7.8.17

Chupo la concha


Creo que comenzó como un juego. Un chiste, no sé. No debía tener demasiado para hacer, esa es la verdad. Cuando no tenés nada para hacer por lo general te anotás en un gimnasio, te agarra un ataque de salud, o te ponés a jugar al candy crush o a twittear estupideces. Te parece que tu opinión sobre algún tema le puede interesar a alguien, como si alguna vez hubieras tenido algo para decir. Te volvés un comentarista de la vida. Lo del gimnasio es peor todavía, no te das cuenta que si estuvieras más saludable serías todavía más vos. Y lo que yo quería era ser menos yo, mucho menos yo, ser otro de ser posible. Desaparecer.
Abrí un blog. Era fácil la verdad, tenés que tener una casilla de correo y completar dos boludeces. No, qué escribir, no tengo nada para decir, tampoco me saco fotos en cueros frente a un espejo poniendo cara de ganso.
‘Chupo la concha’, puse. Eso nada más, y mi dirección de correo electrónico.
Listo, eso fue todo. Después me olvidé del tema.
A la semana me acordé de chequear mis mails, tengo una hermana que vive en Canadá. Cada tanto nos escribimos para ver como estamos.
Tenía 147 mails. Mails y más mails, mujeres. Mujeres de todos lados, de Capital Federal, del gran Buenos Aires. Mujeres de otras provincias. Desesperadas.
Me decían que por favor me querían ver, que cómo hacían para sacar turno, que cuánto cobraba. Había mujeres que me decían tener algún defecto físico evidente, una renguera, una obesidad mórbida. Había mujeres jóvenes que me mandaban fotos desnudas abriéndose la vagina con un par de dedos quizás de manera algo excesiva, mirando a la cámara con lascivia. Mujeres que me pedían por favor verme lo antes posible.
Las empecé a citar en un bar de Cabildo, tomaba un café y las llevaba a un hotel. Les chupaba la concha diez o doce minutos, no cogía, no hacía nada más. Ese era el servicio.
Se corrió la voz. No daba abasto. Atendía entre cinco y diez mujeres por día. Empecé a tener problemas en las cervicales, tuve que consultar a un traumatólogo y a un especialista en reiki. Cuando me preguntaban cuál era mi profesión no sabía qué responder.
Subí los precios pero la demanda no paraba de crecer. Averigüé cuánto cobraban los psicólogos que atendían pacientes particulares en los barrios más caros de la ciudad y pedía el doble, después el triple. Tenía turnos dados hasta con tres meses de anticipación.
Tuve que empezar a contratar gente. Tres o cuatros personas, un pibe que había venido a hacer un trabajo de plomería, un tucumano flaquito y callado. Un amigo de la secundaria que se había divorciado y no tenía cómo ganarse la vida.
Anuncié todo en la página. Había mujeres que preferían esperar, pagar más pero seguir atendiéndose conmigo.
A los dos años había juntado dinero para vivir sin trabajar el resto de mi vida. Le vendí la empresa a un grupo inversor y me desentendí del tema. Puse un maxikiosco en Villa Urquiza y compré un barcito en Acassuso. Me fui a vivir a Pinamar, recuperé el sabor en las comidas, volví a jugar al ajedrez.

12 comentarios:

f dijo...

ezo zi, dengo almuna difiguldá paga hablad odavía...

JLO dijo...

Se sabe que la previa no la hace nadie, viste la oportunidad, excelente 👌...

J. Hundred dijo...

*f! fatiga de materiales, son leyes de la física. lo saludo.

*jlo! yo diría que vi, por decirlo de algún modo, porque de algún modo hay que decirlo, la ranura, la rendija. lo saludo.

f dijo...

tanguito lo diría de otro modo....

f dijo...

banda sonora para el relato:

https://www.youtube.com/watch?v=bngDIHVwwxc

https://www.youtube.com/watch?v=yeAEzBPt1eQ

https://www.youtube.com/watch?v=j2N_cBWl0aM

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Tal vez se hayan combinado la faceta cínica, de hacer maldades, al publicar un aviso tan crudo, con esa faceta de ayudar a otros, con esa previa con las mujeres. Y limitarse a eso.
El éxito fue merecido.

J. Hundred dijo...

*f! dijo el poeta: cuida tu jardín, riega tus rosas. el resto es la sombra de árboles ajenos.

*f! pescado rabioso, qué la duda.

*el demiurgo de hurlingham! en una oportunidad fueron a ver a la madre teresa de calcuta, investigadores, sabios, periodistas, en fin. y le preguntaron, a la mujer, viendo que salvaba no sé, un chiquito y se morían mil, viendo que todo lo que uno construye tiene destino de derrumbe, viendo la futilidad de la existencia. le preguntaron, entonces, cuánto hay que dar, hasta dónde hay que dar, esas cuestiones. y la mujer, la madre teresa de calcuta, respondió: hay que dar hasta que duela. eso es lo que hago. lo saludo.

Frodo dijo...

Es el mismo que va a los recitales, espera el momento de silencio entre tema y tema, pone sus manos en la boca en forma de megáfono y pide las canciones obvias (lo vi en un programa de Peter Capusotto).
Sus relatos parecen escritos por un loco o un perverso, pero en los comentarios Ud. demuestra que es un puto genio.

Lo abrazo!

J. Hundred dijo...

*frodo! en general, bueno, tampoco en general. muy de vez en cuando pero a veces, alguien, alguna trastornada por ejemplo, solía creer que yo era un genio, para cambiar de opinión al poquísimo tiempo y pasar a estar absolutamente convencida que yo era un pelotudo total y absoluto sin la menor posibilidad de redención. fíjese que usted parece hacer un camino inverso, quiero decir, cree que soy un imbécil, y un genio después. no deja de ser curioso. lo abrazo.

vodka dijo...

Me pongo en el lugar de esas mujeres y creo que el relato no es verosimil: para que se me chupe la concha y nada mas, no me abracen, no me mimen, no me diga cosas hermosas, para el acto simple y despojado de chuparme la concha, sin solución de continuidad en complicidades, me hago lesbiana. Indudablemente las mujeres son las que mas saben de conchas.

J. Hundred dijo...

*nilda! que nos vaya bien a todos.

vodka dijo...

jjajajjajajajajajajjajajajajajajajjajajaj