Te respondo bien sencillito, para que hasta una pelotuda como vos lo entienda.
Hasta los treinta años, sos todo potencia. Funciona la tosca maquinaria del deseo. Podés ser jugadora de voley o de hockey, estudiar arquitectura como si en verdad fueras a enderezar la Torre Eiffel, chupar 18 hapis por noche (si Dylan Thomas se tomó 18 whiskys, por qué no vas a poder vos ejercitar tu magro talento), viajar a Sudáfrica de mochilera para sacarle una foto a Tantor lavándose las orejas con la trompa, hacer coros en una banda que se llame ‘Los Ragamuffins de la concha de tu hermana’, y así.
Después de los treinta años, entre los treinta y los cuarenta, viene un período de agridulce resignación, un conformismo que te empieza a brotar de las axilas como un sulfato, llamémoslo ‘etapa de mantenimiento’. Ya no vas a poder ser mejor pianista de lo que sos, no vas a poder patear la pelota más lejos, ni coger más fuerte, ni fumar treinta y tres cigarrillos en la playa como aquella madrugada, tus pezones ya no exhiben ese rozagante rosado. Hay que empezar a caminar, en lugar de correr, tu marido dice siempre las mismas boludeces pero una vez por semana vas al cine, en la oficina te dijeron que sos una subgerente de producto de lo más capaz, los chicos empiezan a crecer, en la playa te atragantás de un desteñido sol.
Y pasás los cuarenta. Viene el mundo del plano inclinado. La pérdida de facultades, la fatiga de materiales, la decadencia y caída. Vas a luchar, claro que vas a luchar, por que te parece injusto. Vas todas las mañanas al gimnasio, hacés un curso de computación, te suavizás los pelos de la vagina con aceite de castor del mar Adriático. Está el yoga y los yogures para cagar como una avispa, los suplementos vitamínicos y las pastillas que te dejan la garompa más dura que una lechuza embalsamada, los tratamientos de belleza, los corpiños reforzados de kevlar, el pelo de muñeco, las pequeñas mascotas de agudos ladridos, las maratones, las siliconas y el colágeno. Pero te caés, lo sabés, deberías entregarte, como si te hundieras en un tremebundo pantano, cualquier avezado pigmeo te aconsejaría que lo mejor es que no te muevas demasiado.
Parece que no entendiste, ponete cómoda, podés no estar de acuerdo todo lo que quieras. Tu opinión importa, en esta deliciosa oportunidad, en esta entretenida ocasión, si es posible menos que de costumbre. Es como yo te digo. Si no querías saberlo, no me lo hubieras preguntado.
Hasta los treinta años, sos todo potencia. Funciona la tosca maquinaria del deseo. Podés ser jugadora de voley o de hockey, estudiar arquitectura como si en verdad fueras a enderezar la Torre Eiffel, chupar 18 hapis por noche (si Dylan Thomas se tomó 18 whiskys, por qué no vas a poder vos ejercitar tu magro talento), viajar a Sudáfrica de mochilera para sacarle una foto a Tantor lavándose las orejas con la trompa, hacer coros en una banda que se llame ‘Los Ragamuffins de la concha de tu hermana’, y así.
Después de los treinta años, entre los treinta y los cuarenta, viene un período de agridulce resignación, un conformismo que te empieza a brotar de las axilas como un sulfato, llamémoslo ‘etapa de mantenimiento’. Ya no vas a poder ser mejor pianista de lo que sos, no vas a poder patear la pelota más lejos, ni coger más fuerte, ni fumar treinta y tres cigarrillos en la playa como aquella madrugada, tus pezones ya no exhiben ese rozagante rosado. Hay que empezar a caminar, en lugar de correr, tu marido dice siempre las mismas boludeces pero una vez por semana vas al cine, en la oficina te dijeron que sos una subgerente de producto de lo más capaz, los chicos empiezan a crecer, en la playa te atragantás de un desteñido sol.
Y pasás los cuarenta. Viene el mundo del plano inclinado. La pérdida de facultades, la fatiga de materiales, la decadencia y caída. Vas a luchar, claro que vas a luchar, por que te parece injusto. Vas todas las mañanas al gimnasio, hacés un curso de computación, te suavizás los pelos de la vagina con aceite de castor del mar Adriático. Está el yoga y los yogures para cagar como una avispa, los suplementos vitamínicos y las pastillas que te dejan la garompa más dura que una lechuza embalsamada, los tratamientos de belleza, los corpiños reforzados de kevlar, el pelo de muñeco, las pequeñas mascotas de agudos ladridos, las maratones, las siliconas y el colágeno. Pero te caés, lo sabés, deberías entregarte, como si te hundieras en un tremebundo pantano, cualquier avezado pigmeo te aconsejaría que lo mejor es que no te muevas demasiado.
Parece que no entendiste, ponete cómoda, podés no estar de acuerdo todo lo que quieras. Tu opinión importa, en esta deliciosa oportunidad, en esta entretenida ocasión, si es posible menos que de costumbre. Es como yo te digo. Si no querías saberlo, no me lo hubieras preguntado.
10 comentarios:
maldito.
estoy a un año y 6 días de los 30.
acaba de sumarle fundamentos a mi actual amargura.
por cierto, la torre eiffel no está torcida, esa es la torre de pisa.
por eso cavado total y algo menos de que preocuparse.
Por cierto, se te achicaron los hombros o es la relación con el tamaño de la panza el que me engaña? Te salen más pelos en las orejas y la nariz que en la cabeza, las balls cuelgan más que de costumbre y hay que hacer más reanimación al muñequito para que responda. Sí, ya sé, no me preguntaste, pero la sinceridad antes que todo.
Baci.
glup
El conformismo que brota de mis axilas como un sulfato tiene un olor indecible. No hay forma de combatirlo, y me deja marcas indelebles en las camisas que uso para trabajar.
Supongo que es algo normal, que a todos les ocurrirá más o menos lo mismo.
Un saludo.
bueno como vos digas...pero a mi eso me pasa desde los 20.
cruda y curtida.
igual entiendo el punto, odio cuando la gente pregunta y sabe que va a recibir una respuesta sincera y después de toda esta descarga dicen "ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy que malo/a que sooooooooooooooos"
NO ME ROMPAN LAS PELOTAS, digo yo.
Es como la embarazada que pregunta "estoy mas gorda?" No boluda...si el bulto que tenes en la panza es por retención de gases.
Si quiere que le mientan que lea el horóscopo.
*chica pastiche! tiene usted toda la razón, me equivoqué de torre, pero no voy a corregirlo. no corresponde darle ese gusto. ah, y un poco de amargura le queda muy bien.
*caia! resulta quizás llamativo que usted, sin conocerme, haya hecho una descripción tan pero tan exacta de mi persona.
*diosesargentino juliano! le agradezco la onomatopeya.
*yoni bigud! en una oportunidad, una extraordinaria persona me contó que existía un superhéroe, o un luchador de catch, llamado ‘axila verde’. a mí me pareció importante mencionarlo. un saludo.
*alelí! ha estado usted con una lucidez muy particular (me dieron ganas de invitarla con un champán). gracias.
*sergio! quizás algo excesivo de su parte. lo que quiero decir es que siento un particular respeto cuando veo una mujer embarazada. también algunas veces me caliento un poco, pienso en cómo me la cogería.
Yo, no pregunto nada. Nunca.
Qué forma tan tonta de desperdiciar la negación...
No quedan dudas respecto a que usted ha tomado al pie de la letra aquella sentencia de "Vitam Impendere Vero" y actúa de acuerdo a ella. Sin embargo, la mayoría de las veces la verdad no nos hará libre y, sobretodo, no nos hará coger.
Entonces, como decía Sabina en la canción "Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera
contarle que el universo era más ancho que sus caderas. Le dibujaba un mundo real no una color de rosa, pero ella prefería escuchar mentiras piadosas (..) Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir"
Resumiendo, hágale caso al señor Tony Rivers (Antonio Ríos, el maestro) que gritaba a los cuatro vientos (en esa canción que a uno lo encuentro en pleno éxtasis a las 5AM en un casorio): "MIENTELEEEE"
Saludos
*jazmin! el coreano del laverap de la vuelta de mi casa, con toda esa oriental sabiduría que lo desborda, que lo contiene y muy probablemente lo abarca, me dijo una vez: non tendo.
*mr. verbal kint! elevados ejemplares de milenarias culturas han salido en búsqueda de la verdad, tremenda necesidad que atormenta al ser humano una vez resuelto lo más primario y básico. la búsqueda ha implicado la lectura de sagradas escrituras, la meditación, el ayuno, las más descarnadas preguntas a un cielo por lo general indiferente. yo cada tanto garcho con alguien y debo confesarle que no he hallado verdad alguna, pero he logrado experimentar cierta clase de existencial alivio.
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