La verdad es que no sé cómo ocurrió con exactitud. Yo me
tenía que encontrar con la escribana en la esquina de Riobamba y Bartolomé
Mitre para darle el certificado de defunción y el documento de la abuela
Martita. La sucesión no termina nunca, y hasta que no termine no podemos vender
esa casita en Villa Domínico. La hicimos tasar, y parece que vale como setenta
y cinco lucas. Dividido tres, menos los gastos, sirve. Pero la escribana tiene
sus tiempos, y siempre pasa algo. Después de casi siete años de tener a la
pobre Martita en el geriátrico, que ni siquiera nos reconocía.
Me llamó al celular, la escribana, habíamos quedado a las seis
en esa esquina cerca de su roñosa oficina. Me dijo que se había caído del
colectivo, estaba en la guardia del San Camilo. No sabían si era una fractura
de tobillo, le tenían que poner una bota de yeso. Sí, claro, dejábamos la
reunión para otro día.
Caminé hasta Callao, entré a tomar una cerveza en ‘La
Academia’. De la mufa que tenía, y para dejar pasar un rato antes de volver a
casa. No me salía una.
Se armó un quilombo tremendo. Entró la policía. Hubo un par
de tiros y todo, un tipo de bigotes sacó un arma, otro tipo peinado con gel
trató de escapar por la parte de atrás del local. La gente gritaba, se hizo un
tumulto. Lo tiraron, al de bigotes, al piso, y lo esposaron. En la calle sonaba
una sirena, una chica lloraba y gritaba que se había cortado, al caerse, con un
vidrio.
No sé cómo quedó la valija, junto a mis pies. La agarré, no me preguntes por qué, la agarré
y salí caminando, muy despacio, la carpeta con papeles para la escribana en una
mano, la valija con rueditas, como si fuera mía.
Me volví a casa en subte. Me bajé en Lacroze, caminé muy
despacio las cinco cuadras, arrastrando la valija. Prendí un cigarrillo. Moni
todavía no había llegado de dar clases. Me duché, me puse un short y una
remera, me senté en el dormitorio, con la puerta cerrada.
Abrí la valija.
Plata. Mucha plata. Toda la plata del mundo. Guita. Tardé un
rato largo, porque desarmaba los fajos y contaba, y miraba, y fumaba, y tomaba
un poco de tónica de la botella. Y no me lo creía.
Un millón, cuatrocientos setenta y tres mil, doscientos
cincuenta y cuatro dólares (1.473.254 dólares). Ahí, en fajos de diez mil.
Crujientes dólares, nuevitos. El olor de la guita inundó la habitación. Como un
olor a podrido, pero agradable a la vez. Había un arma, también, en uno de los
bolsillos de la valija. Una Ruger 380 lcp, busqué las características por
internet. Una pistola que cabía en una mano, chiquita.
Fumé otro cigarrillo en el balcón, sentado en la silla de
plástico Mascardi, viendo cómo pasaban los autos por la avenida. Abril y no
refrescaba. Estaba nublado, eso sí, a la noche llovería.
Al rato llegó Moni.
–¿Ya llegaste? –dijo desde la cocina.
–Sí, vení –le grité desde el balcón.
Entró al cuarto, vio lo que pasaba. Todo el dinero
desparramado sobre la cama. La pistola no la vio, la había guardado en un cajón
de mi mesita de luz.
–¿Y esto? –me miró, la miré, me rasqué la panza con el revés
de un pulgar– ¿Qué es esta plata?
–La encontré en un bar –dije–. Entró la policía a detener a
unos tipos, y en el barullo quedó la valija junto a mi mesa. Me levanté y me
fui, con la valija. No sé por qué.
–Pero la robaste –dijo ella.
–No –negué con la cabeza–. Bueno, sí. Me tomé una cerveza,
me paré y me fui. Nadie me dijo nada. Nadie me paró.
Se hizo un silencio. La luz del cuarto estaba apagada, el
dinero ahí. Desde el balcón entró, apenas, una brisa.
–Y qué vamos a hacer –Moni se alisó el pelo, hacia atrás,
con ambas manos–. Quiero decir qué vamos a hacer, con esta plata.
–No sé –dije–. Hoy no cocines. Pedite una pizza, napolitana
con ajo podría ser. O mejor fugazzeta.
10 comentarios:
http://juanhundred.blogspot.com.ar/ , un link mas en mi extensa lista de favoritos, paso de vez en cuando y leo, siempre lo que aquí leo me genera alegría, satisfacción, me gustan y festejo sus textos, lo que no puedo entender es porque solo paso de vez en cuando. Un abrazo, gracias por escribir y compartir señor Juan Hundred.
Al fin alguien es consecuente con una parte tan humana como es quedarse con algo de otro. Así nomás. Sin hipocresía.
Le dejo un saludo, Juan.
*unknown! gracias.
*bee borjas! el mundo se divide en dos clases de personas: todos los demás, y yo. la saludo con resquemor.
¡Qué lindo cuando la honestidad riñe con el dinero, y el dinero está del lado de uno!
*juan sebastián olivieri! por lo general, es de lo más común, la gente que suele hablar pestes del dinero, es sencillamente porque jamás lo tuvieron. en caso de tener la oportunidad, bueno, les sucede aquello de ‘no hay peor fanático que el converso’. es bueno saber de usted, lo saludo.
Muy bueno. ¡Me encantó el remate!
No se porque....pero me encanta Moni.
Abrazo!
*guillermo altayrac! por fin, viejo. por fin.
*dany! a mí también, dany, por motivos que hacen a la vida privada de las personas. 1abrazo.
Usted maneja de manera brillante ese recurso de interrumpir intempestivamente con alguna imagen corriente u ordinaria los más estrambóticos acontecimientos que se puedan dar.
Un abrazo.
*mr. kint! quizás sólo se trate de una instintiva reacción, como volantear. un abrazo.
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