20.9.22

Facundo cumple años


Cuando Facundo cumplió cincuenta años se dio cuenta que la vida no tenía sentido.
Fue a la mañana siguiente de su cumpleaños. Tomó un par de mates y entró a ducharse. Su señora en la cocina se quejaba de algo, de un accidente de tránsito en Dinamarca o del precio de los duraznos. Su señora era un repugnante ser, básica, sin ingenio ni mayores atributos y encima en los últimos diez años se había echado unos buenos treinta kilos encima. I am the walrus, así se llamaba una canción de los Beatles. Nada que ver con esto.
Sus hijos no lo querían. Ya terminada la adolescencia, ni Fabiana ni Gabriel habían decidido estudiar. Chicos que jamás habían tenido el deseo de leer o de conversar, apenas la pulsión de cambiar los teléfonos celulares y veranear en alguna playa de Brasil con amigos. Fumaban porro los dos, cada vez que podían. Gabrielito era un muchachón torpe, con una sonrisa que quizás albergara una leve deficiencia de índole neurológico, demasiado predispuesto a los jueguitos electrónicos y a la bebida. Fabiana era desgarbada, sólo veía programas de entretenimientos, tenía poco encanto en general y una risa filosa y absurda, como si estuvieran matando a un pájaro.
En el trabajo, en la oficina, aguardaban con paciencia de araña que se fuera o que se muriera para poder tomar en su lugar al sobrino de un director o a una chiquita que tuviera la convicción para abrirse paso en la vida a los conchazos limpios. El trabajo era como estar en un viaje en barco, un viaje en barco pero en contrafrente, esperando algo que jamás sucedería.
Salió de la ducha Facundo, se puso el traje, saludó, bajó a la calle. La vida no tenía sentido, la vida jamás había tenido ningún sentido.
Sabía eso y sabía que le seguía gustando el café con leche. Le sorprendió descubrir que de alguna forma era suficiente, que era necesario saber poquísimas cosas para estar vivo.

No hay comentarios.: