Rocé entre sí, con displicencia, la yema de tres dedos de mi mano derecha. El dedo gordo, el dedo índice, y el dedo medio, para ser más exactos. La chica que se hallaba sentada sobre la cama, en ropa interior, acababa de regresar de un viaje a la India. Se había bañado en el Ganges. Había visitado leprosarios. Había conocido a Sai Baba.
-¿Vas a materializar algo? –me preguntó, señalando mi gesto, mis dedos, mi mano.
-No, es que acabo de comerme un Bay Biscuit, y me quedaron miguitas pegadas –respondí.
*El autor se disculpa por repetir un fragmento. Su manantial, por decirlo de alguna forma, todavía no se ha secado. Pero el fragmento apareció otra vez. Y el autor se volvió a reír. Sí, otra vez.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario