19.7.09

¿No te das cuenta?

Es muy temprano. Camino por la calle. No sé por qué camino por la calle, tan temprano, o sí lo sé. Tengo que hacer algo, alguien me pidió sangre para un familiar, y yo soy de la teoría que quien no te pide sangre, te pedirá dinero. Prefiero que me pidan sangre.
La mañana es fría, Buenos Aires sin gente es genial. Tengo hambre, eso sí, porque para dar sangre hay que ir en ayunas. Tampoco debería tener hambre, ya que no suelo estar despierto a esta hora, pero supongo que el cuerpo se queja por las dudas, como cuando uno saca un gato de su casa, el gato no sabe si lo están llevando al veterinario, lo que sí sabe es que preferiría que no le rompan las pelotas.
Hay un portero baldeando la porción de vereda que corresponde a su edificio.
–Cuidado, che –sigo caminando, dos pasos, tres, y me detengo. No hay más gente en la calle, no hay ni siquiera tráfico, así que me debe haber hablado a mí.
–¿Me hablás a mí? –me señalo con un índice el centro del pecho.
–Estoy baldeando –tiene un secador de piso en una mano, apunta con el mentón, justamente al piso, a la vereda–, y vos pisás.
Me acerco, ahora, un paso. Soy un sujeto corpulento, desde ya más grande que la media. Más de un metro ochenta, más de noventa kilos, por dar algunas aproximaciones. Cara de loco, desde chico, cara de alguien recién escapado de un hospital psiquiátrico, una mezcla de profundo fastidio y perplejidad.
–¿Y qué querés que haga, boludo? ¿Que pase salticando? ¿No te gustaría que camine sin tocar la vereda? ¿No te das cuenta que desde hace veinte años tu tarea consiste en limpiar una vereda donde los perros te dejan tremendos soretes? Y después te pasás dos o tres horas tratando que brille el portero eléctrico. ¿No te das cuenta que sos el escalón más bajo e inútil de los mamíferos medianos? ¿No te das cuenta que tu tarea es menos que nada? ¿Quisiste ser algo? Digo, de chico. Astronauta, peluquero, jugador de fútbol, no sé. Cómo podés haber terminado así, querido. Te pasás todo el día tratando de adivinar qué traen los vecinos en la bolsa del supermercado. Y cuando ves que alguien compró un vino de más de diez pesos, te ponés muy mal, sufrís. No sabés hacer nada, nunca quisiste ser nada, sos el eslabón perdido entre los gorilas que bajaron de los árboles y los humanos. ¿Leés? ¿Aunque sea sabés leer? No te digo libros, no, pero el suplemento deportivo del diario, para saber cómo salió san lorenzo, para tener algo de qué hablar. Hagamos algo, porque estoy un poco apurado. Voy a dar sangre, yo calculo que más o menos en una hora vuelvo. Esperame, limpiá bien todo y esperame, cuando vuelvo te voy a meter el escobillón en el culo y voy a barrer la vereda con tu cara, infeliz.
Algo sucede. Suelta el secador de piso y se sienta, sobre la vereda, junto al balde naranja. Comienza a sollozar, como un chico. Intenta cubrirse la cara con las manos, para que no lo vea, pero es un llanto que lo desborda, no puede parar de llorar.
–Disculpame –le digo. Agarro el secador de piso con una mano. Le doy una palmada en un hombro–. No me hagas caso, yo te ayudo. Si no tengo nada para hacer, yo estoy remal.
Sigue llorando, aunque un poco menos, niega con la cabeza. Yo empiezo a baldear.

9 comentarios:

Yoni Bigud dijo...

Hay puertas que uno sabe que no debe abrir. Hay puertas que es mejor que estén cerradas. Mucho mejor. Sobre todo cuando uno infiere lo que puede haber detrás.

Lo menos que podía hacer era ponerse a baldear, usted, que tan bien sabe inferir, que ve bastante más profundo que la media.

Un saludo.

Un saludo.

La condesa sangrienta dijo...

Si ud. necesita extraerse sangre y saber cómo salió San Lorenzo, diríjase a la condesa sangrienta.
De nada.
(pero si quiere baldear la vereda, seguro no estaré)

Alelí dijo...

Nunca imaginé el final.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! alguien que sabe dijo que con el whisky la medida es 2, porque 1 es poco, y 3 es poco. vayan entonces dos saludos para usted.

*la condesa sangrienta! de la multitud de absurdas facetas que suelen conformar el prisma de una persona, la futbolística, en su caso, está sin atenuantes entre las más precarias.

*alelí! como la vida misma, entonces, podríamos decir. o quizás mejor.

Lara dijo...

Qué feo... un mometo feo... me dio pena el portero... no se podría haber evitado?

J. Hundred dijo...

*lara! si todo lo que se podía haber evitado estuviera hecho de silicona, uno podría dar la vuelta al mundo en teta.

Rocío dijo...

yo me pongo a sollozar cuando comparo mi sueldo con el del portero

Rocío dijo...

por cierto, me gusta la palabra sollozar

J. Hundred dijo...

*rocío! le secaría una lágrima con la yema de un pulgar.