Las categorizaciones son inútiles de nacimiento. Su propia subjetividad las aniquila. Tomemos el bien y el mal, por ejemplo. Sería difícil, sino imposible, ponernos de acuerdo. Lo justo y lo injusto, sin ir más lejos, nos conducirá a un dilema insoluble. La fealdad y la belleza; tal vez allí logremos acercar posiciones.
Su mujer está bárbara, señor embajador, si me permite el comentario.
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