12.6.13

Arrabalero


         Me quedé en el centro. Tenía que ir a una reunión que se suspendió, una reunión que no se hizo, y me dio fiaca volver a las seis y pico, con todo el malón de gente.
         Me senté en la barra de un bar, un pebete de salame y manteca y una cerveza de tres cuartos, lo más cerca que podés estar de la felicidad si pasaste la 9 de julio, para el lado de Alem. En medio de la gente que salió a matar (y a morir) por unas monedas. En la ciudad se respira desesperación y fracaso, lo demás lo podés ver por televisión. Más desesperación, más fracaso.
         Había más gente, en la barra, se mezclan los que no almorzaron con los que se acuerdan que no cenaron. Había una prostituta muy cascoteada, sentada en una mesa, que abría un poco las piernas cada vez que entraba alguien al establecimiento. Había una parejita que discutía, si todavía tenían fuerzas para discutir es porque no trabajaron lo suficiente. Te espero en la bajadita, nada para decirles, te espero en alguna curva de la vida después de los treinta años y vemos qué pasa.
         El tipo, a dos butacas de distancia, habla. Conmigo, con los mozos que están detrás de la barra, con los que están sentados en las mesas. Con un triple de jamón y queso de un pan que parece gris, y debería ser blanco. Quizás es un efecto de la luz, no sé. Toma moscato.
         Habla, el tipo. Se acomoda los anteojos sobre el puente de la nariz con el dedo mayor de una mano, como si estuviera afirmando un clavo. Una de las patillas de los lentes está pegada con cinta adhesiva. El tipo debe tener, calculo, setenta años.
         Habla, el tipo, el traje le brilla de mugre. Dice que era cantor de tangos. Que una vez se fue a las manos con Canaro. Cuenta que Piazzolla le pidió por favor que viajara con él a Paris. Habla de su amistad con Leopoldo Federico, dice que fueron como hermanos. Dice, el hombre, mientras las miguitas del sánguche se le prenden de las solapas del saco como animales persistentes y decisivos, que fue el único que le podía seguir el tren, con la merluza, la sarlanga, al polaco Goyeneche. Cuenta una anécdota con Edmundo Rivero y varias mujeres en un tren. Habla de piringundines y milongas. La dulzura de Cardei, Virulazo una vez le pidió, a él, que le enseñara un paso.
         –Pero qué decís –dice un hombre que come dos empanadas y ha dejado su maletín en el piso–, todo lo que contás es mentira. Estás mezclando personas y fechas, confundís quintetos con cuartetos, decís que jugabas a las cartas con Pichuco y que tomabas whisky con el negro Lavié. Es cualquier cosa, no dan las fechas, es todo mentira. No se entiende nada.
         Se hace una pausa. El hombre tose y después termina, de un trago, su vaso de moscato.
         –Puede ser –dice, y vuelve a llenar el vaso con la jarrita de metal–, como usted dice, que sea todo mentira. Pero aún así es infinitamente más interesante que su triste vida. Qué carajo tiene eso que ver con lo que estoy contando.

7 comentarios:

Viejex dijo...

Que bueno sería tener a flor de labios una respuesta así, tan certera, tan apabullante. Pero no, nada de eso sale de esta cabeza mía cuando aparece un impertinente.

P/D: La puta cascoteada, el traje del viejo que brilla de mugre, la teatral pausa para llenar nuevamente el vaso de moscato con la jarra de metal... por estas cosas vuelvo. Quiero decir, por si no fui claro, que me gustó mucho la descripción del tugurio.

Saludos.

J. Hundred dijo...

*viejex! le comento, me ha sucedido, que haya gente que se quedara conmigo por motivos absolutamente equivocados. también hubo gente, desde ya, que me abandonó, por motivos igual de equivocados. después hubo personas que volvieron, por motivos equivocados, y personas que no volvieron, que no vuelven nunca más, que persisten en el error, que se equivocan de una particular manera. debería agregar que, es evidente, las cosas no me han salido como yo quería. pero también es preciso mencionar, que cuando las cosas me han salido como yo quería, bueno, tampoco resultaron ser como yo las imaginaba, cuando las quería. después, si uno tiene suerte, pasa que te empezás a sentir más y más cómodo, no importa demasiado quién viene, quién vuelve, quién se va. la vida se transforma en una entretenida cadena de errores, un fantástico desencuentro. lo saludo.

Dany dijo...

Cuando yo pensaba que mi viejo no había hecho otra cosa que laburar comenzó a contarme anécdotas de su época de jugador de fútbol, de noches enteras jugando al poker con los delanteros de la maquina de River o marcando a Tucho Mendez.....o de putas con Zubieta bailando tango hasta el amanecer y luego a nadar al rio....si....ese río que hoy ni miramos. No se si todo fue verdad pero me hizo bien. Gracias Juan!
Abrazo

J. Hundred dijo...

*dany! me atrevería a decir que de la rueda y el fuego para acá, una de las pocas cosas que ha redimido al ser humano, ha sido la capacidad, el poder contar historias. mis respetos a su padre, un abrazo para usted.

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Por eso vuelvo aquí
...es infinitamente más interesante que que la triste vida de la mayoría a nuestro alrededor.

Maravilloso.

Mr. Kint dijo...

Un par de cosas. El final me hizo recordar la película Gran Pez, que a su vez me hizo recordar a mi Tata (el viejo de mi vieja), tan inmensamente sabio e interesante como versero, como buen pescador que era.

Toda su descripción me ha parecido simplemente brillante, hermosa. Y ya que estamos "arrabaleros", le parafraseo los versos de Ferrer "Gordo triste" y la redefino en honor a usted, destrozando completamente en este acto una letra hermosísima (ah, y no le estoy intentando decir gordo). Y a la voz y los silencios de Goyeneche hay que imaginárselos.
¿De qué oscuro conjuro se ha librado este Hundred
que en un verso preciso hace puente el abismo,
que transita descalzo por guaridas de erizos,
que te arrastra volando,
que velando astros encapota el cielo para los tranochados?

Un abrazo para usted

J. Hundred dijo...

*juan sebastián olivieri! quizás sea un buen momento para recordar al general: no es que yo sea bueno, es que los demás son peores. gracias.

*mr. kint! el señor horacio ferrer no sólo es un exquisito poeta, sino que además vive en el hotel alvear. alguna vez, consultado al respecto, respondió, más o menos, que una de las ventajas de vivir en un hotel, era que los vecinos eran todos pasajeros. escuchemos este otro tango, por favor, que no es de ferrer, que sí canta el polaco, y que vino de visita muy de madrugada, usted va a saber entender. yo le agradezco, un abrazo.
http://www.youtube.com/watch?v=PsKvTrZflT8