18.10.15

La ley de los grandes números


Voy a un bar, a desayunar.
Me siento. Pido, me traen el pedido.
–Oíme, forro –tiro la cucharita del café con leche, al piso–. Te pedí un café y una de manteca, me trajiste un café con leche y una de grasa. ¿Qué te pasa, tus papás son parientes? ¿Estás medicado? ¿Eras el último aborto del día y te rasparon las neuronas con una cuchara oxidada? Mamita querida, habría que mandar a la Antártida a todos los que no tengan primaria completa.
Al mediodía, voy a almorzar, es un restaurante de barrio. No es muy caro, hacen comida casera.
Pido un vino barato, unos ravioles con estofado.
El mozo se va, el mozo vuelve, trae el pedido. Pruebo el plato, pruebo un sorbo de vino.
Lo llamo. Viene.
–Escuchame una cosa, infeliz –me pongo de pie, suelto los cubiertos, escupo sobre la mesa–. La bolognesa ésta, ¿no sabés si alguien antes no se lavó el culo con la salsa? El tomate está ácido como si lo hubieras meado vos o un rinoceronte, lo que equivale a decir lo mismo. Llamalo al dueño que le quiero preguntar por qué sirven de comer esta mierda. Para eso sería mejor que apliquen rifle sanitario.
Paso por una fiambrería, entro.
–Fenómeno, el otro día te compré doscientos gramos de jamón cocido –agarro un paquete grande de papas fritas, como si lo estuviera pesando, después lo tiro al piso, y lo piso, escucho cómo se deshacen las papas fritas bajo mi suela. Es como si, por un instante, las papas fritas me rascaran las plantas de los pies, una sensación de lo más agradable–. No es que no era jamón cocido, no era ni paleta. Era una especie de plástico, un polímero, aunque dudo que vos sepas el significado de esa palabra. Tenés pinta de tener alguna clase de retardo. También, para tener esta fiambrería de mierda, en este barrio de mierda. Seguro que veraneás en San Clemente, qué le vas a hacer, para más no te daba.
Hace como dos semanas que vengo con una racha bárbara. Gano guita, me cojo a la mina que quiero, me salen todas. Necesito que me caguen a trompadas o que me lleven detenido, prefiero no abusar.

6 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Es muy de la Grecia clásica, buscarse algo adverso para equilibra tanta buena suerte. Y ganar dinero y tener sexo con la mujer deseada no es poca fortuna.
Alguna vez me gustaría tener poder, ser un poco prepotente con los ineficientes.

Alelí dijo...

Qué buenas puteadas, son liberadoras.
Disfrute de todo Joan!

Dany dijo...

O angustiarse por la calamidad que está próxima ante tanto éxito. A mi me funcionó.
Abrazo.

J. Hundred dijo...

*el demiurgo de hurlingham! cuando habla usted de la grecia clásica, se refiere a grecia colmenares? no, no me hago el gracioso, soy gracioso. me sale naturalmente.

*alelí! quedamos así, pichona.

*dany! respecto al señor bob dylan, respecto a su tema ‘knockin’ on heaven’s door’, se decía lo siguiente: es el tema que todos cantan, pero que nadie canta como él lo canta. lo que intento decirle es que a mucha gente le puede pasar lo que me pasa a mí, y mucha gente puede contar lo que cuento yo. pero cuando me pasa a mí, cuando lo cuento yo, bueno, la cosa mejora muchísimo. podrá usted apreciar que estoy hablando bien de mí, o sea, me tengo que ocupar de todo porque si no me muero de hambre. lo abrazo con respeto, si la contradicción es admisible.

Anónimo dijo...

Ah pero ésto ya lo viví. Pará! Es un Dejavú? Ah no. Es que lo veo todos los días, en mucha gente, disfrazado de distintas formas. Y nunca cambia. Está bien? Está mal? Me importa? Me quedo pensando (tampoco mucho...unos escasos minutos) en eso. B.A

J. Hundred dijo...

*b.a! el ser humano, el individuo, la persona, tiene la potestad de decidir qué le parece importante. también le es permitido elegir el gusto de las empanadas. 1saludo.