24.11.14

Reflejo condicionado


Te cuento cómo curamos a la gente de las adicciones, el método único que aplicamos en el instituto.
Primero los escuchamos, claro, la gente por lo general necesita que la escuchen. Vienen, los tipos, y hablan. Explican, a su manera, por qué se hicieron alcohólicos o fumadores, obesos, comedores compulsivos de hamburguesas o dulces, cocainómanos, fundamentalistas de la marihuana, en fin.
Hablan, de cómo empezaron a consumir, tal o cual experiencia generalmente situada en la adolescencia y que siguió después, lo que sintieron, qué les alivió, si son medicamentos para dormir después de una jornada de trabajo, si es el whisky antes y después de haber engañado a una esposa, si fuman después de la comida o esperando un colectivo que nunca llega, por qué creen que lo necesitan, por qué creen que esa sustancia los hace felices, si les genera placer mental o físico. O las dos cosas.
Vienen y hablan, una vez por semana, entre cinco y nueve sesiones. Los escuchamos, claro, hacemos alguna pregunta, tomamos notas de ciertos patrones de conducta.
Luego, en lo que vendría a ser la última sesión aunque el paciente todavía no lo sabe, se lo recibe como de costumbre. Se le dice que después de lo que podríamos denominar ‘la parte teórica’, ese día será una sesión algo diferente. Vendría a ser la ‘práctica’. 
Se lo recibe, al paciente, y se lo hace pasar a un cuarto, a otro cuarto. En el cuarto no hay nada, una mesa. Sobre la mesa está la sustancia, exacta, precisa, lo que el sujeto sufre como adicción. Aquello que le encanta y lo destroza a la vez. Se sabe, con precisión, la marca exacta de aquello que el sujeto consume, el detalle de lo que le fascina, en parte para eso han sido las charlas previas. 
Se le explica, al paciente, que debe hacer lo siguiente. Debe consumir, un poco, de la sustancia. Se lo dejará solo en el cuarto y debe consumir, porque es preciso analizar algunas reacciones. Para eso, luego de los preparativos, se apagarán las luces del cuarto. La oscuridad debe ser total. Lo único que tiene que hacer, es consumir. No se ve nada, está, el sujeto, en la oscuridad de su circunstancia. Asimismo se le indica que debe estar de pie, ya sea fumar o tomar cocaína o comer una hamburguesa. Eso es todo.
El paciente muestra cierta curiosidad, pero ninguna resistencia. Revisa, eso sí, que esté aquello que es objeto de su adicción, al detalle, sobre la mesa. Puede incluso decir que precisa un vaso más ancho, o que suele usar un encendedor diferente, o que para tomar cocaína preferiría estar sentado, pero bueno.
–Comenzamos entonces –Digo. El sujeto ha quedado de pie, junto a la mesa. Apago las luces del cuarto. Doy unos pasos, abro y cierro la puerta. Pero no me he ido. Estoy ahí, en silencio.
Cuando oigo que el sujeto ha llenado a tientas el vaso de whisky y lo levanta, o a mitad de una aspirada de cocaína, o comiendo un puñado de papas fritas. Justo ahí, tomo una pequeñísima carrera, de dos o tres pasos como máximo, y desde atrás, le doy una patada. Una patada en el culo, con todas mis fuerzas. Si se lo agarra bien de abajo, es posible patearle, a un masculino, las pelotas, desde atrás, salvo que use jeans muy ajustados. A la mujer también, si la patada es certera, se le puede patear la concha, la patada debe ser corta, como una patada de chancho, pero de abajo hacia arriba. Es una patada que entrenamos mucho, nos toman examen, de esa patada, dos veces al año. 
Es normal que el sujeto se caiga, doblado en dos. Se le vuele el cigarrillo a la mierda, o el vaso, lo que tenga en la mano. De inmediato se encienden las luces.
–¡Pero qué hacés, pelotudo! –Puede decir el paciente, o alguna variación del estilo. A veces le cuesta incorporarse, o aúlla de dolor, si la patada fue en extremo precisa. Ha habido casos de mujeres que han vomitado.
Se retira, el paciente, por lo general indignado. Tampoco importa eso, se le ha cobrado al comenzar el tratamiento.
Lo importante es que cada vez que vuelva a intentar consumir aquello que le gusta, recordará la dolorosa sensación, el dolor de huevos, la patada en la concha. Eso hará que, instintivamente, tenga que darse vuelta, para cerciorarse que no está por recibir otra patada. Es un reflejo condicionado, una ínfima grieta del tiempo que permite recordarle que, eso que está haciendo, no está bien. Eso que le gusta puede hacerle daño.

7 comentarios:

Viejex dijo...

¿Por qué será que lo que nos gusta casi siempre nos hace daño?

Saludos, Hundred. El bueno de Pavlov estaría muy orgulloso de ustedes.

J. Hundred dijo...

*viejex! vea, estimado, con el cariño y el respeto que le tengo. debo decirle que estoy disconforme con su comentario. también, ahora que releo, estoy muy disconforme con el texto de mi autoría. y ya que estamos, me permito agregar que estoy disconforme con el mundo en general, con los terremotos y las catástrofes aéreas, con las chicas que no han querido coger conmigo, con la caspa, con la fatiga de materiales, con la decadencia y caída, con mi falta de talento, en fin. podríamos decir que estar disconforme se ha vuelto constitutiva parte de mi ser, estar disconforme es mi segunda piel. lo saludo con disconformidad.

Viejex dijo...

Vaya. Releo su texto, hoy, a la luz de un acontecimiento que no voy a relatar por innecesario. Y ahora caigo en la cuenta de que su método me habría evitado un dolor de cabeza.

Comienza usted diciendo que lo primero que hacen es escucharlos, que "la gente por lo general necesita que la escuchen". Y la gente habla. Y al hablar se expone a la furibunda patada en los huevos del final.

La enseñanza estaba ahí, servida en bandeja. La entendí tarde, y peor aún, sé que voy a cometer el mismo error varias veces hasta que me muera, y a recibir el correspondiente castigo cada vez.

Vuelvo a saludarlo con la admiración de siempre.

WOLF dijo...

Dueño de mi silencio.... esclavo de mis palabras... Resumido en 8 palabras. Saludos

J. Hundred dijo...

*viejex! me alegra informarle que la posibilidad de redención está siempre ahí. ahora, la redentición es algo mucho más complicado. sl2.

*wolf! bien. 1saludo.

Mr. Kint dijo...

aY hay quienes piensan que la gente va a dejar de fumar por ponerle la foto de un pulmón que se asemeja a un moribundo ficus en el atado o cosas del estilo.
Una buena patada en el centro del ano por parte de Hundred enchufa todas los cablecitos neuronales para que no se te ocurra ni jugar con el cigarrillo en los dedos en lo que queda de tu maltrecha existencia.
Lo suyo es curar, es sabido.
Le dejo para la próxima la explicación de calzado a usar para dicha terapia. Intuyo que ahí también reside un secreto del éxito.
Lo abrazo

J. Hundred dijo...

*mr. kint! mire, siendo usted también un colega, un sanador, merece ciertas precisiones. la patada alcanza su mayor efectividad si se aplica, con quirúrgica certeza, en el perineo. ahí su contundencia es exquisita, no falla. lo abrazo con sana camaradería.