La competencia consiste en ver quién es el hombre más fuerte del mundo. Es más, con ánimo de ser taxativos, supongo, para no dejar dudas, la competencia se llama ‘El hombre más fuerte del mundo’.
La competencia implica juntar ocho o diez hombres de diversos confines de la tierra, puede ser Mongolia, puede ser Uzbekistán, puede ser Polonia, y que compitan. Que compitan para ver quién es el hombre más fuerte del mundo.
Las pruebas radican en disciplinas de lo más diversas: levantar unas inmensas bolas de concreto, de cien kilos o más, y apoyarlas sobre una tarima, levantar y empujar y dejar caer y volver a levantar unas gigantescas ruedas de tractor de más de dos metros de altura, colocarse una soga a la cintura y arrastrar un camión de doce toneladas, sostener en el aire por sobre la cabeza el tronco de un árbol durante la mayor cantidad de tiempo posible, cosas así.
La multitud ruge de entusiasmo, aplauden, gritan, mientras los hombres exhalan su último aliento, o les explota una rodilla, o se les corta un bíceps. Y siguen, porque lo importante es seguir.
Hay allí puesta una energía, un empeño, suficiente para lograr que la tierra se detenga y comience a girar en sentido contrario. Existe allí la fuerza para mandar un cohete a la luna de una patada en el culo y decirle que vuelva.
Y mientras todo eso sucede, yo pienso en Beethoven o en Mozart, en alguno de esos chicos capaces de componer una sinfonía a los once años, en Bobby Fischer, saliendo campeón de ajedrez de los Estados Unidos cuando un pibe de su edad todavía no ha terminado el colegio secundario, pienso en Picasso, en Dalí.
Pienso que después de la suerte, lo mejor es el talento, y tal vez después venga el esfuerzo, pero no creo que sirva, no tiene gracia, no así.
La competencia implica juntar ocho o diez hombres de diversos confines de la tierra, puede ser Mongolia, puede ser Uzbekistán, puede ser Polonia, y que compitan. Que compitan para ver quién es el hombre más fuerte del mundo.
Las pruebas radican en disciplinas de lo más diversas: levantar unas inmensas bolas de concreto, de cien kilos o más, y apoyarlas sobre una tarima, levantar y empujar y dejar caer y volver a levantar unas gigantescas ruedas de tractor de más de dos metros de altura, colocarse una soga a la cintura y arrastrar un camión de doce toneladas, sostener en el aire por sobre la cabeza el tronco de un árbol durante la mayor cantidad de tiempo posible, cosas así.
La multitud ruge de entusiasmo, aplauden, gritan, mientras los hombres exhalan su último aliento, o les explota una rodilla, o se les corta un bíceps. Y siguen, porque lo importante es seguir.
Hay allí puesta una energía, un empeño, suficiente para lograr que la tierra se detenga y comience a girar en sentido contrario. Existe allí la fuerza para mandar un cohete a la luna de una patada en el culo y decirle que vuelva.
Y mientras todo eso sucede, yo pienso en Beethoven o en Mozart, en alguno de esos chicos capaces de componer una sinfonía a los once años, en Bobby Fischer, saliendo campeón de ajedrez de los Estados Unidos cuando un pibe de su edad todavía no ha terminado el colegio secundario, pienso en Picasso, en Dalí.
Pienso que después de la suerte, lo mejor es el talento, y tal vez después venga el esfuerzo, pero no creo que sirva, no tiene gracia, no así.
8 comentarios:
Entré, lo leí y lo volví a leer y ahí me quedé paralizada. Supongo que será en parte por la falta de talento.
Eso si todo con mucho cariño!
besos
Ocurre que el esfuerzo nunca es algo divertido. Ni para el que lo hace, ni para el que lo ve.
El esfuerzo implica transpiración, contrariedad, la explosión de alguna venita imprescindible ubicada en la sien. Es ceño fruncido, tripas endurecidas, articulaciones falseadas.
Por eso es tan irritante ver a Niembro decir que Cubero es mejor que Ortega.
Un saludo.
*alelí! el cariño de alguien es parte de la suerte. gracias.
*yoni bigud! usted me concede la exquisita oportunidad de la provocación, citar a Borges, con aquello de ‘el fútbol es popular, porque la idiotez es popular’. pero no, nada de eso. diré en cambio que si maría kodama hubiera venido en el envase de nicole, pues el venerable ciego podría haber jugado sin dificultades, de cinco, en el manchester.
un saludo para usted.
La suerte suele ser esquiva, el esfuerzo es una opción. El talento viene de regalo y dura para siempre.
No tener talento me pone de mal talante.
*condesa! si necesita alguna vez de alguien sin suerte, sin talento, y prácticamente con ninguna inclinación hacia el esfuerzo, puede usted contar conmigo.
Sin talento y sin esfuerzo, tal vez tenga suerte...quién le dice!
y sí... así no tiene gracia. Aunque podría pasar una noche inolvidable con alguien conla fuerza para hacer girar la tierra en sentido contrario... eso sí supongo que el intercambio no sobrepasaría el lenguaje corporal...aunque quién sabe?
*la condesa sangrienta! se lo digo en inglés, sabiéndola políglota: ojaleishon.
*lara! una noche inolvidable está muy bien, y varias noches olvidables, creo que también.
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