12.6.15

Soñar, soñar


Al principio no lo entendía, cómo entenderlo. Nunca tuve demasiado éxito con las mujeres, ni en la adolescencia, que es cuando más lo necesitás, cuando más importa. Ni de más grande.
Bajé ese día a la mañana, como todos los días. Era jueves y hacía frío, lo recuerdo más que bien.
Apenas puse un pie en la calle me crucé con una vecina que estaba entrando al edificio. Se me quedó mirando, embobada. Se le cayó al piso una bolsa con mandarinas.
–Deje que la ayude –dije. Me agaché para agarrar dos o tres mandarinas que habían rodado por la vereda. Me puse en cuclillas, con lo que me cuesta, con lo que me sigue doliendo la rodilla derecha cualquier día de humedad. La vecina se arrodilló, al lado mío. Muy cerca. Y se frotó, literalmente, como si fuera un gato, flanco contra flanco. Contra mí.
‘Quizás me pareció’, pensé, ‘quizás fue idea mía’. La saludé y me fui.
Tenía que caminar las cuatro cuadras para tomar el subte. Venían dos chicas jovencitas, con uniforme de colegio secundario. Tableadas polleras azules, pulóveres escote en ‘V’. Ni las miro, hace tanto que dejé de mirar adolescentes.
–Precioso –Escuché una risa. Me detuve a los tres o cinco pasos. Me miraban, las dos, sexys, desafiantes, los muslos blanquísimos, las tetitas puntiagudas.
–¿Eh? –Dije. Miré, pero no había nadie más en la calle.
–¿Te puedo dar un beso? –Me dijo la de cabello corto y revuelto. Se tiró un poco el pulóver hacia abajo. Se le marcaron, un poco más, las magras tetitas.
Asentí. Se acercaron las dos. La de pelo corto no dudó. Me dio el beso, me metió la lengua hasta la laringe. Yo abría los brazos para no tocarla, pensando que en cualquier momento escucharía las sirenas de alguna patrulla de la policía. Me iba a costar dar explicaciones.
Entonces, con una de sus pequeñas manos, me apretó apenas los huevos. ‘Uy, qué rico estás’.
Me anotó el teléfono en un papelito. La otra nos sacó una foto con el celular, abrazados.
–Llamame, eh –me dijo la pelicorta. Se llamaba Érica.
Y así siguió todo el día. Las mujeres, prácticamente, se me tiraban encima. Me quiso secuestrar una señora algo excedida de peso, en un ascensor. Terminé, a la noche, cogiéndome a una prima que vino a hacerme una consulta sobre la conveniencia de adquirir una determinada marca de computadoras.
Al día siguiente bajé a la calle con miedo, pero nada. Así que tuve tiempo para estudiar la situación. El día anterior me había quedado dormido y había tenido que arrancar medio apurado. Mientras me bañaba para despertarme, entré en la ducha con una galletita con dulce de membrillo a medio comer. Estaba por tomar una aspirina porque me dolía la cabeza. Me puse champú Johnson’s para niños en la cabeza. Me habían dicho que era el champú más neutro posible. Soy, prácticamente, alérgico a todo.
Se me cayó la galletita, ya tenía champú en la cabeza, y la aspirina en la otra mano. Me tropecé, me fui al piso y se mezcló todo. El champú Johnson’s para niños, la aspirina, el pedazo de dulce de membrillo. Ahí estaba la clave.
Repetí como pude la experiencia, mezclé las tres cosas. Me froté el cuerpo con la particular combinación. Las mujeres venían a mí, desesperadas. Se regalaban, me decían barbaridades. Querían que las cogiera contra una puerta, querían chuparme los dedos de los pies, que les metiera algo, cualquier cosa, la poronga o un codo, en el culo. No importaba el peso ni la edad que tuvieran, mamíferos medianos del sexo femenino, lo que querían era coger conmigo.
Era increíble. Me tocaban bocina desde un auto, bajaban la ventanilla, y me mostraban una teta. No podía subir a un ascensor donde hubiera mujeres. Al minuto quedaba metido en una involuntaria orgía.
El efecto duraba entre ocho y doce horas.
Anduve así, durante un tiempo. Tuve que empezar a tomar vitaminas, le agregué maca primero, viagra después. No daba abasto. Todas las mujeres querían coger conmigo. Todo el tiempo, todo el día.
Así que cambié de champú. Me pasé al Head & Shoulders, la propaganda decía que era bueno para la caspa, lo usaban reconocidos deportistas. Si me duele la cabeza, tomo ibuprofeno. En la fiambrería compro dulce de batata con chocolate.
Nunca más volví a repetir aquella combinación. Volví, tan pronto como pude, a mi triste vida. Coger es una actividad en exceso sobrevalorada, uno anhela lo que no tiene, tan simple como eso. A mí dejame tranquilo, estoy bien así.

9 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Esta entrada es lo mejor que has escrito, casi diría que es genial. Lo de la fórmuula accidentalmente descubierta podría ser un capítulo de La dimensión desconocida, algo que considero entre lo mejor. Que gran historia.

Serendipity dijo...

Sencillamente increible! aplauso infinito!

JLO dijo...

cualquier cosa en exceso, hace mal... es así, que le vamos a hacer.... desde le dulce de leche hasta el sexo.... y bue...

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! sabe que no. lo cierto es que yo vengo escribiendo cosas geniales, podríamos decir sin temor a equivocarnos, hace bastante tiempo. las intermitencias, y por qué no las dificultades desde ya, están en la percepción. que corren por su cuenta, muchacho.

*serendipity! trabajé hace mucho tiempo con una persona, la persona, cuando sucedía algo que se acomodaba a sus expectativas, cuando sucedía algo que esperaba en verdad que sucediera, decía algo como ‘por fin mi gato cazó una mosca!’. pero quizás yo diga en este curiosa oportunidad, en esta simpática ocasión, ‘por fin’. y con eso esté muy bien también.

*jlo! su comentario me permite verificar una cuestión que tenía olvidada. y es que la obviedad puede ser incluso más ofensiva que la agresión. cuando yo no tengo nada para decir, y me olvido de hacer silencio, suelo decir ‘qué loco todo’, o ‘es todo muy dinámico’. van de regalo, son gratis.

Yoni Bigud dijo...

Lo leí con atención. Le metí migral con dipirona, a la fórmula, es lo que tenía a mano. Empecé a sospechar cuando el portero me hizo ojitos, ni bien salí de casa. Es un tipo tranquilo, por suerte. Pero mi día no se pareció en nada a eso. A un amor sin futuro. A duras penas pude repeler el manoseo en el subte. No, las señoritas no. Ellas me miraban con recelo, algo de asco, como a un competidor osado. Mi suerte no fue tal con los muchachos que me hacen los sanguches de milanesa para el almuerzo. Son tres. Son fuertes. No aceptan un no bien enmarcado en los parámetros de civilización. La pasé mal. La pasé como el culo. No hallo forma más literal de describir. Y me queda el resto del día. No quiero describir. Doce horas son muchas horas, sepa.
Trato de perdonarlo, a usted. Pero sé que no lo merece.

Un saludo.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! quizás uno de los puntos más altos en el recorrido filosófico de la república argentina fue, cuando en algún programa de televisión, el señor tu sam dijo ‘puede fallar’, y luego casi mata al hijo intentando una absurda prueba. puede no ser esta la mejor ocasión para decir que el conocimiento encuentra siempre un pasadizo, un canal. lo saludo, y por lo que alcanzo a ver desde aquí, las calzas en animal print no le quedan nada mal.

Anónimo dijo...

"Coger es una actividad en exceso sobrevalorada, uno anhela lo que no tiene, tan simple como eso. A mí dejame tranquilo, estoy bien" Tengo esta certeza hace tiempo y cada vez que lo expreso me miran como si fuera extraterrestre, tengo además, 26 años, pero cogí tanto y tan variadito que ya no lo siento siquiera necesario!! Y a mi dejenme tranquila disfrutando de nuevos anhelos. B.A.

Mr. Kint dijo...

Usté, con esta anécdota, pasó a ser una especie de Mel Gibson de Parque Chas (como en aquella recordada comedia).
Como regla general uso Head & Shoulders en la semana y los fines de semana paso al Johnson's niños, el naranjita vio? El efecto es marginal diría, pero para los que cogemos poquísimo lo marginal es universo nuevo.

Lo saludo con el afecto y respeto de siempre.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! fuera de todo contexto político por favor, pero está usted mal rumbeado. no es el naranjita, es el amarillo. ahora si hablamos de política entonces sí, use head & shoulders como loco. lo saludo, soy pura luz.