiro conmigo ahí, forcejeando, quién me iba a creer que yo sólo quería ayudar.
Me puse cómodo. Era claro que la cosa iba en serio. Me hizo acordar cuando jugaba al ajedrez y de pronto, en medio de una partida, tenías la certeza que estabas perdiendo. Que no ibas a poder zafar. Le pasa a los boxeadores también, cuando sonríen.
Aflojé los brazos sin dejar de mirarla. Intenté respirar, tan solo eso y ni siquiera eso, dejar que la respiración ocurriera. No pensar.
–¿Qué vas a hacer? –dijo Mariana.
–¿Eh? –me acomodé en el sillón– ¿Cuándo?
–Ahora –se apretaba el caño del revólver contra la sien–. Después que me mate.
–Nada –dije–. No sé.
–¿Y si no me mato? –me miraba, desafiante–. Si no me mato qué ibas a hacer.
–Iba a salir –dije–. A cenar.
–¿Con una mina, no? –Se palmeó un muslo–. Seguro que con una mina.
–Sí, con una mina.
–¿Es más linda que yo? –Se puso de pie, Mariana, de perfil. Se puso una mano sobre la inexistente panza para que yo pudiera apreciar.
–No sé, Mariana. Me gusta.
–¿Y es más joven, no? –me miró, de frente, con las piernas algo separadas, como si me estuviera apuntando con la cresta de la vagina–. Seguro que es más joven.
–Sí –dije–. No mucho, unos años.
–¡Yo sabía! –dijo, volvió a sentarse– Yo sabía. ¿De dónde es, del laburo? Seguro que es del laburo, que tipo de mierda que sos, Juan.
Había bajado el arma porque le pesaba. Me apuntaba desde abajo, con el arma apenas torcida. El dedo en el gatillo, siempre.
–Sabés qué –dijo Mariana–. No me voy a matar un carajo, Juan. El lunes voy a ir a tu laburo así conozco a la tipa. Quiero ver si es más flaca que yo, si está más buena que yo. No creo que te hayan chupado la pija como yo, Juan –se rió, por un momento, recordando algo–. Quiero ver qué carita tiene esa pelotuda. Yo veo la cara de una mujer y me doy cuenta al toque si la sabe chupar o no. No creo que consigas gran cosa, Juan. Fui lo mejorcito que tuviste en la puta vida. Ahora te podés ir, andá tranquilo.

11 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Lo que presentas podría ser bien una película de suspenso. Que sería un desafío para un guionista y para un talentoso director, para no malograrla después de un buen comienzo. Buen comienzo, desde el punto de vista de la ficción.
Bien descrita Mariana, bien planteado el dialogo.
Y bien el giro argumental, de no querer matarse, con la intención de descalificarla a la otra mujer. En cierta forma, tuvo la ayuda que necesitaba. No se mató.
Bien contado.

Anónimo dijo...

Me hizo calentar, Hundred. No, usted no, la descripción de ella, de Mariana.
Quiero un rato de su vida, si no le importa.
Estas cosas no me pasan. (Nunca)

Agustin dijo...

Anonimo: Pasa, pasa en las mejores familias, y no es agradable.

Anónimo dijo...

Cuando era un adolescente, yo era el que miraba cómo el otro, el lindo, no yo, se llevaba la chica que me gustaba. Y todas las demás. Está bien, es la ley del juego. El asunto es que otra vez, me toca la fibra sensible. Esta vez es Hundred, otra vez no me toca a mí. Váyanse todos a la remismísima mierda. Y perdón por el exabrupto.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! quedamos así.

*anónimo! nooo, créame que usted no quiere un rato de mi vida. déjeme decirlo de otro modo: si usted me viera por la calle cruzaría de vereda.

*agustin! sí.

*anónimo! mire, lo que yo le puedo decir es que he tenido la curiosa sensación desde que puedo recordar, lo que equivale a decir desde siempre, que los que la están pasando fenómeno en la vida son los otros. siempre los otros. ahora, a veces sospecho que si uno le preguntara a los otros, bueno, ellos también dirían que hay otros que la están pasando mejor. pero no creo que funcione en matemáticos términos, y que el otro del otro termine siendo uno, ahí le digo que no. pero por mí pueden irse a la mismísima mierda todos los otros, mientras nos vamos a la mierda nosotros claro, también.

Tamara dijo...

....ehhh...entiendo que puede ser real toda la escena, entiendo que puede haber alguna fantasía en algunos detalles...por momentos debo reconocerlo Hundred, me causaba mucha gracia imaginarla a ella y todas sus acciones, muy histericas y propias de nosotras las mujeres, por momentos me ha parecido un "momento bizarro" el dialogo...y si es todo todo real, lo felicito, alguien que se quiere quitar la vida es raro que vaya por el camino de publicar lo que va a hacer y usted Hundred lo ha intuido, despues de todo la autoestima de la chica estaba bastante alta por su remate no?
buena semana Hundred!

Bob Harris dijo...

“No creo que te hayan chupado la pija como yo”
Quien no lo ha escuchado?
En esa frase hay un mundo
A mi entender: el pete es escasamente placentero para la mujer! El chupar la pija es un acto de dominio! (en eso si sienten placer) Si fuera mas metafórico diría, te da placer pero te quiere chupa el alma. Por supuesto que es así, si no no te lo echarían en cara en cada ruptura!
Como siempre su post es muy bueno, pero hoy brilla en
“Era claro que la cosa iba en serio. Me hizo acordar cuando jugaba al ajedrez y de pronto, en medio de una partida, tenías la certeza que estabas perdiendo. Que no ibas a poder zafar. Le pasa a los boxeadores también, cuando sonríen” (Cuando sonrien!! Muy bueno)
Abrazo

J. Hundred dijo...

*alma! hagamos el siguiente experimento. primero supongamos que lo escrito, el fragmento escrito (de magistral manera, por cierto, con chispazos de genialidad) por mí, es totalmente cierto. absolutamente cierto, al cien por ciento. hasta cómo se acomoda el cabello mariana, o el color del camisón. luego. ahora supongamos que el fragmento de mi autoría (notablemente escrito por mí desde ya, chorrea talento) es falso. nada de lo escrito es cierto. mariana no existe, ni siquiera existe el barrio de núñez.
bueno, fin del experimento. ah, no se entiende, le doy una pista. en ambos casos usted se tiene que lavar los dientes antes de ir a dormir, fíjese qué curioso.

*bob harris! en la felación tal cual usted la describe, sucede algo de lo más particular, quizás entretenido. el masculino, digamos el que aporta la soga para que no haya dudas de la posición, se cree poderoso, contempla la situación que se le presenta como un acto donde parece controlar los acontecimientos, podríamos decir que ‘se hace su voluntad’. casi para inmediatamente después pasar a descubrir que bueno, lo que está sucediendo, placentero desde ya, es otra cosa. respecto al boxeo, el señor cassius marcellus clay jr. también conocido como Muhammad Ali, dijo alguna vez ‘yo no sé nada de boxeo, pero soy sensible a la gracia’. y yo no sé nada de boxeo ni de literatura ni de tantísimas otras cuestiones, pero soy sensible a la gracia. lo abrazo.

Tamara dijo...

jajajajaja muy bueno Hundred! y si! talentoso sisi! lo de bob harris me encanto en su analisis!

Dany dijo...

"un no que representaba tantos nos, todo lo que no me había salido durante tantos años"

Mierda. Me vi.

Abrazo.

J. Hundred dijo...

*alma!

*dany! como dice el bellísimo slogan de AA: ya hemos estado ahí. lo abrazo.