18.11.08

Como dijera Bugs Bunny

Pasados los treinta años, aunque tal vez comiences a advertirlo con cierta claridad pasando los treinta y tres, pero pasados los treinta años, comienza el proceso de desintegración del ser humano. No es tan grave, no es tan triste, digamos que se está en presencia de la prepotencia de lo fáctico, y entonces resulta de una absoluta irrelevancia si estás de acuerdo, o si te parece que tu caso es diferente, porque vos sos odontóloga, porque estás haciendo un curso, porque te estás capacitando.
El proceso de desintegración que mencioné, ineludible e inexorable, tiene dos grandes maneras, dos grandes estilos, a saber: explosión e implosión.
La explosión ocurre en esas personas que comienzan a descubrir, no exentos de pavura, que su cuerpo se extiende, se expande, se desborda, se derrama. Caen las tetas, cuelgan las bolas, se engrosan las rodillas, flamean los cuellos, aparecen nuevos pliegues, nuevos pesos.
La implosión ocurre en esas personas que comienzan a encogerse, como si una caldera interior los consumiera, se ponen angulosos, puntiagudos, la oculta calavera comienza a delinearse por debajo del rostro.
No es posible elegir, para la persona en cuestión, si le parece más pertinente explotar o implotar. Es algo que decide el cuerpo sin consultar con su titular, y tiene que ver con la carga genética, la sumatoria de estímulos aplicados y recibidos, la alimentación, el tipo particular y único de locura del portador, la fatiga de materiales.
Y eso es todo, amigos. Quienes explotan son diferentes de quienes implotan, los separa un abismo de convicciones, de apetitos y de capacidades.
No tengo nada más para decirte. ¿Pido la cuenta?

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Pasè por aquì por alguna recomendaciòn y encuentro un texto muy oportuno. Acabo de cumplir 33 y observo con pavura còmo mi cuerpo se transforma y se coloca definitivamente en la adultez. Ya no soy tan jòven, tampoco tan grande. Me cuesta acomodarme a esta edad algo indefinida. Es un buen momento para mirar fuera del espejo. Lo que hay afuera vale màs la pena y es hermoso.

Yoni Bigud dijo...

Aguda observación. Yo exploté, o mejor dicho estoy explotando (tengo 34), hecho que se me antoja mucho más digno que implotar.
Me voy a ir, sí, pero expandiéndome.

Un saludo.

HB dijo...

Tengo 29, tengo unos meses de changui.
Cuando explote aviso.

Anónimo dijo...

Puede que tenga razón, la implosión existe en todo sentido, la explosión puede manejarse, pero en el fondo, cosa rara realmente, es la primera vez que no me quejo de la década en que estoy, todo lo contrario. Y no estoy hablando de los 30's. BTW la caída de autopartes comienza cuando vas abandonando los 33, es mi teoría y la vengo sostiendo hace un tiempo. Saludo.

La condesa sangrienta dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
La condesa sangrienta dijo...

Los 30 son como la adolescencia: muy joven para algunas cosas, muy viejo para otras y estrenando un cuerpo que nos incomoda.

Anónimo dijo...

si, como sea, a coger que explota el mundo!
(el mundo soy yo)

J. Hundred dijo...

*gaby! hay un pequeño inconveniente en su comentario. si mira fuera del espejo, y resulta que está en el baño, entonces, es muy probable que lo que vale la pena y es hermoso sea, eh… el botiquín. quise ser ingenioso, gaby, quise hacerla reír. son las profundas secuelas que arrastro por haber carecido de flequillo en la adolescencia. usted me va a saber disculpar. gracias por pasar.

*yoni bigud! concéntrese entonces en explotar con toda la onda.

*HB! resulta oportuno para su caso citar las palabras del filósofo finisecular, poeta, pensador, creador de un género musical y profundo conocedor de los mamíferos medianos, el señor pablo lescano: cumbia, nena!

*caia! nononó. usted no maneja ni la implosión ni la explosión. pero la ignorancia en defensa propia es algo de lo más natural.

*condesa!

*condesa! no, condesa. los 30 son cuando se atisba, apenas, la sutil diferencia entre lo que nunca será y lo que nunca fue. y es bueno saber de usted.

*anónimo! en sus palabras colijo mucho metamensaje.

Anónimo dijo...

Señor Hundred:lo que encuentro hermoso fuera del espejo es a mi hijo (espero no caer en la cursileria)... En estos días en que me acostumbro a la maternidad, me miro menos al espejo y lo miro más a él. Aprovecho para felicitarlo por el blog. Pasé la mañana entera leyendo sus entradas y me convertí en fan de sus escritos. Gracias por compartirlos.

Anónimo dijo...

mi estimado JH, resulta curioso como usted siendo como es.. (la mejor descripción son esos puntos suspensivos.. que son sólo dos, no tres, eso lo diferencia), atrae tantas lectoras del sexo femenino + el señor Yoni Bigud y la Condesa, que merece párrafo aparte. Será que usted no es tan pusilánime ni desagradable como pretende demostrar?

J. Hundred dijo...

*gaby! graciavó. y yo no sé si es cursilería de su parte, pero a mí me hizo bien.

*