12.10.13

La mermelada del amor


         Cuando conocí a Gisela era una linda morocha. Flaca, huesuda, atlética, a punto de cumplir los treinta años. Divertida, era entretenido quedarme hasta bien tarde mirando la televisión con ella. Cualquier programa, una película o un documental de la National Geographic donde los cocodrilos acechaban en un río asomando apenas los ojitos, muy quietos, esperando para comerse a las cebras. Quedarse mirando la televisión sin que ella hiciera ninguna de las clásicas preguntas pelotudas. Fumaba un cigarrillo, hacía al pasar un comentario.
         Le gustaba coger, además. Cogía con entusiasmo, con interés. Chupaba la pija con más vocación que técnica, se arrodillaba sobre el parquet y se metía mi pito en la boca y no le molestaba que le acabara en la cara o en el pelo. Y sí, si la ponía en cuatro patas le parecía bien, y si la cogía de parado, contra una puerta, le parecía bien también.
         Estudiaba algo, daba clases de algo, estaba de buen humor, tenía una fantástica risa. La recuerdo bien. Cocinaba a veces, milanesas con puré.  Le gustaba la lluvia y el helado de limón.
         Al poco tiempo de irnos a vivir juntos cambió todo. Empezó a engordar, comía pan con dulce de leche en el desayuno. Y manteca, también. Le saltó un problema de tiroides, eso me dijo, algo que la ponía irritable. Se puso reiterativa, contaba las dos o tres pelotudeces que le habían pasado en la adolescencia, que en un viaje a Buzios había cogido con un negro. Se vino quejosa. Se quejaba, de todo. Del precio de la mermelada de duraznos La Campagnola, del ruido que hacían los colectivos al frenar, de las amigas que la seguían llamando o que la dejaban de llamar, del resultado de los concursos televisivos donde los participantes cantaban o bailaban, del olor de mis axilas. Coger dejó de interesarle, le resultaba un fastidio hasta quitarse el corpiño, lanzaba un bufido, cogíamos los viernes a la noche para no tener que hacer de cenar, o los domingos a la mañana, algo rapidito, como prender el calefón y abrir la ducha para verificar que más o menos el agua se calienta, que sigue funcionando. Algo mecánico, un procedimiento, como retirar dinero de un cajero automático. Algo que, de tanto en tanto, había que hacer.
        
         Lo que sucede, mucho me temo, es que las mujeres insisten en mostrarte la mejor versión de ellas mismas al conocerte. Algo que por definición, por su intrínseca naturaleza, sólo puede ir hacia abajo. En lo personal, las mujeres que han estado conmigo terminan sintiendo por mi persona un profundo desprecio. Pero mis atributos y capacidades, o mejor dicho la falta de, estaban allí desde el comienzo. Cantidad de veces me han dicho que me odiaban, pero ninguna, que yo recuerde, me dijo que la defraudé.

7 comentarios:

Sebastián dijo...

Está genial lo que escribiste, es muy dinámico leerte.
Ojalá no me pase lo que te pasó, soy de los que vienen de las relaciones sin compromiso pero que se aburrieron de divertirse (?) y ahora quieren amor/pareja estable/hijos ? pero siguen con el viejo karma.
Igual, todas las personas son diferentes, a probar que siempre hay una loca para un loco.
Te sigo ;)

J. Hundred dijo...

*sebastián! usted menciona un trascendente paso en la cadena evolutiva, son aquellos que, después de determinadas experiencias, ‘se aburrieron de divertirse’. yo, con todo respeto, estoy infinitamente más lejos, la vida me ha llevado hasta allí con mi precaria canoa. algunos pueden llegar a creer que se trata de una extraña habilidad la mía, pero en verdad no ha sido mucho más que defensa propia. ah, sí, pertenezco al grupo de los que ‘se divierten de aburrirse’ agradezco sus palabras, y lo saludo.

Pipipi 7 dijo...

Entonces la llave para conocer a la mujer que hay dentro de una se da a conocer cuando se empieza a comer pan con manteca y dulce de leche. Maldita vaca! hace sacar lo peor de nosotras. (o lo verdadero)
siempre hay que ser uno mismo sin entusiasmarse ni mucho menos disimular. Aunque todas las relaciones al comienzo son estimulantes y hacen de nosotros actores de lo que mejor nos sale. El tema, sería entonces, que siempre dejemos sacar lo mejor de nosotros; sin tiempos, sin mentiras. abrazos.

J. Hundred dijo...

*nele! come as you are, cantaba el señor cobain. lo que yo quise decir, bueno, qué corneta importa lo que yo quise decir. nos ponemos de pie, hacemos silencio, la abrazo.
http://www.youtube.com/watch?v=eGqBM_r932s

Pipipi 7 dijo...

ayer justo entré al mismo enlace, umplugged y todo.

Mr. Kint dijo...

Un amigo solía decir que el problema del casamiento/convivencia es que la mujer cree que puede llegar a cambiar al hombre, moldearlo si se quiere, pero él no cambia; y a su vez el hombre cree que la mujer seguirá igual, pero ella sí que cambia. Qué desencuentro diría Don Cátulo.

No sé si coincidir en que esto que menciona es sólo patrimonio femenino. Por mi parte, por lo menos me he encargado de decepcionar aun partiendo de niveles de encantos bajísimos, como si fuese un cósmico recordatorio que siempre se puede estar peor.

Abrazo para usted.

J. Hundred dijo...

*nele! iba a decirle que probablemente se trate de una telepática conexión, que tenemos una cósmica sinergia. pero es bien probable que se trate de mis tan tremendas ganas de coger. los síntomas son bien parecidos, por favor sepa disculpar.

*mr. kint! cuando alguien, alguna burra de ocasión, me viene con la cantinela, aquello de que, bueno, ‘la defraudé’. le digo: alto, querida. el primer defraudado con mi vida soy yo, así que si te querés defraudar conmigo no sé, sacá número. 1abrazo.