5.7.10

El recontraotro

Para poner categorías de imposibles, para poner un ránking de tragedias que permita la comparación, y a través de la comparación como artilugio, como burdo mecanismo, lograr algo, una chispa de entendimiento. Bueno, yo, Hundred, en semipleno uso de mis facultades mentales, por decirlo de alguna manera, no soy Borges. Podría aspirar, dadas mis literarias capacidades, a lustrarle a Borges, vivo o muerto, a lustrarle, decía, un zapato, poniéndome pomada en la nariz. Y lustrarle entonces el zapato, a Borges, con la nariz.
Dicho esto, hecha la aclaración pertinente hasta la desmesura, veamos un poema, de Borges, y luego una nueva versión, del mismo, escrita por Hundred.
El poema, de Borges, se titula, se llama, ‘Los justos’

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrade.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando al mundo.

Ahí va Hundred, ahí voy yo. El poema se titula, se llama: ‘Los injustos’.

Un hombre que pisha en tu jardín, porque tiene ganas.
El que agradece que en la tierra haya descuentos.
El que descubre con placer una verruga.
Dos empleados que en un café del centro leen un suplemento deportivo.
El dentista que premedita usar menos anestesia.
El cartógrafo que compone mal un mapa, total a esa isla no irá nunca.
Una mujer y un hombre que ven a Tinelli con el volumen del televisor muy alto.
El que acaricia a un animal pensando dónde lavarse las manos.
El que recuerda de memoria cualquier refrán relativo a la venganza.
El que agradece que en la tierra haya productos dietéticos.
El que prefiere correr maratones.
Esas personas, que se conocen, me están haciendo moco.

Ya sé, no me digas nada, ya lo sé.

10 comentarios:

Nati Alabel dijo...

El que deja el mismo comentario en varios blogs rogando que lo visiten.

Hortensia si me querès... dijo...

Groso!

Yoni Bigud dijo...

Usted trae la poesía en la sangre. No me hable de Borges, el hombre ha venido a la mesa al solo efecto de prestar su material para esta derivación.

Un saludo.

Mr. Kint dijo...

Transcurría la década del 80, época de peinados batidos y cabellos voluminosos, en ese entonces había un programa en el prime-time de la TV argentina donde se destacaba uno de los máximos comediantes que han dado estas australes tierras; pelado él, tal vez para sublevarse ante aquella ostentación capilar tan de moda, quizá sólo porque sufría de alopecia. Bueno, este notable actor cómico ya había acumulado una seguidilla de éxitos en la pantalla (grande y chica). Aquel programa lo encontró posiblemente en la cúspide de su carrera; dicho show consistía en una serie de sketchs donde él encarnaba consagrados personajes en un repertorio de gags, desopilantes situaciones e imperecederos latiguillos que solían ir bajo un mismo esqueleto y, que algunas veces, se tornaban repetitivos pero que jamás fallaban en provocar la hilaridad general.
Sin embargo, había un sketch que todos recuerdan, que trascendió el programa y se colgó en las paredes del salón del recuerdo colectivo (por no decir "nacional y popular"). Allí se llevaba la escena a los límites inimaginables de la improvisación, por momentos parecía carecer completamente de una estructura, y ese trasgresor exceso de libertad dejaba aflorar toda la desfachatez y espontaneidad del cómico. Aquella soltura permitía que el personaje se acercara mucho a la imagen propia que emanaba el actor, era lo más cercano a él, su ocurrencia, su ingenio, su humor insolente y raudo, su personalidad de atorrante, un tanto degenerado, diría también. Digamos que allí se apreciaba toda su genialidad y su locura, y eso lo hacía extraordinariamente entrañable. El nombre del personaje, por esas peculiares circunstancias de los hechos, esos pequeños colapsos de realidades que damos en llamar coincidencias o casualidades, bueno, se hacía llamar Borges.

Quizá, en algún recoveco de este mundo haya alguien que intente decir algo, con una anécdota, con una historia al parecer sin sentido, de las que no vienen al caso, y en un incuestionable acto de admiración busque, mediante ese intrascendente acto, encontrar un pequeño punto de entendimiento, apenas eso. Y en ese desesperado intento no alcance siquiera a atarle los cordones al señor Hundred.
Saludos.

J. Hundred dijo...

*natalia alabel! lo de rogar que a uno lo visiten, en este caso lo lean, es de un desgarrador patetismo. permítame que la aburra por un módico instante con una precaria analogía. yo no soy muy agraciado, físicamente podríamos decir aunque las leyes de la física no tengan quizás la culpa, y esa particular circunstancia de la vida, esa contrariedad, me ha llevado, muchísimas veces, a verme impulsado por fuerzas muy superiores a mi voluntad, a mendigar un poco de afecto. no, no una palmada en el hombro ni un sonrisa, sino lo que los americanos han dado en llamar ‘sexual intercourse’. he tenido que rogar, como usted dice, por un poco de sexo. cuando uno se ve obligado a enarbolar tan dramática actitud, suele suceder, puede pasar, que, en el caso que nos ocupa, el mío, la señorita en cuestión finalmente permita el acceso carnal. pero de una manera algo displicente, como si fuera una concesión, una incomodidad que debe soportar porque la actividad en cuestión es algo que no le interesa demasiado. si bien uno obtiene lo solicitado, la experiencia jamás resulta satisfactoria, se han alterado ciertos parámetros que uno, enceguecido por las ganas de coger, no está en condiciones ni de considerar en el momento anterior, pero sin duda lo incomodarán en el fatídico después. hay una canción, no importa la canción, no importa de quién, llamada ‘azucar amargo’. en el insostenible párrafo que le acabo de detallar, ‘vaginas amargas’, sería un título pertinente. ‘lectores amargos’, en lo que respecta a sus palabras, y así podríamos seguir.

*hortensia si me querés…! linda!

*

*yoni bigud! nada me resulta más inútil (y entretenido) que ser, cada tanto, poeta. un saludo.

*mr. verbal kint! si usted fuera una chica (la cantante de plant, for example) su notable evocación al negro olmedo sería suficiente para que yo le ofreciera matrimonio, convivencia, mi lata de nesquik, lo que usted quiera. bellísimo homenaje. quizás cada tanto uno encuentra, así, algo más o menos hecho de tan fugaces como inexplicables casualidades, el punto de entendimiento al que usted se refiere. yo, que no puedo parar de recordar que nadie quiso bailar un lento conmigo cuando me hubiera hecho tan pero tan bien, que estoy infinitamente más preparado para el desprecio que para la admiración, se lo agradezco.

Alelí dijo...

y si...

Jazmin dijo...

Poco agraciado?

Habiendo tanto agraciado en desgracia, no es para lamentarse. Ok, tampoco para consolarse... pero cuántos pueden decir que le betunan los zapatos a Borges con la napia, eh? Eh??

:)


Usté es oscuro. Vaya que sí.
Como muchos poetas.
Y algo de gracia requiere la oscuridad.


Nada.
Quiso ser un comentario positivo. Pero usté me tira para atrás. Supongo que estará satisfecho.

chica pastiche dijo...

Borges un poroto.

J. Hundred dijo...

*alelí!

*jazmin! pareciera, así, que usted, por apenas un instante quisiera decirme, reconocer de alguna forma, que soy genial. pero casi inmediatamente después recuerda, no puede evitar recordar, que le ha dicho quizas, algo muy similar, a cada pelotudo, y eso la inhibe un poco. no es culpa suya ni mía, nos mata la jurisprudencia. igual celebro y agradezco el interrupto.

*chica pastiche! cuando quiere, usted, es muy amable. lo que sucede, me parece, algo de lo más normal, tremendamente común, es que no quiere casi nunca.

La lectora dijo...

juajuajuajuajua, sin palabras.
usted me hace reír, juan.