24.1.14

El don de conmover


        La chica que me atiende en el bar donde estoy desayunando los domingos a la mañana, está mal. No, no puedo decir el bar, imaginate si venís a romperme las pelotas justo un domingo a la mañana. Esa hora donde me tengo que olvidar de todo lo que me sucedió la semana anterior, y tengo que cargar nafta para la semana que vendrá. No.
         He intentado ser amable sin parecer baboso ni nada por el estilo. Pido mi desayuno con corrección y respeto, dejo el doble de propina de lo que corresponde. He intentado hacer un comentario ingenioso, decir algo divertido. Nada. La chica viene a mi mesa a tomar el pedido con un desprecio que roza lo infinito. Tuerce la boca, como si la totalidad de mi ser estuviera constituido de excremento. Se queda de pie, con la bandeja sostenida con tres dedos, como una suerte de escudo protector, a la altura del estómago, mientras yo le pido un café con leche con una medialuna de manteca, o un café con una medialuna de grasa, según el día. Me mira como vos mirarías a un vendedor ambulante que intenta venderte un par de medias, y que ha puesto las medias dentro de tu plato, encima del bife que te estás comiendo. Su repugnancia es total.
         Todo lo hace así, va entre las mesas, sirve, cobra, se respira su odio a la humanidad por lo que le ha tocado en suerte.
         Y la verdad es que no debo cambiarme de bar, porque las mesas están bien separadas y hay poca gente y se ve una fantástica esquina a través del ventanal. Siempre consigo lugar para estacionar el auto, además.
         Así que el domingo se me ocurrió hacer algo. Compré una maravillosa lata de bombones que son una delicia. Los compré el jueves, por el centro, en una bombonería clásica que vende el mejor chocolate de la ciudad.
         Llegó el domingo. Me senté en el bar, ella vino, arrastrando sus pies, a tomar mi pedido. Legañosa, con los rulos algo sucios, el existencial fastidio tatuado en el rostro.
         –Tomá –le dije ni bien llegó a la mesa, sin hacerle ni siquiera mi pedido. Alcé la bolsa que venía con un pequeño y delicado moño–. Esto es para vos.
         Se quedó mirando. Pareció que por un momento dudaba entre avanzar un paso o retroceder. No hizo ninguna de las dos cosas. Tampoco tomó la bolsa con el regalo.
         –Aceptame este regalo –dije–. Son bombones. Hace un par de meses que vengo a desayunar acá y siempre te veo enojada. Disculpame que te lo diga, pero exudás un existencial fastidio, desprecio hacia el universo todo. Quizás las cosas no te salieron como vos querías, eso nos pasa a todos. Pero si estás tan enojada es peor, te envenenás por dentro, si cambiás un poco la actitud vas a ver que las cosas mejoran.
         Me seguía mirando. Por un momento pensé ‘quizás fui demasiado elocuente, se va a largar a llorar’. Después de todo lo mío siempre fue la poesía, tengo el don de conmover, esa es la verdad.
         –Escuchame una cosa, forro –dijo inclinándose un poco hacia delante, como si estuviera acomodando algo de la mesa–. Nosotros cogimos en Villa Gesell, hace como diez años. Me acabaste adentro, quedé embarazada. Cuando te fui a buscar para contarte me sacaste de una patada en el culo, estabas borracho y me dijiste que ya que estaba te hiciera una paja ahí, en la calle, detrás de un árbol. Tuve que abortar, no tenía un mango. Me hicieron un desastre. Por culpa de ese aborto mal realizado tuve una septicemia que casi me muero, quedé con dificultades para respirar de por vida. Al poco tiempo me tuvieron que extirpar el útero. ¿Te traigo café con leche y una de manteca, no? Mirame bien, estoy un poco más gorda, un poco más vieja. No, parece que no te acordás.

12 comentarios:

Angel dijo...

Aquel don de conmover no me soprende, menos aun su capacidad de hacer reir y sorprender justo en el final Sr. Hundred. Ahora bien, el aguante de la señorita es digno de mérito, yo le hubiera roto la jeta de una trompada la primer mañana.

Mr. Kint dijo...

No me pongo en abogado del diablo, resulta llamativo que de todos los epítetos que podría haberle proferido a un tipo de su calaña, bueno, justo se le ocurriera decirle "forro". Digamos que si a la señorita se le hubiese ocurrido usar esa palabra en otra circunstancias, 10 años atrás, en Villa Gesell, y con otra connotación, bueno, le hubiese ahorrado a ella una serie de disgustos. Y a usted tendría unos domingos más placenteros que no es poca cosa. "Cuidame, cuidate. Quereme, querete" podría ser el slogan.
Puede que usted tenga además el don de conmoverga, no habría que descartar eso tampoco.
Un abrazo!

J. Hundred dijo...

*angel! sí, o quizás me hubiera pedido, por favor, una vuelta más.

*mr. kint! ha estado usted fuera de foco, pero sagaz. la chica pudo bien decirme ‘pelotudo’, pero me dijo ‘forro’. lo demás, el juego de palabras, el cachetazo, la torta en la cara. no descartemos nada. lo abrazo, la fuerza de la costumbre.

Pipipi 7 dijo...

excelente relato, verídico o no. hay tres situaciones que, en las mujeres, son/las hacen extremadamente violentas; 1) cuando son hermosas, lo saben, y saben que no te darían bola ni aunque ganes el Quini6. 2) cuando te recuerdan, vaya uno a saber por qué, con desprecio y asco. (caso suyo) 3) cuando les sacás una foto y no se la mostrás.

J. Hundred dijo...

*nele b! sin ánimo de disentir con usted, yo diría que una mujer se vuelve violenta cuando descubre que el mundo no es como ella imaginaba. lo que equivale a decir, bien mirado, que una mujer se vuelve violenta entre dos y tres veces por semana. la saludo y celebro con énfasis su nueva foto, ha vuelto a ser bella.

Pipipi 7 dijo...

bueno, esas situaciones, sin caer en el sexismo, vuelven violento a cualquier ser viviente. mis perros, por ejemplo, cuando quieren salir a pasear rompen cosas, me miran y me torean desafiantemente.
aunque ni hablar de lo que usted menciona, más en esos días del mes que, bueno, violentan a cualquier hembra :P
muchas gracias por lo de la foto, ser bella aunque sea en una foto es un pequeña satisfacción, aunque preferiría un helado de dulce de leche granizado y limón.
saludos para usted

Juan Sebastián Olivieri dijo...

Claro ejemplo de su capacidad relatora. Sin dudas, entre los mejores de su producción. ¡Felicitaciones!

J. Hundred dijo...

*nele b! con la belleza no la puedo ayudar, nada más lejano a mí. soy un monstruo de pantano, un repugnante ser. pero si precisa un helado, no tiene más que solicitarlo. la saludo.

*juan sebastián olivieri! pero dónde estaba, mi viejo? pensé que usted también me había abandonado. ya me estaba preparando para cerrar el boliche. le agradezco la presencia, y lo saludo.

MaGa dijo...

Leerlo me inspira, lástima que se me pasa antes de que haga nada al respecto.
Envidio profundamente su disciplina.

J. Hundred dijo...

*maga! es curioso: usted envidia mi disciplina, no mi talento. debe estar fuera de foco, no se la puede culpar por eso. la saludo con afecto.

MaGa dijo...

Su talento es admirable. Usted tiene talento y disciplina. Admiro el talento, e insisto: envidio la disciplina. Creo, y puede que me equivoque, que el talento no es nada sin disciplina. Sin embargo con disciplina se puede llegar a ser talentoso, o por lo menos parecerlo, que no es su caso, sobra aclarar.

Volviendo al tema del talento y su expresión ¿tiene algún otro espacio además del blog? No encuentro la forma suscribirme y me pasa que no lo visito tan seguido como quisiera.

J. Hundred dijo...

*maga! no sé si puedo coincidir con usted. tantas veces he sentido que el esfuerzo quizás no sea mucho más que un hermano bobo del talento. respecto a si tengo otro espacio donde pueda usted visitarme, claro que sí. mi corazón. la saludo con modos de galán (es increíble lo interesante que puede uno volverse con la motivación apropiada).