10.3.19

El otro Cooper


En mi época de estudiante secundario, en las clases de educación física, solía haber un test, una prueba. La prueba, clásica por cierto, consistía en correr por el tiempo de doce minutos. Test de Cooper, así se llamaba la prueba.
Se ponía a los alumnos a correr por doce minutos, y luego se observaba la distancia que habían recorrido. Creo, si mal no recuerdo, que para estar vivo, para verificar que a uno le anduviera más o menos bien el corazón y las piernas, era preciso correr más de 2.5 km. Luego, si uno era capaz de correr 3 km, listo. Eso significaba que uno estaba dotado de cierta capacidad de atlético orden.
Hacen falta años, como tantas otras cuestiones en esta vida, para descubrir la futilidad de la prueba. El error de conceptual índole en que el test está basado. La falta de mayor aplicabilidad, por qué no de criterio.
Lo que uno puede hacer, aunque ya se haya terminado la escuela secundaria, es probar. Ver cuánto whisky sos capaz de tragar en doce minutos, cuántos cigarrillos sos capaz de fumar, cuántas milanesas se pueden devorar. En doce minutos. Si podés chupar una concha durante doce minutos, o permanecer con la japi parada adentro de algo, de una boca, de un culo, de un frasco de mermelada de naranja La Campagnola, doce minutos.
Porque nunca es tarde para aprender, demos gracias a Dios por eso.

*y queda todavía un cooper más, el mini cooper. pero no jodamos.

5 comentarios:

José A. García dijo...

La mermelada de esa marca está demasiado cara como para desperdiciarla de esa manera. ¿No puede ser con una Emeth? No es tan rica, pero sí más accesible.

Test de cooper... Varias veces me tocó hacerlo, nunca nos explicaron para qué mierda servía.

Sigo sin saberlo.

Saludos,

J.

Dany dijo...

Creo, solo creo, que paso el de las milanesas. Abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El rendimiento físico en lo sexual sí que importa.
Bien planteado.

J. Hundred dijo...

*josé a. garcía! estimado, son procedimientos muy técnicos, yo le diría que no cambie los ingredientes. lo saludo.

*dany! para definir el concepto de ‘barrera del sonido’. hay un punto en que dejás de meter la panza para adentro cuando estás desnudo (delante de gente). a cosas como esa se refería el maestro po cuando decía aquello de ‘cuando camines sobre el papel de arroz sin dejar huella, habrás aprendido’, y un jovencísimo david carradine miraba con una mezcla de estupor y aturdimiento. lo que no mostraba la serie es que también dijo ‘pero si te olvidás de comprar queso rallado para la cena te siento de un bife, pendejo’. es muy bueno saber de usted, no sé si le dije. y lo abrazo.

*el demiurgo de hurlingham! finalmente va comprendiendo que aún plagado de demiuguedad demiurguística demiurtrónica, si la demiúrguica panza le llega a las bolas, bueno. se puede convertir en un demiurporcino con dificultades para usar la demiurchota, eso quise decir. lo saludo.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Es verdad. Siempre sospeché que vemos la película al revés.
Si uno empezara la vida escéptico, impío, desilusionado, asumiendo la futilidad de todo y se propusiera, o mejor, el desafío de vida consistiera en alcanzar el mayor grado de inocencia y candidez posible a medida que va envejeciendo… “Aquel que alcanzare el nirvana de un bebé puede morir tranquilo” diría la religión de ese mundo. Sería una línea mucho más interesante.