Bajo al subte, Chacarita. Paso el molinete sin prestar atención. Viajar en general, viajar en subte en particular, consiste en esperar. Esperar y no mucho más que eso. Ir de un lugar a otro con mucha gente, entregarse, rendirse, dejarse llevar. Por lo general estoy con un libro en la mano. No me importa demasiado lo que diga el autor, no me importa demasiado el libro, pero me importa mucho menos la realidad. Leo en el andén, un par de páginas, leo en el vagón, quizás cinco páginas más. Se trata de no mirar a la gente, de no ver ese fracaso que se te pega como una lapa y no se te va más.
Entro al vagón, sigo leyendo.
–¡Aleluya! –grita alguien, un hombre de camisa a cuadros con un diario en la mano, casi enseguida. Pero no importa. En el subte hay gente que vende cocaína o yogures, gente que grita o que llora o cae muerta, gente que toca el acordeón o tiene el rostro quemado con kerosene por un familiar directo. No pasa nada, es un ratito Bombay.
–¡Es el maestro! –Una mujer cae a mis pies y se aferra, literalmente, a mi tobillo derecho. Apoya su frente sobre mi empeine. Debo tomarme de una manija para no caer.
–¿Señora, se siente bien?
Tres mujeres se persignan. Un hombre bastante calvo revuelve sus bolsillos y me arroja dinero, billetes, hasta la última moneda.
–¡El mesías! ¡El mesías! –grita una adolescente que está, para ser franco, a pesar del fatídico piercing, bastante buena. Y señala mi cabeza, un poco más arriba, dibuja en el aire, con un índice que termina en una uña pintada de azul, un círculo, un aura, un brillo que al parecer me cubre y resplandece.
–¡Tiene la luz! ¡Es Sai Baba! ¡Es Cristo! ¡Es Krishna! –Otra mujer se pone a llorar. Un hombre se cubre la cabeza con el portafolio, parece como si quisiera meter la cabeza dentro del portafolio, pero del portafolio caen cosas, carpetas, biromes, un desodorante en barra.
El subte se detiene, en Malabia. Todos aplauden. De pronto todos aplauden. La gente mira por encima de mi cabeza, unos quince centímetros por encima de mi coronilla, se quedan con la boca abierta, las manos en alto. Alguien se desmaya.
Trato de seguir leyendo, de hacerme el desentendido, pero es imposible. Esta mañana me lavé la cabeza con un champú diferente, es lo único que recuerdo. Qué les pasa.
Entro al vagón, sigo leyendo.
–¡Aleluya! –grita alguien, un hombre de camisa a cuadros con un diario en la mano, casi enseguida. Pero no importa. En el subte hay gente que vende cocaína o yogures, gente que grita o que llora o cae muerta, gente que toca el acordeón o tiene el rostro quemado con kerosene por un familiar directo. No pasa nada, es un ratito Bombay.
–¡Es el maestro! –Una mujer cae a mis pies y se aferra, literalmente, a mi tobillo derecho. Apoya su frente sobre mi empeine. Debo tomarme de una manija para no caer.
–¿Señora, se siente bien?
Tres mujeres se persignan. Un hombre bastante calvo revuelve sus bolsillos y me arroja dinero, billetes, hasta la última moneda.
–¡El mesías! ¡El mesías! –grita una adolescente que está, para ser franco, a pesar del fatídico piercing, bastante buena. Y señala mi cabeza, un poco más arriba, dibuja en el aire, con un índice que termina en una uña pintada de azul, un círculo, un aura, un brillo que al parecer me cubre y resplandece.
–¡Tiene la luz! ¡Es Sai Baba! ¡Es Cristo! ¡Es Krishna! –Otra mujer se pone a llorar. Un hombre se cubre la cabeza con el portafolio, parece como si quisiera meter la cabeza dentro del portafolio, pero del portafolio caen cosas, carpetas, biromes, un desodorante en barra.
El subte se detiene, en Malabia. Todos aplauden. De pronto todos aplauden. La gente mira por encima de mi cabeza, unos quince centímetros por encima de mi coronilla, se quedan con la boca abierta, las manos en alto. Alguien se desmaya.
Trato de seguir leyendo, de hacerme el desentendido, pero es imposible. Esta mañana me lavé la cabeza con un champú diferente, es lo único que recuerdo. Qué les pasa.
7 comentarios:
Brillante remate, me gustó mucho.
"¿Que les pasa?"
pocos lo saben...
Les pasan muhcas cosas, es evidente. Vuelva al champú original o le van a empezar a pedir a usté que las solucione.
Un saludo.
!ue cosa, viajo todos los días en ese subte y me lo perdí. Estaré más atenta, pero soy agnóstica, así que no espere que me arrodille.. o si? Saludo.
*bugman! le agradezco, de verdad, su deferencia.
*alelí! ortega y gasset dijo ‘no sabemos qué nos pasa, y eso es lo que nos pasa’. también dijo ‘¿me servís otra milanesa?’, esto último lo dijo en una cena.
*yoni bigud! la gente, primero, busca al mesías, y en caso de encontrarlo le piden plata prestada para poner un parripollo. usted ha dado, otra vez, en la mismísima tecla.
*
El silencio habla por sí solo. Lo felicito por su obsecuencia. Saludo.
Si no cambia de champú, aténgase a las consecuencias... hay cola de gente esperándolo en estación Dorrego.
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