12.5.14

Todo empezó a andar mal


Sin entrar en la multiplicidad de detalles que componen una vida, a Carlos le iba bien. Casado, dos hijos, el mayor ya adolescente, y Tatiana, una nenita dulce, el sol de su vida. Tenía un negocio de venta de artículos de limpieza, veraneaba la primer quincena de Enero en una regia casa en Pinamar, cambiaba el auto cada tres años.
​Jugaba al fútbol una vez por semana, los miércoles, con sus amigos de toda la vida. Había tenido una amante, una chica que trabajaba en el negocio y lo encandiló con su juventud, pero nada serio. Tenía cuarenta y tres años, había querido estar con una mujer más joven, cosas que pasan. No cambiaba a Paulita por nada del mundo.
​Y así seguía la vida, desenrollando su carretel. Hacía cuatro años que había muerto su padre, del corazón. Había comprado una casa de fin de semana, Tatiana le había pedido un perro para su cumpleaños de nueve años. Un Schnauzer miniatura medio cascarrabias que se llamaba Felipe. Paulita seguía con sus cursos, de teatro, de fotografía.
​Pero. Con la displicencia que suelen tener las cosas importantes, todo empezó a andar mal. Carlos trataba de encontrar el momento exacto, en qué curva de la vida se había comenzado a ir todo a la mierda. Se quedaba perplejo, a las tres de la mañana, tomando un té en calzoncillos bajo los fluorescentes tubos de la cocina. Se había vuelto imposible, para él, dormir. Así que se levantaba de la cama, no insistía.
​Su hijo, tuvo un golpe en un partido de fútbol. A la noche levantó fiebre, y perdió el conocimiento. El golpe había sido en la cabeza, y existía la posibilidad que se hubiera formado un coágulo. Permanecía internado, Facundo, en el hospital, mientras los médicos dudaban acerca de la conveniencia de operarlo. Los riesgos eran elevados, de dejarlo como estaba. Y los riesgos eran todavía más altos, de una cirugía.
​En alguna de las guardias esperando el parte médico, Paulita le contó que sabía que él le había sido infiel. Había visto un mensaje en su celular, y pensaba en divorciarse ni bien Facundo saliera del hospital.
​Tatiana empezó a tener ataques de pánico, no podía ir al colegio, ni pisar la calle. Temblaba, lloraba, hubo que medicarla. Tenía los nervios como un paquete de fideos partido al medio.
​En el negocio algo se complicó. Se incendió el depósito, perdió una fortuna en mercaderías.
​Un domingo a la mañana, sacó a pasear a Felipe y se le soltó la correa mientras intentaba encender un cigarrillo. Felipe cruzó la avenida y los automóviles se ocuparon de él. Pensó en comprar otro igual, sin decirle a Tatiana. Pero no era posible, volvió a  su casa con la correa en la mano, se sentó a escuchar los alaridos de la niña. Dolor en estado puro, carne viva.
​Desolado, con Facundo todavía internado, con Tatiana cada vez peor, con Paulita que se negaba a dirigirle la palabra, en la ruina. Entró un día, mientras caminaba sin sentido, a una iglesia. Entró sin saber por qué, a llorar, a buscar quizás algo de consuelo.
Lunes por la mañana, muy temprano. Agosto, hacía frío.
​–¿Por qué, Dios? –murmuró Carlos, moqueando, con los ojos enrojecidos– ¿Por qué me sale todo mal? ¿Qué es este ensañamiento, este castigo?
​No había nadie, el recinto estaba húmedo y desolado y frío. Sólo una mujer muy mayor, acomodando unos ramitos de flores cerca del púlpito, bajo la imagen de un Cristo que lloraba con los brazos en cruz.
​–Bueno –oyó como si le hablaran al oído, se sobresaltó. Era un susurro que descendía sobre él, no entendía–. Durante cuarenta años te fue más o menos bien, y jamás se te ocurrió preguntarte si era suerte, si te lo merecías. Ahora dos o tres manos que no te tocan las cartas que vos querés, y decís que la vida no tiene sentido. No sé, no me parece.

9 comentarios:

Alelí dijo...

buenísimo! no dejo de reírme!

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Equilibrio

Mr. Kint dijo...

A riesgo de sonar adulador, obsecuente y lamebotas voy a ponerme HundredReferencial y le digo "confundimos egoísmo con armonía".

Ya se dijo todo. Le mando el afectuoso abrazo de siempre.

Dany dijo...

Que bueno que regresé del ostracismo....acá se sigue escribiendo bien.
Che....otro perro atropellado.....no sé no me parece......
Un abrazo, Juan.

J. Hundred dijo...

*alelí! creo que se lo dije alguna vez, pero no tengo inconvenientes en repetirlo: su risa es música.

*juan sebastián olivieri! sí. y unas papas españolas, de cuando en vez.

*mr. kint! confundimos egoísmo con armonía. a veces hasta yo me sorprendo, lo genial que puedo ser. lo saludo con toda esta luz.

*dany! usted me abandona, usted se va. después, al tiempo, usted vuelve, y se queja de algo, un modo, un estilo. algo tan mío, tan característico y particular. con todo respeto, parece una novia. y lo extrañé, siguiendo la línea argumental.

Yoni Bigud dijo...

Me quedo, dentro de esta pequeña joya, de esta pequeña genialidad, con eso de la displicencia que suelen tener las cosas importantes. Brillante lo suyo. Refulgente.

Es curioso como a mí esto no me causó ninguna gracia. Debe ser, calculo, porque estoy debajo de mi propio tubo fluorescente. A esta hora. Y a otras. Hoy. Ayer. Y calculo que mañana.

Le dejo, en esta ocasión, el mismo admirado saludo que en otras.

J. Hundred dijo...

*yoni bigud! está muy bien que no le haga ninguna gracia. a veces la gente se ríe, pero de los nervios. en cualquier caso, puede usted verlo de la siguiente forma. una de las pocas situaciones que vuelve a una persona interesante, es haber estado bajo los fluorescentes tubos de la cocina, a las tres de la mañana, pensando que quizás la vida no tenga mayor sentido. lo saludo con singular empatía.

Anónimo dijo...

juan. me agrada leerte. con y despuès de tus textos veo la vida con màs
simpatía.

J. Hundred dijo...

*anónimo! una delicadeza de su parte. lo saludo, le agradezco.