18.6.15

Los peces y los panes


–Me pasa algo extraño –dije–. Creo que siempre estuvo ahí, latente. Pero en los últimos seis meses es como si hubiera salido a la superficie, por decirlo de algún modo. Se intensificó, eso seguro.
–De qué estamos hablando –dijo ella. Estábamos en un bar, por Almagro, desayunando. Temprano, muy temprano, porque ella era secretaria de un juzgado y su horario de trabajo era así. Entraba bien temprano, y se iba después del mediodía. Yo trabajaba en una oficina y a nadie le importaba mucho lo que hacía, así que si llegaba a las diez de la mañana al centro estaba bien, y si llegaba a las once estaba bien también. Pero si quería coger, con ella, bueno, tenía que mostrarle que íbamos a cenar, antes, que dormíamos juntos, después. Que desayunábamos, también. Coger, sólo coger, era como muy crudo. Las mujeres suelen esperar algo más de una relación. Lo que yo precisaba no era mucho más que un desahogo fisiológico. Para todo lo demás, para pensar, para mirar por la ventana, para tomar whisky y ser genial, bueno. La verdad que conmigo me alcanzaba.
–Ah, no te dije –tomé un poco de café. Era una buena piba, Mariana. Bastante piola, cogía bien. Nos veíamos los martes por lo general, hacía más de cuatro meses. Algunos domingos también–. Tengo poderes.
–¿Eh? –Levantó la cabeza de su teléfono celular. Estaba intentando tipear un mensajito sin soltar el vaso con jugo de naranja.
–Que tengo poderes –dije–, veo el futuro.
–Mirá vos –terminó de escribir su mensaje, dejó el teléfono–. Cómo es eso.
–Por ejemplo, mirá –apunté con el mentón, indicándole a través del ventanal–. En la esquina. Va a parar un colectivo. Se va a bajar una señora, bajita, con una campera roja. Espera unos treinta segundos, más o menos, para cruzar, y se va a dar cuenta. Que la robaron, en el colectivo. Va a empezar a gritar.
Así sucedió. Tal cual lo había dicho. El colectivo, primero, la señora de campera roja, después. El grito.
–Increíble –dijo ella, visiblemente sorprendida–. Increíble de verdad.
–Para que veas que no fue casualidad –dije–. Señalé con un índice, otra esquina–. Ahora va a doblar un hombre, usa una boina a cuadros. Tiene un perro, un Bóxer. El perro va a ver algo, no sé, otro perro. Se va a soltar, el perro, de un tirón, y va a cruzar la calle a toda velocidad. Casi lo va a pisar un auto, un Peugeot 207 negro, no, no es negro, es azul oscuro, pero no lo va a pisar. Vas a escuchar el frenazo. En un minuto, más o menos.
Esperamos, mirando por la ventana.
Vino el hombre, con la boina, con el Bóxer. El perro se soltó, cruzó la calle a la carrera. Frenó el Peugeot azul oscuro, aparecido de quién sabe dónde. No lo enganchó, al perro, de milagro.
–¡Es genial! –dijo ella–. En mi vida vi algo así.
–Sí –terminé mi café–. Es como si por un instante yo no estuviera. Me sumerjo, desaparezco, y veo lo que va a suceder como si fuera una película. Lo veo, exacto, aunque no soy yo el que lo ve, porque yo no estoy, no existo en ese momento, es una especie de presencia consciente. Y después, lo que vi, sucede.
–Genial, la verdad –se sentó un poco más derecha, Mariana, como si se acomodara en la silla, tosió–. Mirá, te quería decir algo. Quiero que dejemos de vernos, lo estuve pensando. Está todo bien con vos, nos vemos, cogemos, pero a vos no te interesa nada más. Yo tengo ganas de estar en pareja. No sé, me pasa eso.
–Me tomás de sorpresa –le dije–, no me lo esperaba.

9 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Debe ser mi poca claridad para comentar (no esperen perfección de un demiurgo), pero tengo que aclarar que no soy un detractor, estoy lejos de serlo. Y este relato me parece una muestra más de genialidad. Muy claro relato. Interesante que el personaje tenga el poder de anticipar el futuro y no haya sido capaz de anticipar lo que ella le iba a decir. Tal vez sea uno de esos poderes que no pueden usarse en beneficio propio.
Podes estar orgulloso de este relato.
Saludos.

WOLF dijo...

Yo sabía que usted iba a escribir esto... Gracias por publicarlo. Un saludo

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Es preferible que no se vean más. Yo se lo que te digo, Juan.

El poder lo tiene ella, siempre lo tuvo. La osmosis se produce al coger, como todos sabemos. Por eso ultimamente se intensificó el poder. Por la influencia, la proximidad, y por coger. Ella lo sabe y se hace la gila. Cuando empezás a darte cuenta, cuando se lo contás, sabe que es hora de irse.

¡Qué querés que te diga? Yo creo que conviene que se vaya. Urgente. ¿De qué te sirve saber que mañana te va a pisar el treinta y tres que pasará en rojo cuando cruces Paseo Colón?

Yoni Bigud dijo...

Anticipar la cotidianidad que plantea el Cosmos frente a nuestros ojos es, en mi humilde parecer, un poder de la san puta. Suficiente en sí mismo. Sirve para saber que el Universo va a seguir ahí dentro de un rato, sean segundos o años, según qué escena le toque anticipar. Y deja a salvo cualquier interés personal, no se mete en las aristas de su vida, que ya es una mierda como está, sin necesidad de andar comiendo cachitos de futuro para confirmarlo.

En cambio adelantarse a un hecho más o menos trascendente que a uno lo involucra de lleno no tiene ningún mérito, ninguna utilidad. Sirve para anticipar la angustia de un mal momento o arruinar la gloria o la sorpresa de uno bueno. Le quita el gusto a las medialunas, opaca el sabor de un buen whisky, hace que no se le pare el pito. Ese tipo de cosas.

Creo que el poder así como lo plantea es un don. Saber que la mina le iba a dar salida lo hubiera convertido en una especie de castigo divino. O cósmico. Una cagada, hablando en castellano antiguo.

Lo felicito y lo saludo con extremo respeto, como es mi costumbre.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! como regla general, cada vez que le parezca que yo soy genial, está muy bien. y cada vez que le parezca que yo soy un pelotudo, está muy bien también.

*wolf! es bella su actitud, su sentido del humor. lo saludo con sana camaradería.

*juan sebastián olivieri! vea, lo que usted escribió es de una sofisticada potencia. tengo yo buena memoria, quizás por haberme dedicado a las lides del ajedrez siendo niño, con suerte dispar. así que puedo decirle sin temor a equivocarme que su comentario es uno de los tres comentarios más importantes que yo haya leído en los últimos años. se ubica usted, créame, en el podio. no menos cierto es aquella bellísima frase que decía ‘the trouble with the rat race is that even when you win, you are still a rat’. quiero decir, ha competido usted, desde ya sin saberlo, contra boludos de todo grupo y factor. los boludos, en estas precarias playas, tienen la inmensidad del mar.

*yoni bigud! a riesgo de parecer un infeliz repetidor de frases, siempre recuerdo cuando capote dijo aquello de ‘cuando Dios te da un don, te da al mismo tiempo un látigo con el cual flagelarte’. es buenísimo lo que usted dice, buenísimo de verdad. me asusta su brillantez. soy yo el que agradece.

Alelí dijo...

Pero qué boba, yo te hubiese hecho sentir culpable porque no me das bola, lagrimita y sobre el final, luego de un largo silencio, le diría algo asi para que el corte sea quirúrjico "pasame los 6 números que salen en el proximo sorteo del quini".

Besito en la frente y chau pichu. Seguro que escribí al pedo porque ud. Ya sabía que iba a escribir tremenda brochette de pelotudeces.

Beso

J. Hundred dijo...

*alelí! otra oportunidad, otra oportunidad, los dos a la final..

Mr. Kint dijo...

Excelente lo suyo. El comentario de Bigud también superlativo.

Suele suceder que los dones supraterrenales o superpoderes vienen acompañados de la más completa falta de perspicacia para las situaciones cotidianas.
Lo abrazo

J. Hundred dijo...

*mr. kint! veámoslo de este modo: cuando te volvés genial en algo, se nota mucho lo absolutamente limitado que sos en todo lo demás. lo abrazo con todas mis limitaciones.