12.7.14

Para que comprendas


Llevaba yendo al psiquiatra más de cinco años, Cecilia. Había empezado cuando cumplió los treinta y tres, se había dado cuenta que en lugar de resucitar, lo único que quería era pegarse un tiro en las tetas.
La vida se había ido volviendo un fastidio. Se levantaba como si hubiera pasado la noche hundida en un agua viscosa y gris. Todo le resultaba monótono, poco entretenido. Vivir era pagar los impuestos y lavarse los dientes, y hacer las compras, y los chequeos médicos, había que ir al ginecólogo aunque casi ni cogiera, y depilarse, y teñirse el pelo para no parecer una vieja. Después, había que trabajar, criar a su hijita a pesar de estar divorciada de Gustavo que había resultado un pelotudo importante, al que sólo le interesaba ir a la cancha a ver a Argentinos Juniors y lavar el auto los domingos. Ese Renault 18 de mierda.
Había empezado con un psicólogo que le recomendó una amiga, después de haber probado con la homeopatía, el reiki, yoga, lo normal. La tristeza generalizada envolviéndolo todo, ningún antídoto.
A los dos años el psicólogo la había derivado a un psiquiatra. Había cosas que tenían una génesis química. Le explicaron de conexiones neuronales, determinadas zonas del cerebro que no encendían de una adecuada manera, la importancia de la sertralina.
Ahí andaba, Cecilia, volviéndose grande, mirando las noticias de la noche, mientras Catalina crecía, mientras la plata no alcanzaba, nunca alcanzaba, sintiendo que todo lo bueno de este mundo la pasaba de costado, sin siquiera rozarla. Como cuando una elegía una caja del supermercado, y esa caja dejaba de avanzar. Algo salía mal y ella estaba ahí, en medio de lo que salía mal, mientras algo, otro algo, parecía estar saliendo bien. Pero no a ella. La vida era una mala película y una ni siquiera podía levantarse de la butaca, no estaba permitido salir del cine.
Se había ido a hacer un chequeo de salud, y el psiquiatra, que había aprovechado para agregar un par de estudios, le había pedido que le llevara los resultados a él también.
–Bueno, esto sí que está mal –dijo el psiquiatra, que se llamaba Jorge–. Vamos a tener que hacer estos estudios de nuevo. Puede que estés muy enferma, Cecilia. Que te queden pocos meses de vida.
Se hizo una pausa. Cecilia sintió como si se cayera, como si se cayera dentro de ella. Todo lo que no había hecho en la vida, todo lo que le había salido mal. Y ahora esto, la enfermedad, la muerte, el sinsentido.
–Bueno, en realidad no –Jorge se rió, una corta carcajada, como el estornudo de un perro–. Era un chiste. Sólo quería demostrarte que no importa lo mal que digas que estás, lo mal que creés que te va. Aún así, Cecilia, no querés que se termine nada. Deberías ponerte contenta, te interesa estar viva.
–¡Pero qué pelotudo! –Se puso de pie, Cecilia, y le dio un cachetazo al psiquiatra, a Jorge, un cachetazo que le hizo volar los lentes sin marco.
Bajó a la calle. Una amiga le había recomendado un gimnasio cerca de su casa donde se podían hacer clases no sólo de gimnasia, también había tae bo, spinning.

6 comentarios:

Bob Harris dijo...

En la trilogía Bleu, Blanc,Rouge de kieslowski hay un tipo que no se anima a suicidarse y contrata a otro para que lo mate con la condición que sea en los próximos días y que lo haga sin previo aviso.
En un momento el matador le apunta en la frente al suicida y dispara, pero el tiro es de salva, después le dice que si sigue queriendo morir el va a cumplir el contrato, el otro le dice que no.
Lo suyo acá parecido, que se te hele el orto de un susto, que te muestren el final de todo, que de pronto no haya mas nada para que lo que haya tome otro color.
Ahora…. que hijo de puta Jorgito!

J. Hundred dijo...

*bob harris! usted parece encontrar aquí, en el texto que nos ocupa, reminiscencias del genial kieslowski. yo, que además de escribirlos, me he tomado el trabajo de leer algunos de mis fragmentos, me permito disentir. encuentro que mi forma de escribir, mis literarias maneras, abrevan mucho más en ariel krasouski. lo saludo desde mi fantástico pedestal.

WOLF dijo...

Por segunda vez, entré a leer en su blog. Entiéndase: por segunda vez en la vida...
La primera vez fué de casualidad, a principios de año. La verdad ni recuerdo desde donde "llegué", que link perdido en algún lado me trajo. Leí algunas de sus publicaciones y tuve el buen tino y la lucidez inconsciente (?) de "marcar" su página.
Simplemente quiero agradecerle sus escritos. No tengo una formación académica ni mucho menos, pero leerlo me hace sentir bien, y tal vez a eso se reduce todo no? Sentirse bien...

J. Hundred dijo...

*wolf! a mí escribir me hizo bien, a usted leer le hizo bien. así suceden ciertas cosas, curiosa magia. yo le agradezco sus palabras.

Mr. Kint dijo...

Jorge podría estar enmarcado dentro del rubro terapias alternativas. Un par de sesiones, una puesta en escena y a los tres minutos ya estás sudando arriba de una bici fija y uno ya se monta en esa tan controvertido como necesario espíritu de vida lamolinesco del siga siga (un adelantado Pancho a mi forma de ver el fútbol y la vida).
Un saludo.

J. Hundred dijo...

*mr. kint! resulta por lo menos curioso: no importa lo mala que sea la fiesta, bueno, te da no sé qué volver a casa. te querés quedar. lo saludo desde las alturas del conocimiento.