12.3.14

Todo es energía


Salimos de una fiesta. Estuve tomando whisky, había whisky importado (Johnnie verde), y tomé whisky, en cantidad. Tomé un poco de cocaína, también. La combinación perfecta, taco y punta. Qué le vamos a hacer, sí, hace mal.
Estoy cansado, pero no tengo ganas de dormir. Me pasé de vueltas, quiero sentarme en un banco y ver cómo amanece. Fumar un par de cigarrillos. Pensar qué quiero ser cuando sea grande, aunque ya sea grande. Esas cosas.
Salí de la fiesta, que ya debía haber terminado hacía un par de horas, y Tamara se vino conmigo. A veces cogemos, pero no íbamos a coger. Queríamos charlar, fumar un rato, irnos a dormir. 
Tomé un café con leche en Selquet, ahí en Pampa y Alcorta, debían ser las ocho de la mañana. Antes de ir a buscar el auto, caminé para el lado del parque.
–Bancame que fumo un pucho y después te alcanzo con el auto –dije. Vive en Vicente López, Tamara, estudia arquitectura, o comunicación social. 
–Sí, claro –me dijo–. En casa no hay nadie. Digo, te podés quedar.
Caminamos un poco. Nos sentamos en un banco, frente al lago. Hacía un poco de frío. Poca gente, los que corren en serio, los tristes, los fanáticos. Algún vagabundo dormido junto a un cartón de vino.                    Domingo, pintaba para llover. Quizás quedarme a dormir con Tamara, después almorzar algo rico, tomar un poco de vino. No mucho más que eso.
Estábamos sentados, fumando, viendo el lago. Tamara se subió el cierre de la campera hasta arriba, y se acurrucó contra mí.
–Todo es energía –dije de pronto, sin motivo–, todo está en la mente. Mirá.
Me puse de pie, agarré una ramita del pasto, que tenía la longitud de una batuta. Golpeé, dos veces, con la ramita, contra el respaldo del banco.
–Fijate –dije–. Mirá.
Empecé a tararear, casi para adentro, una melodía. Y mientras tanto movía los brazos, varita en mano, como si estuviera dirigiendo una imaginaria orquesta.
Estaba de pie, di un par de pasos, para quedar justo al borde del lago.
Parecía un chiste dedicado para Tamara, una zoncera. Pero no. Algo comenzó a suceder.
Los patos. Saliendo de cualquier parte, de todos los rincones del lago, venían hacia mí. Se formaron. Un triángulo con el vértice de un pato, a no más de tres metros de mis pies. Serían unos veinte patos, quizás más. Todos con la cabeza en alto, sin quitarme los ojos de encima.
–Taran tararán tan tan –murmuraba yo, los patos seguían mi batuta, doblaban, se dividían en dos grupos perfectos, derecha e izquierda. Hacían un semicírculo, se alejaban y volvían a formarse–. Tan tan, tararara rarán. 
Seguían los patos, sin distraerse. Alcé la batuta y los patos casi se paran en dos patas, inflando el pecho, estirando bien arriba las cabezas. Luego, apunté hacia abajo, de golpe, y todos los patos metieron la cabeza en el agua. Cerré haciéndolos aletear en lo que pareció un final con trombones. 
–Increíble –Tamara aplaudió, azorada–. Tenés algo, un don. No sé, sos genial.
Solté la ramita. Me senté, encendí un cigarrillo. 
Uno de los patos, el más gordo, de un blanco medio desteñido, con algunas manchas color marrón, avanzó hacia mí. Salió del agua. Se acercó unos pasos con ese andar tan particular, tan característico.
–Ahora conseguinos algo para comer –Habló, el pato, movió el pico, su voz era metálica y grave, me miraba de perfil–. O te pensás que estamos acá para hacerte quedar bien a vos. Danos comida, galletitas, o medio kilo de carne picada. O guita, loco. Si no de acá no se van.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja, qué genial. Me gusta como escribís.

Gabriela dijo...

Muy bueno!!
re loco...
me pareció ver los patos,
mientras leía...
y si todo es energía, también el dinero...

J. Hundred dijo...

*salomè! usted es generosa conmigo. ah, y bonita sonrisa.

*gabriela! me ha comprendido usted, como si me conociera. a propósito, no sé si es pertinente, no sé si corresponde, pero casi me veo en la obligación de preguntar. es usted esa gabriela? la saludo con cuidado.

Pipipi 7 dijo...

ya con tanto ganzo dando vueltas ahora también nos tenemos que cuidar de los patos? este país está como la chacota!

J. Hundred dijo...

*nele b! me atrevería a decirle, estoy casi seguro, que su comentario es desafortunado. pero su foto no, su foto está lo más bien. la saludo sin mayores dificultades.

Mr. Kint dijo...

Muy bueno.
Seguimos con el tema de las drogas. Lo que me llamó la atención es que usted le mete a la tiza y alucina con patos danzantes agremiados, ¿entonces el día que salga del cabarulo de calle Pampa con alguna ingesta de LSD se va a poner a correr con los tristes y desesperados?
A usted las drogas no le pegan mal, le pegan raro.
Un fuerte abrazo

J. Hundred dijo...

*mr. kint! mire, tengo algo para contarle. alguna vez fui al establecimiento que usted menciona. en aquella oportunidad, sentado en la primera fila, vi como dos chicas bastante jovencitas por cierto, discúlpeme el tecnicismo, hacían una tijereta con particular entusiasmo. y casi pude escuchar un sonido que surgía, bueno, de cómo se frotaban el cuidado velcro de sendas vaginas. era una deliciosa música que me persigue cada tanto, y me ha hecho repensar tantísimas cuestiones de índole filosófico. lo abrazo.