18.1.15

Pulsión


Cuando yo la conocí, ella ya tenía varios años de yoga encima. Lo cual, junto con los por demás tangibles beneficios para la salud que la milenaria práctica proporciona, bueno, también le daba un cuerpo estilizado, flexible y apenas musculoso a la vez. Me atrevería a decir con las más exquisitas proporciones.
Empezamos a salir y ella me fue contando sobre la avidez espiritual que se le había ido despertando muy de jovencita. Casi podríamos decir en la adolescencia. Unas ganas de saber, de entender la vida. No podía ser sólo lo que se veía en la superficie. Había más, mucho más, y ella quería experimentarlo. Ella tenía esa pulsión. 
Al poco tiempo nos fuimos a vivir juntos. Empezó un posgrado de Reiki que duraba dos años, se trataba ella misma para estar radiante, y atendía pacientes. Hacía circular la universal energía con la ayuda de sus manos, activaba chakras, enviaba energéticas ondas de paz y salud a los animales y a las plantas, a la galaxia toda.
Practicaba Tai Chi Chuan, también. Con un chino de noventa y tantos años que era venerado en todo el mundo. El chino la guiaba a través de la oriental sabiduría, le mostraba, sin hablar, los caminos del Tao. 
Había hecho el curso de El Arte de Vivir, todos los cursos, desde el básico hasta los más avanzados que incluían retiros. Respiraba veinte minutos cada mañana, siguiendo un método, antes de desayunar, se purificaba de ese modo.
Y meditaba, claro. Meditaba sentada, y parada, y caminando también. Decía que la meditación no era una práctica, la gente no entendía bien. La meditación era una cosa permanente, un estado del ser, una forma de vida.
Cuando descubrió que yo estaba cogiendo con la boliviana que venía a limpiarnos el departamento una vez por semana, se puso mal. La boliviana era casi analfabeta, y debía andar bien arriba de los cincuenta años, pero viste que es difícil sacarles la edad. Tenía una leve renguera, la mujer, y le faltaban varias piezas dentales.
–¿Cómo puede ser? –dio una patadita en el suelo, ella, se sacó el pelo de la cara– ¿Cómo puede ser que estés con esta mujer? Vuelvo y te encuentro en la cama con la señora de la limpieza. Cómo puede ser, Juan.
–Bueno –dije, mientras intentaba ponerme aunque sea un shorcito, no se debe discutir desnudo con alguien que está vestido–. Es que acá, a Normita, le importa un carajo el espíritu. A Normita le gusta coger.

10 comentarios:

FSK dijo...

lo que usted describe en el relato lo lei en un texto de medicina; se llama Sindrome de Hugh Grant.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Concuerdo con el comentario anterior, aunque no sea una definición científica.
Ese Hugh Grant me pareció un inepto. La Hurley es una mujer deseable.
Para ser infiel a una mujer bellisima, la otra tiene que estar a esa altura.

La situación podría funcionar con una científica, que las hay muy atractivas, que encuentra que la otra escribe libros de rimas, que son tomados para escarnio en los medios.

Agustin dijo...

Este relato me deja la sensación de ciertos elemenos que son comunes en los otros quizas, la descripción sublime de un personaje femenino tipico, enalteciendolo, pero sobre el final redujendolo a nada, a través de una simple miseria humana. Con un poco de humor negro.

Pipipi 7 dijo...

pero cuántas chicas para hacer historias conoció usted! debe ser un galán, don Juan.

J. Hundred dijo...

*fsk! busque, en el mismo libro, el síndrome de asperger.

*el demiurgo de hurlingham! es fácil entender por qué liz hurley jamás visitará hurlingham.

*bloggers norte! que nos vaya bien a todos.

*belén be! no, pichona, nada de eso. he contado tantísimas veces que soy un monstruo del bosque, una rata de pantano, una horrorosa criatura. pero sucede que, como indica el texto, a normita le gusta coger. por más difícil que eso le pueda resultar a usted de comprender, no digo imaginar.

Alelí dijo...

Todo se reduce a lo simple.
si no gozás en el sexo.
en la comida.
en el sueño.
todo lo demás es sanata
o como dice un viejo lobo de mar, que siempre cito:
"Si sos feliz no me lo cuentes, se te npta"

Alelí dijo...

Léase "nota"

J. Hundred dijo...

*alelí! el autor de la frase que usted menciona, se percibe que ése sí sabía. le mando un beso en la frente.

*alelí! usted cuando se equivoca se pone más linda.

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que no pasaba, leí a las apuradas las primeras entradas y no encontré nada nuevo, y de repente apareció esta entrada y sonreí. Algún destello de originalidad todavía le queda. Me alegro por ambos. Nuestras vidas no son absolutas pérdidas de tiempo.

J. Hundred dijo...

*anónimo! se lo digo con cariño, casi con ternura, el hecho que usted venga hasta aquí para decir, bueno, esto que dice, habla muchísimo más de su fracaso que del mío. pero yo he fracasado lo indecible, he fracasado de maneras que usted ni siquiera imagina. espero que mi fracaso le resulte de algún modo reparador.