10.12.22

En la vida


Cuando me mudo, y me he mudado varias veces, lo primero que estudio del barrio son los bares. Necesito de ser posible cinco, pero con tres está bien. Tres bares, para desayunar los días de semana. Antes de ir al centro a trabajar, necesito sentarme en un bar y mirar por la ventana.
Si fueran cinco bares es mejor porque entonces puedo ir cada día de la semana a un bar distinto, pero con tres está bien también. Podés repetir un bar en la semana pero siempre dejando pasar un día en el medio. Y nunca, la repetición, más de dos veces en la semana.
Vas a un bar dos días seguidos o más de dos días en la misma semana y el bar se arruina, se pudre. Pasa algo malo con la gente, te empieza a parecer que la convivencia se vuelve no sé, asfixiante. O el mozo te quiere decir qué número va a salir en la quiniela o te muestra fotos en su teléfono celular de las minas que sueña que se coge. Y entonces no podés volver a ese bar nunca más. Tengo muy estudiado el fenómeno.
Me había mudado hacía unos meses escapando de algo, de mí mismo casi seguro. Los lunes iba a un bar sobre la avenida C. Entonces empezó a pasar algo.
A los diez o quince minutos de estar sentado en el bar, se abría de golpe la puerta de vidrio. Entraba un muchacho de unos veinte años como mucho, muy drogado, sucio. Usaba unos pantalones largos de gimnasia adidas y una remera agujereada.
–Forros, los voy a matar a todos! ¡Hijos de puta! –gritaba el pibe. Señalaba a alguien, alguno de los clientes en particular, o hacia el fondo, el mostrador donde estaba el dueño detrás de la caja. Hacía una pausa, los puños crispados, la furia apenas contenida. Pasaba no sé, treinta segundos, un minuto máximo, y se iba.
–¡Pelotudos, hijos de puta! –Gritaba el pibe al lunes siguiente. Amenazaba con tirar una piedra, hacía todo el movimiento y cuando parecía que finalmente sucedería lo peor y alguien de una mesa se tiraba al piso o una mujer se largaba a llorar, dejaba caer la piedra al piso y se iba.
Así se repetía el evento, lunes tras lunes. Se notaba que el pibe estaba muy mal, daba hasta pena llamar a la policía. Pero no menos cierto era que el pibe podía en cualquier momento lastimar a alguien, a punto de estallar, apenas se contenía.
Hice lo siguiente.
Llegue al bar, pedí lo mío. Y pedí un café con leche con tres medialunas más mientras consultaba mi teléfono como si estuviera esperando a alguien. Era lunes, estaba en hora. Llegó mi pedido.
Y llegó el pibe.
–¡Los odio! –dijo– ¡Los voy a matar a todos!
Me puse de pie con el café con leche en una mano, el plato con medialunas en la otra. Lo miré, hice contacto visual, como se diga. Me acerqué, eran unos diez pasos los que me separaban de él. Apoyé el café con leche y las medialunas en una de las mesas de la primera fila.
–Sentate –murmuré–. Desayuná –me di vuelta, volví a mi mesa.
El pibe giró, se puso de frente a la puerta y se sentó, nervioso, metió la cabeza entre los hombros y probó el café con leche. Mordió una medialuna.
Todos necesitamos un desayuno caliente, que nos dejen un rato tranquilos. Eso es lo que nos pasa.

3 comentarios:

Bob Harris dijo...

Buen Día:
Hace rato no entraba por acá.

No sabe cuanto lo entiendo, cada tanto un café, un lugar abrigado y limpio y que no te rompan las bolas durante 15 min. A veces con solo eso todo mejora un poco.

Abrazo

Alberto Arenas dijo...

Hundred... si le cuento que el viernes, hace apenas 3 días, pasé por el bar donde tomé incalculables cafés en los atardeceres de mi juventud... soñando, planeando o escribiendo en una mesa que semana tras semana cobijaba mayormente mis penurias....
La nostalgia fué mayor aún cuando me di cuenta que desapareció, ya no existe más que en mi pasado y en mi memoria.
" Ya no queda nada
Tan solo despojos,
Restos miserables,
Carne de hospital..."
Cantaba un viejo y desaparecido amigo.

Abrazo y gracias por llevarme un rato por aquella lejana vida.

J. Hundred dijo...

*bob harris! dijo arquímedes: denme un café y no me rompan las bolas por veinte minutos y moveré el mundo. la palanca? sí claro, la palanca se la pueden meter bien en el culo. es buenos saber de usted, saludos.

*alberto arenas! tantos bares donde esperé a la mujer de mi vida que después no era, donde escribí un poema creyendo que podía cambiar algo, donde tomé un whisky malísimo pero igual no importaba porque tenía la fuerza de mil dioses. dijo el bueno de buk: juventud, hija de puta, dónde te fuiste? carne de hospital también suena muy bien, saludos.